Capítulo II

Tropiezos

 

Ese día en la noche, al llegar a casa, había recordado la dichosa mancha de sangre en mi ventana; deje mis cosas en la mesita de siempre y corrí hasta mi habitación; cuando entre me encontré con un espacio vacío, donde se suponía que estuviera la mancha roja, justo al pie de la ventana. Estaba segura de haberla visto, y ¡Estaba segura de no estar tan loca como para imaginarla!

-   Debería ir a ver un psiquiatra, quizás ver más manchas me ayudaría a entender que hay de malo conmigo – dije irónica.

Sin embargo, me acerque para palpar por mí misma que no era otra jugarreta de mi mente, efectivamente todo estaba normal, justo con el color de la pared de mi habitación.

-   Debo estar más que daltónica, para confundir el blanco con el rojo – Pensé... – Genial cree una peor enfermedad que el daltonismo.

Lo momentos siguientes solo podría concentrarme en mentalizarme mil veces que era el cansancio de mi vida lo que me hacía ver manchas por doquier, y me fui a descansar sin cenar si quiera, solo quería dormir, y no saber más nada del mundo.

- O -

Tres días después de ese incidente, me encontraba en la Facultad, con una bata de laboratorio y lentes encima, iba saliendo del laboratorio de clases, y fui al baño a mirar que tan destruida estaba el día de hoy, casi nunca me maquillaba más de lo necesario, era molesto e incómodo.

En el espejo se mostraba mi figura, de estatura mediana, ojos grisáceos, con destellos verdes, tez blanca, con unas que otras pecas y labios ni muy finos ni muy gruesos, color rosa pálido. Mi cabello era rebelde, de color cobrizo, al principio liso y en las puntas caía en risos. Con este reflejo, intente arreglarme un poco, pasando un mechón por detrás de mi oreja y sin más que hacer allí, salí del lugar.

Estaba pensando en la materia que había visto ese día, pensando que haría con el informe que tenía pendiente y que era para la semana entrante, y ¿Por qué no? Pensaba en darle cierto cambio a mi vida ¿Cómo?, no lo sabía todavía, pero buscaría la forma.

A decir verdad apenas a mis 21 años de edad, estaba tan aburrida de ser como era, pero no podía ser de otra forma; simplemente no sería yo, pero a pesar de esto buscaría un cambio externo, quizás pintaría mi habitación, o trataría de cambiar un poco el ambiente, algo que me hiciera sentir que no era la misma de siempre; tal vez ahorraría un poco de mi salario del hospital y así…

Un golpe me hizo aterrizar, y tambalear con libros en la mano, de no ser porque alguien me sostuvo por la cintura hubiera recibido un gran golpe en el trasero. A los pocos segundos intente recomponerme, un poco agitada, para encontrarme con el brillo de unos ojos entre preocupados y curiosos color Dorados-violeta, me extrañe – ¿Sera común este color de ojos hoy en día? – pensé. Y comprobé que no era común, sino que me encontraba frente al mismo paciente de cabello plateado que hacía días atendí en el hospital, Samuel; cuando reaccione de mi sorpresa, su mirada angustiada me hizo hablar...

-   Gr-Gracias…

-   ¿Tan ocupada en sus pensamientos que ni ve por donde camina Srta. Doctora? – Inquirió con una sonrisa.

-   Ya te dije, que mi nombre es Daniela, y pues, supongo que si… Me pasa muy a menudo eso de andar distraída – Lo observe mejor, y fue entonces que me di cuenta. - ¿Dónde están tus heridas, vendas y demás Sr. Paciente desobediente?

-   Ehh pues, no es que sea un mal paciente, pero como puedes ver ¡Me curo muy rápido! – dijo despreocupado.

-   ¿En 3 días?  Eso es definitivamente imposible.

-   Pues ya vez que  nada es imposible – Se encogió de hombros - ¿y tú estudias aquí? – dijo cambiando el tema, no era mi problema después de todo y simplemente Asentí.

