Promediaba la tarde de domingo en la ciudad balnearia. El sol brillaba revelando cuan bello se ve el paisaje cuando se muestra en todo su apogeo, luego de varios días inestables.
La playa se mostraba repleta de adoradores del sol y el agua. Sombrillas y carpas competían en colores y elementos protegidos del astro rey.
Un grupo jugaba con una pelota, otro más alejado se deleitaba con ricas confituras y mate, algunos simplemente tomaban sol, un padre y sus hijos fabricaban el tradicional castillo de arena…
Por la concurrida pasarela avanzó lentamente con mirada dirigida a la distancia, una jovencita de agradable presencia, enfundada en jeans, remera negra tejida sobre otra blanca y botas tejanas marrones.
Al llegar a la arena, se detuvo, observó el lugar decidiendo hacia dónde dirigirse, optando por un espacio desocupado entre carpas que cobijaban a dos familias numerosas.
Una vez en el lugar elegido, mientras escuchaba su teléfono móvil, dejó vagar su mirada a ambos lados, sentándose en la arena con los ojos cerrados, en tanto sacude su rubia melena y la acomoda con ambas manos.
Acto seguido, se extendió lánguidamente sobre el suelo y estirando sus brazos deslizó ambas manos sobre la cálida arena. Y se quedó quietecita gozando del lugar.
Momentos después, la sombra tiende sobre el suelo un velo, lo que provoca que la joven abra sus ojos, en busca del motivo por el que no recibe el calorcito del sol en su cuerpo. Se deslizó entonces unos metros hacia un lugar soleado y vuelve a tenderse en la arena, exponiendo su figura enfundada en ropa informal, a los rayos del sol.
Allí, al observarla atentamente comprobé que sus mejillas eran surcadas por lágrimas, que brotaban suavemente de aquellos ojos soñadores.
Así permaneció largo rato, sentándose nuevamente y dedicándose a dejar vagar su vista por la vasta superficie del mar, que se encontraba en ese instante, salpicada por crestas espumosas provocadas por el oleaje.
Rato después, cuando abrió sus ojos, motivado tal vez por no sentir el calorcito del sol, vio que gran parte de la gente se había retirado de la playa, se levantó lentamente y luego de observar aquellas aguas en constante movimiento, se retiró con paso lento por la aún concurrida pasarela.
Me pregunté mentalmente, cual ha de ser el dolor que ha provocado sus lágrimas y concluí que nunca me enteraré del mismo. Pero aún así, fui participe involuntario del cuadro que conformó la naturaleza para ese momento vivido por la joven en su historia de vida.
Comentario
Felicitaciones, excelente trabajo
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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