No me pidas, amor mío,
que cese mi perpetuo andar,
que mis andariegos
pies dejen de recorrer
pedregosos caminos...
Llegará ya el postrer
tiempo sin tiempo,
pura eternidad,
en que mi ser corporal,
en extrema quietud yacerá,
con un rictus amargo
sellados sus labios de ceniza…
Sabes, amor mío,
que en ese lecho
de enrarecido aire
nada se mueve,
un silencio pesado
llena el espacio sombrío,
mientras la carne se disgrega
y en minerales se transforma...
¡Deja que desgrane mi risa
y que bajo el esplendor
del sol mañanero,
se enciendan
rosas en mis mejillas!
¡Deja que disfrute
de la brisa aromada a jazmines
y del ulular del viento!
¡Deja que en la noche fragante
luciérnagas adornen
mis cabellos
y que se llenen mis sentidos
de sonidos y luz!
¡Deja que se llenen mis días
con el remolino
de pasiones y risas
mientras la vida discurre
sembrando milagros!
Delia Checa
D. R.
Comentario
Te agradezco, Daniel, tu hermoso comentario / aporte.
¡Muchas gracias, Elías!
Hermoso poema, la vida es sosiego, tempestad, pero es precisamente eso un diario acontecer de sucesos
que precisamente nos invitan a caminar para vivir. Felicitaciones.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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