-   ¿Tú también estudias aquí?

-   Estudio Medicina forense, está al lado de esta facultad. ¿Y por qué será que no te había visto antes?

-   Supongo que casi siempre paso desapercibida ante las demás personas – dije con una sonrisa un tanto falsa, y creo que lo noto.

-   Créeme, una mujer como tú – dijo mirándome de arriba abajo – Nunca pasa desapercibida para nadie.

-   Ahm jeje, gracias supongo... – no entendía muy bien a que se refería.

-   ¿Tienes prisa? – dijo segundos más tarde, Negué con la cabeza - ¿Te gustaría acompañarme? – Fruncí el ceño ante su pregunta tan repentina, y el de nuevo lo noto… Era bastante perceptivo. – Tranquila, que no soy ningún violador ni nada por el estilo, solo un acosador que te vigila a distancia – Dijo guiñándome el ojos y en tono divertido.

Ante su comentario sonreí, un poco más confiada, vi como extendía su mano hacia mí y a pesar de las dudas, la tome y deje que me guiara hacia un pequeño prado entre las facultades. Era bastante tranquilo ese lugar, alejado de la ciudad; me gustaba el silencio ¿Y a quién no?  Si… - Interrumpieron mis pensamientos, de nuevo.

-   ¿Eres medio muda? – Negué – Entonces ¿Por qué no hablas?

Fueran otras las circunstancias y con un poco más de confianza ya le hubiera golpeado ¿Qué le importaba?, era mi vida después de todo. Para ese entonces ya estábamos sentados en la grama, era de noche y hacia un delicioso viento, y solo por eso me tranquilice y me limite a responder.

-   Soy tímida supongo… - No muchas personas se habían atrevido a hacerme esa pregunta, pero no me cabía dudas de que más de una vez lo hubieran llegaron a pensar.

-   Entiendo... – volvió su vista al frente.

Después de eso un pesado silencio se extendió entre nosotros, cada uno metido en sus pensamientos, y yo en eso era una especialista.

-   ¿Me trajiste para algo en especial? – Si, la espera me estaba exasperando.

-   No realmente, pero si deseas irte, eres libre de hacerlo – Su mirada brillante se apagó un poco, y yo me sentí un poco culpable -  solo no quería estar solo, por más tiempo – eso ultimo lo dijo muy bajo para poder escucharlo bien.

Intente controlar mis ganas de salir corriendo de allí, me pasaba a menudo cuando me daba cuenta que estaba con cualquier  persona extraña. Me relaje e hice mi mayor esfuerzo en ser sociable por una vez en mi vida.

-   Discúlpame, solo tenía curiosidad jeje, no estoy acostumbrada a esto de...

-   ¿A qué? – Pregunto más animado

-   A…. ¿Sociabilizar? Creo que así se llama...

-   ¿Por qué? – otra pregunta

-   Preguntas mucho, ¿sabes? Pero bueno, es una larga historia y no quiero aburrirte.

-   Tengo todo el tiempo del mundo, además lo último que tu podrías provocarme es aburrimiento – Dijo sereno, no había entendido que había intentado decir.

-   Bueno – Realmente me sentía extraña hablando de esto con alguien que apenas conocía – Supongo que se debe a que en mi niñez sufrí lo que se llamaría una mala experiencia, y según entiendo eso provocó cierto trauma que me cohíbe a acercarme mucho a otras personas, o socializar con ellas. No he sido la mejor en eso, nunca.

-   ¿Qué trauma? Si se puede saber claro - Ya me veía venir esa pregunta, antes de responder respire hondo y sentí su mirada penetrante y curiosa sobre mí. Cerré los ojos y empecé a hablar tratando de no descontrolarme.

-   Mi padre me sometía de formas… ¿Inapr-propiadas? – dije con ironía, ya mi voz empezaba a temblar.  – Para ser más claros, abusaba de mi sexualmente – Dije abriendo los ojos y mirándole muy seria, esperando encontrarme con su mirada de lastima.

