MI ATARDECER

[Ilse Marina CEBALLOS]

PROLOGO

Por Antonio Cortés Pérez.

 

El sólo título de este poemario de Ilse Marina Ceballos, nos está anunciando, desde antes de entrar en él, su mundo de luminosidad, de ensueño y realidad, muchos más a nosotros que la sabemos poseedora, en alto grado, manso y revelador, de la virtud de su alma a la reflexión de la verdad en ella misma y en cuanto le alcanza del mundo exterior, próximo o lejano, en razón de su íntima, pura y sosegada convicción cristiana, y en su no menos fundamental, tranquila y reveladora inclinación por la poesía. Convicción e inclinación que se hacen en ella materia de alegría  y satisfacción, condición de vida fecunda y contemplativa, ocasión permanente de sabias, purificadoras y confortantes actitudes frente a la vida y a su propio universo interior.

 

De esa virtuosa naturaleza, por esencia dada a la contemplación de la belleza en sus innumerables manifestaciones de signos y realidades, surge este poemario, contentivo de evocaciones de cosas mínimas,  aparentemente,  de personas, hechos familiares y cuotidianos; en suma, de vivencias comunes, pero íntimamente vinculadas a ella, a su naturaleza síquica, en la floral aventura de la incursión lírica en trance de alegría o angustia, en la infinita dimensión de la Poesía.

 

Admiramos el fervor, la devoción y el permanente ejercicio poético, de tan variada temática, a que ha consagrado lo mejor de su vida, de su voluntad y de su esfuerzo creador, esta flor de bondad y ensueño de la misma raigambre tovareña que nos hace añorar con al más íntimo afecto los nombres de Doña Josefa de Olivares-Isaura y José Rogerio García, de tan clara, lúcida

Y elevada inspiración. Marina Ceballos ha seguido las huellas de sus esclarecidos conterráneos, hermanos en la emoción lírica y en la errancia, generosa y fecunda, por los encantadores cielos y tierras de su exilio interior, imaginativo y real. De ahí esta muestra de su haber poético, flor de su sentimiento, de sus visiones líricas y de su propia verdad,

No podemos menos que ponernos de parte de esta espiritual captadora de lo mínimo, lo elemental y  común de lo circundante, en generoso trance de idealización y de ofrenda poética; y lo hacemos para felicitarla con el más puro, claro y entrañable arrebato no escasos, por cierto, de sencilla, pura y nostalgiosa esencia poética. Emocional y lírico.

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[Elias Antonio Almada]