A Walt Wihtman
Yo también
me celebro y me canto, viejo amigo,
porque sé que nadie podrá cantarme
mejor que yo.
Y eso tú muy bien lo sabes.
Yo, el obrero insigne, de San Martirio del Orbe
(Pueblo bendito del hambre en la plenitud de los escombros)
El Habitante Extremista o el héroe anónimo de Chukumarca
o como quieras llamarme
tú, niño o niña, adulto o adulta, anciano o anciana.
De cualquier latitud, condición social, cultural o económica
sin distingo de país, ideología, religión, raza o idioma
que por un instante vas a leer estos versos naturales
llenos de calma.
No te asombres por ninguna causa o efecto.
A los treinta y tres años cumplidos en esta Era de Acuario,
hoy dieciocho de julio de dos mil años y tantos,
en plena hecatombe del siglo veintiuno,
después de haber muerto
y retornado a la vida una y ciento de veces,
inicio este canto poético para todas las naciones.
Es cierto, he habitado las barracas
y masticado la miseria,
navegando en las más remotas aguas virginales,
puestos a prueba de fuego
el fulgor de mi espíritu y mi cuerpo.
Es por eso, que no busco la luz sino la oscuridad,
porque sé que detrás de las tinieblas está el sol.
Y que el pobre corazón del hombre, es apenas un punto
en la cuadratura azul del Universo.
Por ello, hoy quiero jugarme
el todo por el todo en este claro día
(sin que me provoque nadie),
cual un ser libre que vive y piensa libremente.
Diciéndole adiós al dorado silencio y a mis cosas.
A estas alturas de mi existencia
- no temo confesarlo-: he bajado al cielo lleno de esperanzas, y
a contra viento y marea en un mar de tinieblas
ha sido mi alma atormentada sin ninguna compasión;
he subido al infierno también, y cuán feliz
y solazadamente he disfrutado de su enorme claridad.
Mas, preciso es que sepan, he jugado alternadamente
en el Tablero del Universo, ajedrez con Jehová y con Satán.
Testigo es el Buen Jesús.
Pero ¿no son acaso
el cielo y el infierno, Dios y el Diablo,
estigmas que el humano se ha creado para sí?
Oh¡ Fatuas esperanzas del hombre para consolarse
al no encontrar explicación
de, cómo ni cuándo, ha aparecido en este Sistema de Cosas.
El árbol del Bien y del Mal habita el pecho de cada hombre o mujer.
Tengan el Conocimiento suficiente para comer de sus frutos.
Y cuando lo hayan logrado, rómpanle al sol la cara con un palo.
En un día claro como éste.
El profeta Nietsche dijo:
“Allí donde crece el Árbol de la Sabiduría
se encuentra el Paraíso”.
No teman. Id a buscarlo por el mundo.
Hoy me siento hermosamente bello
en mi más íntimo elemento, cual un Fauno herido
sin Dios, sin Ley, sin Patria y en mi interior convergen
todas las maldades del mundo, para que yo las purifique.
Ya he dicho en uno de mis escritos a viva voz:
No he venido a salvar al mundo, a Nada ni a Nadie.
He venido a condenarlos y a condenarme a mí mismo.
He aquí mi gratitud.
Ah! ¿Quieren algo mejor?
Soñad vuestros sueños.
Grande, estoy seguro, ha de ser vuestro corazón
en nombre del polvo y la esperanza.
Pero no se detengan y sean vosotros mismos.
Toda creencia en un Ser Superior extravía mis sentimientos,
por ser ésta oscura metáfora que debemos descifrar.
Cósmico es mi odio hacia toda idea de salvación,
pues la considero una burla para cualquier sensata inteligencia.
Mi pesimismo es mi optimismo.
En esta cruel podredumbre no hay Dios
ni Hijo de Dios que nos salve un pito.
Todo depende de ti y de mí.
Depende de la unidad de nuestros corazones.
Entiendan. Os digo una vez más:
No escribo para la mente sino para el corazón.
Mi Reino más que de este tiempo,
es de uno venidero; pletórico de fe.
Vengo de un mundo diferente
y voy hacia otro igualmente diferente.
No se asusten. Sólo soy un ave de paso:
¡Aprovechadme!
Yo Mismo mi Dios y mi Profeta,
nadie abajo ni encima de mí.
Mi corazón es el Universo,
habítalo tú con la misma sincera intensidad,
con la que lo habito yo.
Oh, ustedes incrédulos, que pueblan este planeta
y que a cada instante lo destruyen.
Quién sabe sea éste el punto de mi Creación.
La intensidad de mi ausencia.
La delgada línea roja de mi pensamiento.
Ah... permítanme una vez más:
No escribo para el alma del hombre sino para el alma del mundo.
Mi canto emerge de los tres reinos de la Naturaleza
y raudo se encamina hacia todas las auroras.
Me es indiferente si hay un solo individuo
o hay muchedumbres escuchándome.
Para gente sensible e inteligente yo predico.
Para ellos, los humildes y desposeídos.
De pie, hacia los cuatro vientos,
cual frutos prohibidos mis versos expando.
Mas eso qué importa, ciudadanos.
Hoy quiero dejarles un mensaje de paz y de esperanza,
de amor y de solidaridad, a través de este Libro Blanco
que para ustedes apertura sus páginas.
Ténganlo por cierto camaradas, habitantes
de los cuatro puntos cardinales,
Ustedes que son cultos o ignorantes;
ha de ser siempre mi excelsa figura entre todos ustedes.
¡Seguidme, si aún les queda sentimientos!
(De: El Libro Blanco)
San Pedro de los Aleros, 18 de Julio del 2004
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