Le vi abrir los ojos con mucha sorpresa, y segundos más tardes fue que pudo reaccionar.

-   Oh… Pues imagine cualquier cosa menos eso, disculpa mi intromisión – Para mi sorpresa no había el rastros de lástimas en su mirada sino más bien de rabia o furia, bien lo había decidido, él no era normal. - ¿Y… tu mama? – pregunto en tono dudoso.

-   Mi mama es la única que ha trabajado siempre, yo apenas tenía 6 años, y ella casi nunca se encontraba en casa. Mi papa siempre fue un bueno para nada, a diferencia de ella. – dije con rencor, lo odiaba, odiaba que mi querida madre hubiera amado alguna vez a un hombre capaz de violar a su propia hija, ante ese recuerdo apreté mi puño con fuerza y, sin darme cuenta de mis actos, lo alce en forma de pelea.

Vi como sus manos intentaban tranquilizarme bajando mi puño, y sobando un poco mi espalda, yo estaba  un poco ida en mis propios recuerdos, pero reaccione ante el contacto, al cual di un pequeño salto alejándome de él instantáneamente.

-   Tranquila, tranquila ¿Y tú papa donde está ahorita?

-   Murió meses más tardes de que yo cumpliera los 7 años. Debo dar gracias a Dios o a quien sea que lo hubiera quitado de mi vida para siempre. Desde entonces me volví o no sé si siempre fui así, pero me volví callada y me la mantenía sola. – y siempre a la defensiva – pensé.

-   Y un tanto a la defensiva con todos ¿no?

Sentí por un micro segundo, como si se hubiera metido en mi cabeza y la hubiera leído, me asuste sinceramente… Pero la lógica le gana a la ficción siempre, suspire

-   Siento si mis preguntas te incomodan – Dijo apenado.

-   No te preocupes, supongo que hacer algo nuevo no me hace mal de vez en cuando, justo cuando nos tropezamos iba pensando en eso  – Una sonrisa sincera salió de mi boca. Me sentaba bien hablar un poco.

Ante mi sonrisa él se sorprendió

-   Tu sonrisa es bastante bonita Srta. Casi doctora, cuando no es tan falsa – Dijo, realmente era bastante perceptivo y al analizar sus palabras me sonroje hasta más no poder.

-   Y tu deberías de dejar de llamarme así, Tonnto...

-   ¿Tonnto? ¿Problemas de pronunciación?

-   Para nada, tengo mi propio diccionario, es todo. – dije riendo

-   Y a mí me gustaría conocer todas y cada una de sus palabras… - dijo con una voz bastante ronca, casi hasta seductora podría decir. Y de nuevo un sonrojo notorio apareció en mis mejillas...

Intentando distraerme de su penetrante mirada, busque mirar mi reloj – 11:00pm – ¡Rayos, me pase de la hora!

-    Ya debo irme – dije recogiendo mis cosas.

-   ¿Vives lejos de aquí? – de verdad le gustaba hacer muchas preguntas.

-   Debo tomar el tren para llegar a casa.

-   Es bastante tarde y es peligroso que vayas en tren a estas horas, además es mi culpa que te quedaras hasta tan tarde, soy el responsable de hacerla llegar a casa sana y salva dulce señorita – dijo haciendo una pequeña reverencia – Tengo  auto y no me cuesta nada – Sonrió.

Dude a pesar de que me sintiera cómoda con él, no dejaba de ser un extraño  ¿Por qué después de una vida tan solitaria como la mía, con una única amiga, me sentía tan libre con esta persona? – Me arriesgo entonces. – pensé... Tome su mano  que yacía extendida frente a mí y me deje guiar de nuevo por él, esta vez hasta su coche.

Dentro de su auto, y camino a mi casa, en varias ocasiones le miraba con mucha curiosidad, a decir verdad durante esa plática que había tenido con él solo había respondido a sus preguntas, y vaya que fueron muchas, pero no sabía nada más de él solo que se llama Samuel, que estudiaba en la facultad de medicina forense y que hace días tubo un horrible accidente, aun no entendía como podría estar curado tan rápido.

