¡Oh no por favor, no transpongan mi piel lombrices infernales! Cuánto se sufre aquí abajo, y pensar que lo creí la brillante imaginación de un escriba. Me entristeció que lo prefiriera a él, a pesar de las cosas que teníamos en común, lo que pasaba cuando leíamos a los grandes maestros sobre ese mueble. Nuestros besos furtivos. El efecto narcotizante de nuestras salivas. Por supuesto, las caricias. Caricias impensables. Él no se daba cuenta y se levantaba del sillón hacia la cama. Cansado de escuchar las historias que leíamos en voz alta. Lecturas que se fueron convirtiendo en nuestra treta para quedarnos solos. Sí, antes del alba Raizel era mía. Se entregaba a mis caricias sin reservas. Y luego, volvía con él, pero sólo después de consumar... nuestro... ¡Oh Dios, quítame este dolor! ¡Perdona mi estupidez! Seres extraños tiran a otros por los cabellos. Supongo que los llevan a lugares donde la flama es más densa. Desde aquí los veo. Sí, son como niveles que van descendiendo hacia un lago color naranja o algo parecido... Un día le pedi a Raizel que se divorciara y me odió. Comprendí que nunca lo dejaría. Él tuvo mejor suerte que yo en el amor, y creo que en todo. Y sé que no era sólo suerte, sino que siempre fue un tipo honesto y de buen corazón, y Dios premia esas cosas. Lástima que yo no lo comprendí en su momento. La envidia. La falta de amor por alguien que ocupó el mismo saco amniótico que yo, me trajo a este lugar. Cuando se casó, pensé hasta matarlo. Ella había sido mi novia en el liceo, y cuando mi hermano la trajo a casa, con el cuento de que era su novia, pues, no lo acepté. Me quedé callado y la miré fijamente a los ojos y ella bajó la cabeza. Eso me hizo ver que aún sentía algo por mí. Y que yo seguía loco por ella. A pesar de años sin vernos. ¡Oh! ¡Dios mío, si me escuchas, sácame de aquí te lo ruego! Algo me arrastra y siento que todo gira, esta tierra roja y maligna, este torbellino de dolor. Mi madre lo dijo tantas veces: "los malos se irán al tormento eterno y los buenos serán recompensados." Y entonces, con lo que pienso puede ser mi último aliento, lanzo ese grito de dolor espantoso. El aullido de un condenado. La repetición de muchos destinos atrapados allí. Un sitio donde la yerba no crece y los gusanos nunca mueren. No sé donde escuché eso... Ah, sí, tambien fue mi madre. Ella debe estar en el cielo, sabía tanto de Dios... Los demonios me inmovilizan y arrojan por una superficie irregular que presiento infinita, hasta que por fin caigo al piso de mi habitación, lleno de almohadas y sábanas. Lo primero que hice al despertar, fue ponerme de rodillas y agradecer al cielo por una segunda oportunidad. Le dije todo a mi hermano, por supuesto, tomé alguna de mis cosas y salí de casa. Nunca volvería atrás. Ahora, sobre ella, lo único que tengo que decir es un rotundo adiós. Mejor que esté con mi hermano, él la merece más que yo.
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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