Capítulo I
Recuerdos
California, San Francisco.
Abril del 2011
Acostumbrada a una vida rutinaria:
- Levantarme, ir a trabajar y en la noche estudiar –
Casi como un robot.
Salí de mi casa dispuesta a empezar “Un nuevo día” como cualquier persona diría, sin embargo era exactamente igual al anterior, con ciertas diferencias, pero siempre el mismo “patrón”.
Camino a mi trabajo, que quedaba unas 5 cuadras de mi casa, pase por una heladería y pensé en comprar 2 helados, uno para el camino y el otro para mi muy querida y única amiga; la única con quien podía decir que tenía una “amistad”. Curioso termino que muchas personas utilizan a menudo en su léxico, pero que casi siempre es tan falso como su propia realidad.
Pedí los helados, uno de fresa con chocolate y el otro de ron con pasas, sabía que este último, era su favorito. Ya me la podía imaginar saltando de emoción al verme llegar con el helado, a veces era tan infantil, pero así la quería, tenía que aceptarlo.
Mientras el vendedor preparaba la fórmula secreta de esos helados deliciosos, según decía él, observe que los años no habían pasado en vano para él, con solo ver su rostro uno podría notar lo que la vida le había enseñado; por un momento me pregunte si yo podría lograr a llegar a esos años dorados de gloria y de cosechar lo que se habría sembrado, me refería a la heladería, que según las historias de mi madre ya llevaría más de 40 años en pie y siempre a cargo de la misma familia; ya me imaginaba el principio, una tienda relativamente pequeña que con el aliento, amor y corazón de una persona dedicada, logro ganarse tanto la ilusión de muchos niños como la confianza de toda su clientela.
Pague al señor de la tienda y a los 2 minutos ya estaba entrando por la puerta de aquel hospital, con un helado casi derretido en las manos. Subí 2 pisos y entre en un pequeño cuarto, de color azul negativo, como se acostumbraba en las habitaciones de descanso de los internos en un hospital y fue entonces cuando la vi, era Sara, a quien después de un gran abrazo le di su helado, al que como respuesta recibí un enorme y ruidoso “¡Gracias!” y un afectuoso beso en la mejilla. Odiaba las muestras de afecto, y ella lo sabía, pero disfrutaba molestarme con ese tipo de cosas.
La mayoría de las personas nos confundían con hermanas y a decir verdad, si lo parecíamos, éramos inseparables después de todo. Yo contaba con ella, para todo, siempre me lo decía y aunque yo no era muy expresiva con esas cosas, ella también sabía de sobra que era una de las pocas personas por las que daría mi vida a cambio. Me sentía un tanto afortunada, tenía suerte de tener una amiga así, no muchas personas son tan suertudas para eso. Contando con mi clase de suerte, eso me sorprendía.
Por mi parte era demasiado asocial para conocer a muchas personas y bueno pues ella era demasiado, ¿Efusiva? Para no ser querida por todos. Con esto en mente, empecé a recordar como conocí a mi querida amiga, En aquel entonces tendría 10 años.
Flash back
- Hace 11 años –
Mi mama me llevo a la farmacia, ya a mi corta edad me había desarrollado, no estaba entendiendo muchas cosas de lo que significaba esa palabra, así que solo me deje guiar por la mano de ella. Entonces vi a mi madre con ojos expectantes y ansiosos de alegría de ver cómo me “convertía en señorita” o algo así había dicho ella, yo estaba lo bastante ocupada preguntándome si moriría desangrada. Tendría que prohibirle ver tantas películas, de esas que le meten tantas ideas a las mujeres, ¿Éramos propensas a eso o qué? En fin, allí estaba yo, una niña de 10 años, frente a un estante de farmacia lleno de, ¿tampones?, no estaba segura si ese era su nombre, y yo solo podría morir de vergüenza al ver como la cara de mi mama parecía querer gritar al mundo lo que había sucedido. Antes de salir de casa ella había dicho las “palabras mágicas”, pues siempre lo repetían en todas las películas, a veces me preguntaba si era algún tipo de entrenamiento que todas las madres tomaban.
-“Tendremos una larga charla al llegar” – había dicho con una voz, que en cualquier circunstancia, te haría gritar de miedo.
