MI RELENTE MUSA

[Luis Francisco Pardo Huertas]

MI RELENTE MUSA

                Al conversar contigo, al tener tus fotos, el mundo mágico de lo que expresan tus sentimientos, lo que me transmite tu corazón y percibo de tu alma, la lectura que me dan tus ojos, al conversar con ellos, me hablan de tu interior de mujer, me siento ser una parte de ti al sintonizar mi universo de hombre con tu galaxia de dama.

                Aunque las páginas están vestidas de blanco, una a una se abren como esperando ser llenadas con nuestra amistad, ya nacen los primeras líneas con su ejército de palabras, versos como ángeles con musicales notas van llenando de trazos unas cuantas estrofas, invitando al poeta que hay en mí, hacer de mis amares y quiebros,  poesías.

,              Las pinceladas buscan dibujarse, quieren adherirse al lienzo a como dé lugar, no esperan que busque la paleta, se inquietan por qué imagine el bocetó, ni el barniz de los oleos  parecen hacer fiesta se ponen alegres, saltan, bailan, no disimulan ser duendecillos traviesos, cada uno de ellos quiere llenarse de colorido, ser prisma de un color, de otro, juegan al arco iris, están listos en primera fila para comenzar a dar su concierto de ser expresión viva del pintor.

                Los colores primarios ya están ahí en la paleta, el aguarrás con su olor característico actúa como un somnífero, un tata quieto  adormecedor a los colores que sumisos y obedientes aceptan el reto de ser soldados abnegados con tal de ser una obra de arte,

                Los pinceles con sus mostachos y bigotes, se afinan, se perfilan son señoriales de fino porte, con modales selectos de ser muy intelectuales, están listos, son unos profesionales si las manos del pintor los suele llevar con suavidad, no son amantes a la brusquedad, ni cargar tanta pintura, los ahoga, los embrutece, necesitan que el pintor sea culto, sea en verdad un verdadero artista pare ellos responder con ahínco, sutileza y delicadeza.

                Si bien cada elemento tiene su gracia, su virtud, el lienzo es el libro de un todo, su espacio, la desnudez de sus ángulos, la geometría de su centro, deben de tener un paradigma, un contexto ya proyectado, él debe recibir de su ejecutor la hipnosis retratar de la retina de las pupilas el fulgor imaginario, debe conocer de ante mano las luces, el tendido de sombras para jugar al espía, en el sabelotodo antes de recibir el primer trazó.

                Un lienzo no es solamente estar  montado sobre un caballete, él debe retratar la obra, tenerla visual de su creador, así que salta como si tuviera mil ojos en uno, no se puede permitir el lujo de ser uno más en la escena, si está mal templado, se agita en arrugas, se recoge, se pone rebelde, cuándo percibe el orden, con el ojo analítico y critico mira a su interlocutor, se comunica con su alma se toca con sus sentimientos, lee el corazón y se comunica un buen rato con sus pupilas, ya conceptuando, con la geografía y mapa del boceto, permite dar el primer trazó.

                Pintor, lienzo y oleos, y pinceles cada uno con su asignación de ante mano escrutada, discutida y bien planeada se aprestan a cumplir con su tarea, el lienzo como un adivino duendecillo y una hada encubierta invisible deja caer sus selectos polvos mágicos, son pequeños puntos que se hacen visibles a los ojos del pintor, cada punto refractivo es un indicador que color debe ir, y conversa con el pincel con cual y que cantidad se debe requerir a la hora de combinar, la obra debe de ser perfecta, si es de un consagrado artista.

                El poeta, es un pintor imaginario, con alas transcendentales que se valen de espejos, reflejos, sueños como de un vuelo de fantasía para plasmar en versos de acuarelas cada metáfora, cada uno de las estrofas tiene un tinte vistoso, un decir prisma, al desnudar los colores íntimos, al vestirlos con ingenio, para lucirlos luego con sabiduría de un genio su magistral obra.

                Ahí estas tu como la musa con el universo celeste sobre tu cabeza y en cada sien los ojos de Dios, del Espíritu Santo y el Hijo, un triángulo de visiones derramadas en relentes aires, atmosferas, polvo cósmico, dentro de las pupilas cada lágrima desgrana algo de las galaxias, los ojos se vuelven viajeros, van y vienen pasajeros invisibles y visibles, hasta ver lo terrenal, sus gemas, selvas, bosques, flora indistintas faunas rupestres como aladas, abajo los abismos del mar y sus peces, aguas cristalinas que sonríen, aguas oscuras de los malos espíritus, como un camino angosto del bien ilumina los pasos a quienes siguen a Dios.

 

LEO FRANK PARK

LUIS FRANCISCO PARADO HUERTAS

Derechos reservados de Autor 09-04.17

  

                

[Elias Antonio Almada]

Gran trabajo, felicitaciones