DESDE EL PLATO DE MACARRONES
No sé por qué lo recuerdo ahora, me vino a la memoria como alguien que se cuela por la ventana. Era un día domingo como otro cualquiera (día de macarrones con pollo) comía con mi abuelo y se hizo aquel silencio largo y propicio para caminar por los recuerdos, los míos y los suyos. Cuando uno come suele ocurrir eso, uno se aísla un poco, solo suenan los cubiertos, la respiración acompasada, los carros allá en la avenida. Pasaba eso cuando - como quien piensa en voz alta - inició aquella especie de protesta, era analítico, meditabundo..
Me están quitando la ciudad, se me está derritiendo entre los dedos, se borra como si me la arrancaran, quiero que no se evapore. Los sitios que conocí me los andan cambiando, casi como una conspiración. Nadie pide permiso, lo fracturan y derriban todo. Cada quien se inventa algo sin preguntar siquiera y, adiós quien te quería. Borran los parques, ¡mis parques!, esos en que hice estallar un beso, donde tomé la cintura de una la luna mientras me dejaba hacer. Se me van las esquinas y sus postes de luz, el quiosco de los periódicos, la vereda, el árbol aquel que florecía cuando le entraban ganas, todo me lo quitan…
Desdibujan el entorno que pensaba inalterable (jamás pensé que ocurriría, ¿que tontería verdad?). Hoy me resulta entrañable, claro, por su ausencia. ¿Acaso llegará un día en que lo sienta ajeno, desconocido?, no lo creo, pero uno termina acostumbrándose a todo. ¿Para qué esos nuevos y enormes edificios que nadie compra, ni puede ocupar por sus precios, qué malditas razones hay detrás todo eso? ¿Nadie piensa que borra visiones y vivencias?
¿Nadie intuye que hay lugares que están gravados en la gente, aunque les quiten pedazos enteros y arrojen sobre ellos una avenida, una fuente, un centro comercial? (Hablaba tranquilo, sin apasionamiento, solo se quejaba entre bocado y bocado) ¿A nadie le importa que nada es lo mismo sin el que vendía periódico a gritos, sin la doña que ofrecía el secreto de la flora del monte para curar enfermedades, sin aquella hilera de vendedoras de billetes que no caben ahora entre tanto lujo? Por dónde quieren que ande hoy mi cauda, si los sitios me son extraños. Esconden y cambian la ciudad que mi memoria conocía.
Bueno, que vamos a hacer, serán sitios limpios y modernos donde el sol se distrae lanzando reflejos, pero no guardan la magia de aquella ciudad donde brota la nueva, al menos no para mí. Aquella, del brinco sobre el charco, de la hierba que picaba cuando jugabas pelota en el canchita de tierra, la del zaguán de la gorda que vendía empanadas, y aquella otra señora del pescado frito y el hojaldre, ¡ni recordar el viejo cine con su doble tanda y la tienda de la esquina donde te vendían a crédito!
Que se nos va la ciudad, tú me entiendes verdad - nace otra-, otra que la borrará toda, todita, que no es mi reflejo ni lo será jamás. La nueva dará sus frutos. La mía, la mía terminará reducida a fotos grises y añejas, quizás allá en la pared de alguna biblioteca, y esta tragedia a ninguno le importa, ¿es triste no?
Una moto escandalosa rompió desde la calle aquel momento y terminé de llevar lo que comía a la boca, me limité a asentir con un leve movimiento de cabeza. Total, un día yo sentiría exactamente lo mismo...
Alberto O. Cabredo
Comentario
Graciaas mil Elias, Saludos
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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