Pero aparte de eso ¡Ni su apellido conocía! Aunque él tampoco sabía el de ella, me quede pensando en eso hasta que observe su cabello, siempre me había dado curiosidad su color, a simple vista era sedoso y por dentro sentí unas inmensas ganas de tocarlo y halarlo para saber si se trataba de alguna peluca - ¿Sufrirá de cáncer o de alguna enfermedad hereditaria de calvicie? – pensé y de inmediato, y sin darme cuenta, moví la cabeza negando rápidamente, y él tan perceptivo como siempre lo había notado; pues ahora me miraba sorprendido, divertido y un tanto extrañado

-   ¿Qué pasa? – pregunto riendo por lo bajo y volviendo su mirada al frente.

-   ¡Na-nada! Yo solo estaba pensando en la inmortalidad del cangrejo – Estoy segura que si habláramos de una caricatura de anime en este momento mi personaje al verse pillada, tendría una enorme gota de sudor en su cabeza.

-   Bien, después me cuentas si eso de que es inmortal es cierto – dijo riendo.

Los siguientes 10 minutos, fueron solo de mis indicaciones de cómo llegar a mi casa, que al estar en frente de ella, nos despedimos sin mucho rollo y entre.

Mi mama se encontraba durmiendo, desde la entrada podía escuchar sus ronquidos. Al subir al segundo nivel abrí su habitación y efectivamente comprobé que el sonido era de su ronquido. Cerré despacio la puerta y sin hacer ruido y fui hasta llegar a la mía. Mientras me cambiaba y me preparaba para dormir pensé sobre esa noche, acompañada de Samuel extrañamente me sentía ¿Cómoda? Debía aceptarlo, ni siquiera con Sara me había ocurrido aquello, con ella me tomo cierto tiempo desenvolverme, pero con él había sido tan fácil como respirar, estaba exagerando.

Esa noche no soñé nada, y al despertarme la ventana amaneció abierta de nuevo. Estaba segura de haberla cerrado al noche anterior, antes de dormir; mire la hora y enseguida empecé a correr por mi habitación, apresurada por que iba tarde, para variar.

Antes de salir me fije en la ventana que ya había cerrado, no había rastros de alguna mancha roja, y así fui directo al hospital, al cual llegue 5 min después.

Entre sangre, jeringas y vendas se me paso el día, llegando las 5:00pm – Hora de ir a la universidad – Salí corriendo, de nuevo, del hospital y me puse a pensar en que debería de reunir para comprar un carro, quizás así no tendría que correr tanto. Aunque a decir verdad eso la mantenía en forma, un poco de ejercicio no hacía daño ¿No?

Puff... De nuevo el golpe me despertó de mis pensamientos, grata fue mi sorpresa al encontrarme de nuevo con esos ojos dorados-violetosos  por una segunda vez, - Esto ya no podía ser coincidencia, ¡Me estaba acosando literalmente! – dije recordando un comentario que él mismo había hecho.

-   ¡Hey chica torpe! Bonita tu costumbre de toparte conmigo, la próxima vez si iré a parar al hospital, jeje – dijo fingiendo una mueca de dolor.

-   Ah pues pero si ya sabes que es mi costumbre preferida, deberías de andar más concentrado tú también ¿No crees? – Sonrió más ampliamente ¿y yo que hice? Me avergoncé.

-   Claro claro, yo debo cuidarte, yo siempre debo proteger de que no te caigas – dijo con una voz bastante seductora, entrecerrando sus ojos y sonriendo de una forma bastante provocadora.

En ese punto ya yo estaba derretida en el suelo de la vergüenza que sentía

-   Ejem – tosí – pues suerte con eso, suelo ser muy torpe y tropezar con mucha gente.

Después de reírse pregunto - ¿Y a dónde vas con tanta prisa?

-   A clases – respondí.