Me hacía temblar el solo pensar que sería una de esas que tanto pasaban por la televisión, en donde decían cosas como:
- Ahora que eres toda una señorita, debes hacerte respetar, muchos muchachos querrán invitarte a salir, te van a herir y a engañar, y TU debes botarlos como lo que son, unos “DESGRACIADOS”. – Condenada televisión - Los hombres son todos iguales y si no quieres ir a un internado en Suecia. ¡Tendrás que hacerme caso, mientras vivas en mi casa! ¿Entendido?
Como si yo no supiera, que clase de bestias eran algunos de los hombres. A tan corta edad, las experiencias amargas siempre te dejan algo ¿no? Además ¿a quién le interesaban esos temas a esta edad? ¡Por lo menos, a mí NO!
Siempre había sido ajena a todos, pero en especial con los muchachos, solo de vez en cuando me encargaba de patearles el trasero cuando se metían conmigo. Pero si solo tengo ese tipo de asuntos pendientes con ellos, por uno pagan todos ¿no?
Inmersa en mis pensamientos, tropecé tontamente con alguien, con un niño aparentemente de mi edad, haciendo caer de mis manos algo que me hizo hervir la cara de vergüenza, un tampón ¿Cómo había llegado eso a mis manos? Debería dejar de ser tan distraída.
Ante la presencia del niño, mi acto inmediato fue alejarme casi con un salto, mientras que él se moría mofándose de mí y justo cuando estaba a punto de soltarle un puñetazo salió, de la nada, una niña a defenderme.
- ¡Oye tú! ¡Ten más respeto, si no quieres que diga a tu madre todo lo que haces en el colegio! – dijo ella maliciosamente, su cara asustaba hasta a los ángeles
- ¡No te metas Sara, que no es contigo!
- Si es mi problema, yo te dije bien claro que si veía que maltratabas o te burlabas de otra niña, le diría tanto a tu madre como al director; para que quedes expulsado y castigado de paso. ¡Ya bastante expediente tienes! – Dijo cruzándose de brazos.
- ¡Keh! – se quejó derrotado y fastidiado, y haciendo un gesto obsceno con su dedo, se alejó.
La niña que me había defendido, cuyo nombre había escuchado era Sara, se había girado y me estaba mostrando una de las mejores sonrisas que jamás había visto.
- Mi nombre es Sara, Sara Miller... ¡Mucho gusto!
- Da-Daniela Stewart – titubee – Gracias por eso...
- Oh, no te preocupes, ese niño Jacobo siempre es así – se me acerco un poco y susurrándome dijo – a veces pienso que le tiene miedo a las niñas, y por eso nos molesta tanto, pero después de esto, dudo que le queden ganas de ser idiota contigo.
- Jeje – Bien esto de ser asocial me estaba afectando en sobremanera
- Serán ideas mías, pero eres “raramente tímida”
¿sabes? – No me dejo responder – ¡Pero no importa, Desde ahora seremos amigas! – Salto emocionada y tomándome las manos, yo solo la miraba confundida, sin comprender como había llegado a esto; pero ante sus ojos emocionados solo pude asentir.
Y desde entonces no se ha separado de mí, ni yo de ella. A decir verdad, y no lo aceptaría pero con el tiempo me fui acostumbrando a su compañía, hasta me agradaba, me sentía diferente a como era siempre, en soledad, me sentía “Normal”. Con esto fui encontrando su confianza y su cariño, ella nunca cambio; pero si me hizo cambiar a mí.
- Actualidad -
Volviendo al presente, trabajaba de medio tiempo como aprendiz de interno, en el Hospital “Santa Carolina”, eran las pasantías de mis estudios, que hacia junto a Sara, aun cuando ella estudiara en una universidad diferente a la mía.
- Dani, pásame esos papeles. Debemos preparar al paciente Harrison para la operación – Lo hice, no sin antes chistar, lo que llamo su atención.
- Vamos, ¡animo! Ni que fuera el fin del mundo...
- Puf, si claro… solo quiero dormir… - dije muy bajo para que me escuchara.
