REMEMBRANZA
Autora: Estela Naboulet
Desde el ventanal de la cocina, lugar donde escribo en las tardes de sol, observo maravillada
Como la naturaleza va cambiando el paisaje día a día. El jazmín japonés ha cubierto de flores blancas un sector del parque.
La primavera se acerca …
Me parece oír, entre el murmullo del viento, tu voz dulce y cantarina:
- Voy a descansar un rato - me decías a la hora de la siesta, y el micro mundo del jardín de Florida se silenciaba por dos horas.
Cinco minutos después de retirarte, casi volando, para no hacer ruido, iba a la sala donde la biblioteca, testigo de mi picardía de niña, me esperaba con los autores “prohibidos para mi edad.” Luego, recostada sobre el pasto tierno, me deleitaba con la lectura. Sabía que unos minutos antes de las cuatro, el texto elegido debía volver al estante, porque vos, que eras muy puntual para todas las cosas, te levantarías a calentar el agua para tus matecitos dulces y, encender la radio para oír la novela de la tarde.
Cierro los ojos, y te veo emocionada por lo escuchado desde la caja de madera, las voces melosas de los interpretes debían transportarte quién sabe hacia qué aventuras o evocaciones.
Eras la mujer romance, la mujer fantasía, la mujer realidad, la mujer tierna … la mujer madre.
Te recuerdo “reina“, en el caserón de tejas desteñidas, convirtiendo unas monedas en comida para ocho bocas, sin protestar, siempre con la sonrisa a flor de labios.
Tan menuda tu figura … pero con la fuerza de un león para abrigar nuestros dolores, nuestras enfermedades, penas y angustias.
No quiero abrir los ojos, porque en este semi-sueño, tu recuerdo se agiganta y vuelvo a sentir tus caricias en mi frente, tu calor, tu perfume …
Te escucho recitándome los versos más bellos, o pidiéndome, mientras hacías las tareas del hogar: -“hija, escribí lo que te dicto antes que se escape de mi mente”.- y yo, presurosa tomaba cualquier trozo de papel y plasmaba tus pensamientos, con el orgullo de ser tu mano derecha en los instantes de crear.
Aún llevo en mi memoria el título del cuento que jamás llegaste a escribir: “Tres coronas en el bosque”. ¿Cuál sería el meollo de tu historia? Me lo pregunté miles de veces; hasta que cuando me convertí en abuela, lo utilicé en un cuento infantil, que dediqué en tu nombre a mis nietos.
Sí, la primavera se acerca …
Lo noto en el trino de los pájaros, en el viento, transportador de vida y, en la congoja que me afecta … más allá de los colores, las formas y los aromas típicos de la estación.
Primavera de 1957; en agosto estrené mis dieciocho años … en septiembre, la mueca del espanto se dibujó en mi rostro cuando te vi. inerte, pálida, silente …
Te marchaste madre, te fuiste embelezada tras las nubes blancas, siguiendo quién sabe que música celestial.
Las preguntas sin respuestas, la soledad, la tristeza embargaron mi existir. Busqué en cada rincón retazos de momentos compartidos … y fui hallándote en las cosas simples de cada día.
Más adelante, porque el tiempo no se detiene, pude encontrarte en los actos importantes de mi vida transformada en los ojos oscuros, de mi hijo mayor; en la ternura del segundo; en el lirismo y sencillez del tercero, y coronando mi maternidad, hallé la niña que te prometí adoptar cuando apenas tenía dieciséis años … Ella, madre, es la fuerza que tenías vos … es la luz que me ayuda a iluminar el último tramo de mi vida cobijándome con su amor.
Cae la tarde, sacudo mis recuerdos muy lentamente, uno a uno, y los voy depositando en el cofre de mi corazón, donde tu figura etérea, jamás dejará de acompañarme.
“ Tarde de Agosto de 2006”
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RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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