JARDÍN JAPONÉS
“Acompañános... Vení a quemar tu tablilla y renová tu energía!”, decía una tarjeta invitación del Jardín Japonés, para que lo visitemos ayer, domingo 25 de agosto. Se trataba de festejar la Ceremonia de la Quema.
Una ocasión donde la gente que se acerque debe tener el deseo de despojarse de todo lo negativo y apostar a que vengan tiempos de prosperidad. Para que eso ocurra ellos te proveen de una pequeña tablilla de madera donde debes escribir lo que querés dejar atrás. Luego, la depositarás en un recipiente especial que encontrarás dando la vuelta al parque. A las cuatro de la tarde, se lleva a cabo allí, La Ceremonia de la Quema. El fuego ahuyentará lo negativo para convertirlo en prosperidad y energía positiva. Esa energía debe ser aprovechada junto con la voluntad para que cambie uno, en su vida, lo que considera malo y lo revierta. Es el evento más trascendente del año, para los japoneses.
Mientras llegue ese momento, uno puede caminar desde temprano, por un parque especial, entornado por bonsais, azaleas, kokedamas, orquídeas, tulipanes y faroles de cemento, mientras el sol nos da su luz. Es un placer inolvidable.
Tiene también un Chashitsu (casa de té): un espacio construido especialmente para llevar a cabo la tradicional ceremonia del té japonesa. Ornamentado con elementos tradicionales, cuyo interior fue importado desde Japón, algunos de sus componentes datan de hasta más de cien años de antigüedad. Su exquisito interior se encuentra confeccionado de forma artesanal. Este domingo estuvo cerrada porque se utilizó para albergar a los artistas que darían sonido a la Ceremonia de la Quema. Los tambores, les llaman así a los bombos gigantes ofrece, en un término de tres horas, cantidad de sonidos diferentes y agradables. Se oye también una guitarra de tres cuerdas y un arpa que desparraman sonidos.
Una sala de arte y un restaurante completan la visita. Y al mediodía es bueno deleitarse en su amplio y coqueto restaurante japonés. Tempura, sushi, langostinos patagónicos con salsa de mango y murucuyá, es el menú que se permitió esta cronista.Por los inmensos ventanales vidriados se pueden apreciar los dameros construidos para cultivar los tulipanes y todo el verde hasta que la vista quiera acompañarnos.
En el parque también hay un edificio que alberga un centro cultural; el nombrado restaurante de cocina japonesa; un vivero donde se pueden comprar plantas (bonsai) y alimento para los peces del lago; y una tienda con artesanías japonesas. Había también una exposición de tecnología, donde uno se extasiaba con los progresos de Japón, en esa materia. Los chicos se deleitaban viendo como los peces gordos y amarillos subían a la superficie de los lagos pequeños, que rodean el parque, para buscar el alimento que ellos les proporcionaban. La enorme cantidad de gente se entretenía, sacando fotos de sus especiales paisajes.
Rodeado por los Bosques de Palermo, el Jardín Japonés es un rincón de Buenos Aires que enamora a quien lo visite. Construido en 1967 en ocasión de la visita del emperador de Japón Akihito y su esposa Michiko, se trata del jardín de estilo japonés más grande fuera del país nipón. Tomando como modelo el Jardín Zen, en 1977 fue rediseñado bajo la dirección del ingeniero paisajista Yasuo Inomata.
Llegar en bicicleta o caminando, al Jardín Japonés y dar un paseo entre su vegetación y su decoración oriental es un pequeño placer que solo se encuentra en Buenos Aires. ¿Descansar es una actividad? Claro. Y mucho más en Buenos Aires, la ciudad de todas las experiencias y sensaciones.
Vilma Lilia Osella
Ciudad de Buenos Aires
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