-   Venga te llevo en mi auto.

-   ¿Y no ibas a otro lugar?

-   Ya no tiene importancia, pero si no quieres que vaya sigo con mi camino y…

-   Está bien, es tu carro de todas formas. – acepte y subí al auto que estaba parqueado a una cuadra de donde me lo había tropezado.

El camino fue corto, la universidad no quedaba lejos y menos en carro. Hablamos poco, sobre cosas sin importancia, y al llegar a la facultad…

-   Que te vaya bien en clases, Srta. Doctora – y con un guiño en el ojo, arranco su carro hasta la siguiente estructura.

Aun no entendía porque la Facultad de medicina estuviera dividida por ramas: General, cirugía, forense, neurología, entre otras.

Subí las escaleras, mi salón de clases quedaba en el 3er piso, camine por los pasillos hasta encontrar el aula 707; clase de anotomía corporal, me senté unos puestos cerca del pizarrón y me dispuse a escuchar la clase, mostraban fotografías de algunas partes del cuerpo y explicaban como hacer ciertas cirugías sencillas.

Entre temas de viseras y venas se me pasó el tiempo y ya era hora de finalizar la clase, vi el reloj en mi mano – 9:30pm -  me levante del asiento recogí mis cosas y empecé a tomar el camino al tren; hoy no tendría tanta suerte como la noche anterior que me llevaran a casa, volvía a mi rutina.

El trajín para llegar a casa, se podría decir que era molesto y siempre agradecía al cielo todas las noches por llegar a salvo a casa, subí a mi habitación, de nuevo con el sonido de los ronquidos de mi madre. Me dispuse a dormir, no sin antes asegurarme de cerrar bien la ventana, mire el reloj de nuevo - 10:30pm - Concentre mi mirada en el techo de la habitación y segundos más tardes ya me encontraba con los ojos cerrados y casi dormida.

Pero mi sueño fue interrumpido por el estruendo de unos vidrios rotos, lo primero que vi fue mi ventana rota y lo siguiente fue una silueta negra moviéndose por toda la habitación, rompiendo todo a su paso…

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Comentario

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Comentario de Maria Jose Acuña Belaustegui el septiembre 11, 2011 a las 7:54am
Me tiene en vilo lo de la mancha, y la sombra, muy bien escrita

ESCRITOR RECONOCIDO
Comentario de Federico Landaeta el agosto 29, 2011 a las 2:26pm

 

ESTOY MARAVILLADO, LINDA...

QUE INTERESANTE... TANTO QUE CASI ME OLVIDO QUE PEDISTE ALGUNAS CORRECCIONES... PERO COMO NO SON MAL DE MORIR, QUEDARAN EN SUSPENSO HASTA DILUCIDAR EL MISTERIO DE LAS TRES TORRES... DIGO, DE LA VENTANA DE LA SRTA. CASI DOCTORA.

 

Bendiciones incesantes

 


ESCRITORA DISTINGUIDA
Comentario de Iris del V. Ponce P. el agosto 28, 2011 a las 5:37pm

Linda... otra vez el suspenso.

Esta vez fue más corto el relato, pero se va tornando cada vez más interesante.

La chica ya empieza a socializar y como que le gusta el platinado, pero sigo con la duda... tendrá que ver él con los sucesos en su casa?

Bueno me tendré que conformar con esperar la próxima entrega, que aspiro no tarde para no perder el hilo.

Saludos 

Linda... otra vez el suspenso.

Esta vez fue más corto el relato, pero se va tornando cada vez más interesante.

La chica ya empieza a socializar y como que le gusta el platinado, pero sigo con la duda... tendrá que ver él con los sucesos en su casa?

Bueno me tendré que conformar con esperar la próxima entrega, que aspiro no tarde para no perder el hilo.

Saludos
Comentario de Linda Jimenez el agosto 24, 2011 a las 11:41pm
Bueno, espero que les guste... Cualquier critica o elogio siempre sera bien recibida.

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