Así paso el día, lento y pausado - y yo que quería todo lo contrario-. Al culminar mi jornada de trabajo, aproximadamente a las 5:30pm, fui camino a mi universidad tomando un tren, ésta quedaba en otro condado cerca, en San francisco. Al llegar a la gran Universidad de California, fui directo a la reconocida Facultad de Medicina; y grande fue mi sorpresa al encontrarme que el profesor no iría hoy, estaba en un congreso, o algo así
– Genial, pasaje malgastado – pensé. Y con bastante fastidio, me dispuse a regresarme a casa.
Al llegar me encontré sola, como siempre, mi madre seguro estaría trabajando. Para poder sobrevivir ella hacia dos turnos, no teníamos la mejor economía, ni parecido. Pobre, me encantaría hacer más por ella… Pero la realidad era dura hoy en día “El dinero no alcanzaba”. Tampoco es que moríamos de hambre, pero no podíamos darnos gusto muy seguido, a parte del factor tiempo.
Deje mi cartera y mis cosas en una mesa que había en la entrada, debajo de un espejo donde vi mi reflejo – Horrible, como todos los días – suspire y fui directo a la cocina. Prepare mi cena, lave los platos y acomode un poco la casa, antes de irme a dormir.
Subiendo las escaleras, no es que fuera de dos pisos exactamente apenas había unos 6 escalones para llegar al segundo nivel, se escuchó un ruido que venía de afuera, la casa era pequeña pero tenía muchas ventanas, lo que me facilitaba la visión. Me acerque a una de ellas y lo único que pude vislumbrar fue una mancha negra, moviéndose muy rápido entre la oscuridad de la noche, que era seguida por otra mancha blanca; se movían muy rápido para distinguir sus formas, y fue solo un segundo que las vi, pero estaba segura de haberlo hecho. Salí apresurada de la casa, corriendo y siguiendo el trayecto que cruzaron las dos manchas, pero no encontré nada.
Me quede revisando los alrededores casi por 20 min, hasta asegurarme que no hubiera nada, seguramente tanto trabajo me había afectado, pero de igual forma el miedo no se iba; al volver a mi casa me asegure de cerrarla bien y de cerrar todas las cortinas, así subí a mi habitación. Me cambie de ropa, aun con el susto anterior, tenía el corazón en la boca prácticamente, pero trate de calmarme y reconfortarme con la calidez de mi cobija preferida. Casi instantáneamente me quede dormida, y a comparación del día anterior, mi sueño fue bastante bonito soñé con la Luna, con mi adoración.
En mi sueño había muchas lunas bailando y riendo a mí alrededor, Sara decía que era una loca y tonta obsesión, y si ella que era la más infantil entre las dos lo decía, debía de ser verdad. Pero poco me importaba, era mi loca parte de niñez frustrada que todavía conservaba, no iba a renunciar a ella.
Cuando me di cuenta ya estaba despierta, y feliz de encontrarme con mi Luna en sueños, con esa satisfacción me levante, y me di cuenta que la ventana de mi habitación estaba abierta ¿Estaría así anoche? Juraría que no, pero no lo recordaba, así que sin tomarle mucha importancia empecé a prepararme para trabajar, me puse unos jeans negros con una camiseta holgada blanca deje mi cabello castaño-rojizo suelto y me dispuse a salir de la habitación, pero antes note una pequeña mancha roja en el pie de la ventana que había cerrado - ¿Sangre? – pensé.
- ¿Qué demo...? – intente decir mientras me acercaba a la ventana, para ver mejor eso.
- ¡Daniela! – Era un grito de mi madre desde abajo – ¡Sara llamo, dice que es urgente que vayas al hospital, te necesitan!
- ¡Voy! – El deber era primero, además esa mancha no desaparecería ¿no?, cuando tuviera tiempo vendría a ver que era.
Últimamente estaba viendo manchas en todos lados… Así salí extrañada y apresurada de mi casa, corriendo fui por el camino que tomaba todos los días, llegue rápido al hospital, corrí hasta llegar a la habitación de descanso para cambiarme por un uniforme azul oscuro, el acostumbrado de los internos en los hospitales, y de nuevo fui corriendo a la sala de emergencias.
Adentro vi camillas pasar rápidamente, unas tras otras, al parecer había sido un gran incidente, ubique a Sara, que con señas me indico que la ayudara con el paciente que atendía.
