LA MUERTE NO ES EL FINAL...PARA Y POR EL GRAN JOSE RAMIRO, POETA AMIGO

[ALBERTO O. CABREDO ECHEVERRIA]

LA COTIDIANA VIDA

Al poeta amigo José Ramiro

El café aromático y caliente invita desde la mesa. Es el café de la remembranza, y está en el lugar que ocupaba – ocupa – en la mesa, a la hora usual y junto a las meriendas de siempre (de ayer, hoy y mañana), y es que su presencia forma parte integral de la cotidiana vida de esta casa que le tiene en sus rincones, que le escucha teclear en la computadora – ensimismado -, que le percibe cerrando las ventanas cuando llueve, revisando los cerrojos en la noche, o saliendo a trabajar silencioso para no importunar el sueño a nadie. La casa lo percibe regresando, le recuerda saludando a todos con su afabilidad invariable, así tronase o centellease en su diario acontecer. La casa sabe que pretende repara las bisagras de la puerta del baño. No lo intuirán algunos, pero la casa, su casa, la casa de todos lo sabe, sabe que no se ha ido ni se ira, que sus átomos pululan tranquilos, cotidianos y afectuosos en cada recoveco de cajones, esquinas, fotos, vestidos, conversaciones y pensamientos de los suyos. La casa lo sabe y su mujer, sus hijos y amigos entrañables también. Por eso, cuando oyen su voz en algún cuarto o en el patio, no es para nada inusual que le contesten. Porque digan lo que digan, el permanente afecto que habita en los hilos conductores de todos, flota invisible y trascendente explicando los misterios que narro y que se suceden sin sorpresa ni exclusión alguna.