Nos pusimos a trabajar, poniendo un poco de anestesia para que el chico que era nuestro paciente no sintiera tanto dolor, observe sus vías y signos vitales, por demás de las pulsaciones extremadamente aceleradas, todo iba bien, aunque no entendía como con esos latidos no había entrado en paro, pero no había tiempo para eso tenía que revisar sus heridas que eran muy graves y grandes. Empezamos a suturar y a enyesar su pierna, estaba prácticamente destrozada, aun no entendía cómo podía mantenerse consiente con tales heridas; de sus heridas pase a observarlo a él, era un chico de tez bronceada, cabello corto y extrañamente ¿platinado? – Extraño – pensé.
Sara mientras atendía su brazo izquierdo, yo me dispuse a curar los raspones y ciertas fisuras en su cara, al acercarme el abrió los ojos, que había cerrado segundos atrás. Otra extraña característica en ese chico ojos de color dorados, pero con destellos violetas alrededor de la pupila… ¿Era eso un color si quiera? Será único, porque nunca antes lo había visto en otros ojos.
Me observaba mientras yo, tratando de concentrarme, trabajaba en una herida que tenía en la boca, prácticamente le habían separado el labio inferior por la mitad.
- ¿Qué le habrá pasado a este chico? – pensé...
Las veces que nuestros ojos se encontraban, se veía la agonía que estaba sufriendo - ¿La anestesia no había hecho efecto? – me pregunte, por lo que enseguida aumente 1 miligramo a la dosis, pero él se mantenía bastante tranquilo, y vi que a pesar de las contusiones y heridas, - ocasionadas por lo que parecía un animal – vi como su boca, se curvaba en una pequeña pero notoria sonrisa.
¡Me extraño el hecho de que una persona con tales heridas pudiera siquiera moverse!
- ¿Qué persona en su sano juicio sonreía en esta situación? – pensé y ante la idea una pequeña risa de ironía salió de mi boca como un quejido.
Casi como respuesta obtuve una mayor sonrisa por parte del chico, e imagine que quizás si ella se encontrara en su situación también sonreiría, quizás por lo tonta que hubiera sido de haberse dejado “hacer papilla” por lo que fuera que lo hubiera hecho a él; pero ese hecho no significaba que hubiera otra persona tan sádica como ella para reaccionar de esa forma en esa situación ¿O quizás sí?
Concentrada en mi trabajo, con dos personas trabajando en un paciente, casi terminábamos con la cantidad de heridas que tenía en el cuerpo este chico. Después de suturar, vendar y enyesar una pierna; mismo proceso que hicimos con uno de sus brazos, y desinfectar las demás heridas, iba a estar bien. Le indique algunas medicinas y demasiado reposo, para que por lo menos en 3 meses solo quedaran recuerdos de ese horrible incidente.
Sin querer observe el cabello del chico, platinado, casi blanco. Eso me hizo recordar por alguna razón la mancha blanca de la noche anterior… Pero en seguida esa idea desapareció de mi cabeza, siendo reemplazada por la lógica.
- Imposible que un cabello tan corto fuera similar a la mancha tan grande que vi anoche. Además una persona no puede ir tan rápido, se desintegraría en el intento.
Deje de pensar en esto y cuando vi alistar a ese chico para irse con una muleta, dedique mi atención a otro paciente, al que no le preste tanto esmero como al primero, únicamente a las pequeñas heridas que este tenía. Bastante concentrada estaba, hasta que una mano en mi hombro me hizo parar y sobresaltar
– Debo dejar de ser tan distraída – pensé nuevamente
Al voltear, para observar el origen de mi pequeño susto, grande fue mi sorpresa al ver que un enyesado, en vendado y enmomiado prácticamente, chico de curioso pelo plateado, me hablaba...
- Que de tiempo doctora… jeje – Sonrió con una mueca de dolor.
- ¿Te puedo ayudar en algo?
- Ejem, pues si me quitas este condenado dolor, lo agradecería toda la vida.
- Eso no es tan fácil, el cuerpo humano no cura tan rápido lastimosamente, pero puedo calmarlo – tenía experiencia en aquello que decía, a veces era muy agresiva y quedaba peor que papilla. – Acompáñame
Hice señas para que una enfermera atendiera al que fue mi paciente por pocos segundos, y guie al chico hasta uno de los consultorios más cercanos que tenía; por ser mis pasantías podía explorar todo el hospital y disponer, sin abusar, de algunas medicinas.
En cada movimiento que hacía, sentía su mirada dorada-violeta sobre mí, cada vez más punzante, a este paso se me quemaría la espalda, solo con su mirada. Busque lo más rápido que pude algunos analgésicos para el dolor como el “Vicodin”, y algunas otras medicinas que ayudarían a cicatrizar las heridas, escribí rápidamente en un récipe como debía tomarlas, y recomendé alguna cremas para aliviar el dolor.
- Toma – le di las medicinas y el récipe, cuando lo había acabado, y en seguida vi como empezaba a leerlo.
- ¿No eres doctora cierto? – Dijo con una ceja levantada
- No – Me ofendí un poco - ¿Cómo...?
- ¡Tú letra se entiende! – Dijo señalando el récipe – Es la primera vez que recibo un récipe con una letra tan bonita – lo último lo dijo con una voz bastante ronca para mi gusto.
- A pues, gracias supongo. Jeje, Estoy terminando mis estudios de medicina, pero te prometo que siempre mi letra será tan clara como ahora – dije riendo.
- Gracias, ya se a qué medico venir entonces, y gracias por curarme Sta. Casi doctora – Guiño el ojo, y por un segundo sentí un poco de vergüenza.
- Ejem No hay problema es mi trabajo, después de todo – Tosí - ¿Y cómo fue que te hiciste todas esas heridas?
- Pues – Su cara cambio de pronto, se puso serio y por sus ojos cruzo lo que reconocí como amargura – Larga historia, deberes descuidados y ¿Por qué no? Cuentas pendientes... – Suspiro.
- Uhmm – Dije imaginando como seria aquello
Él se levantó, con dificultad, y dijo un leve “Gracias” con una poderosa sonrisa. Antes de salir, se giró nuevamente, mirándome curioso.
- ¿Me dices tu nombre Querida doctora?
- Daniela, vendría mejor… ¿Tu?
- Samuel, pero por favor, no me digas samy… No soy un perro – respondió – por lo menos no todo el tiempo – lo último lo dijo casi para sí mismo, pero mi buen oído nunca me falla. Pensé en preguntar pero no lo hice.
- Jeje, entonces tú tampoco me digas Dani, no soy una niña, todo el tiempo – y con una última sonrisa de su parte y un gesto con la mano, se despidió y salió del consultorio.
Me quede pensando un momento, estaba sorprendida. No con él, sino conmigo, era la primera vez que podía entablar una conversación “normal” con alguien más, había ¿Socializado? Bien eso me daba miedo, así que decidí no pensar más en eso, pues él era un paciente más que jamás vería de nuevo. Aunque me alegraba el hecho de que pude ser amable con otra persona que no fuera Sara o mi madre.
Continúe con mi trabajo, para ir a la universidad, y finalmente llegar a mi casa.
Comentario
Una primera entrega larga pero muy entretenida, no decae en ningún momento la historia, pero nos sigues dejando en suspenso....
Que pasará con el chico platinado?
tendrá que ver él con la mancha de sangre encontrada en las escaleras de tu casa?
Será el una de las figuras, concretamente, la mas clara que viste correr furtiva por los alrededores de tu vivienda?
O será que a esta lectora le vuela demasiado la imaginación?
Descúbralo en la proxima entrega... TA TAAAANNNN!!
Saludos.
B R A V O !!!
precioso! estupendo! me encantó!
T E F E L I C I T O
ESCRIBES CON GRAN SOLTURA Y SIN PALABRAS REBUSCADAS... O SEA: ESCRIBES PARA TODO EL MUNDO...
bueno, ahora tienes el compromiso de mantenerle ocupado leyendo mi
"internet-novela"
Hasta la proxima entrega... a menos que quieras visitarme, en mi blog hay bastante para leer...
Bendiciones incesantes
Me gusta tu estilo, es casual, fresco y sin duda alguna, ¡PROMETEDOR!
¡Te pido por favor no nos dejes con las ganas!
¡Exito! Un gran abrazo de mi parte.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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