I
AÑO 1957
My Heart Sings
The secret way you hold my hold
To let me know you understand
The wind and rain upon your face
The breathless world of your embrace
Your little laugh and half-surprise
The starlight gleaming in your eyes
Remembering all those little things
All of a sudden my heart sings.
(Paul Anka)
La estación de ferrocarril del pueblito de Freirina, aun se encontraba vacía esa mañana. Tarek, un jovencito de trece años, había madrugado para llegar al lugar. Vestía este, un pantalón azul marino, una polera de color blanco, una chaqueta de color rojo. Llevaba sobre su cabeza, una gorra de color azul, donde se leía: “Lebanese for Ever”, en letras blancas. Sentado, en un banco de madera se animó a esperar, mientras observaba el paisaje que se mostraba ante el, como un cuadro impresionista del artista holandés, Vicent Van Gogh.
El pueblo había sido fundado en el año 1752, con el nombre de: “Santa Rosa de Huasco”, por la existencia de un rico mineral que tenia ese nombre y que se ubicaba en las serranías en dirección noreste. El auge económico de la región había ocurrido en el siglo XIX. Quedaba como testimonio de aquel esplendor: edificaciones gubernamentales, mansiones y casas patronales. Calles estrechas, con accidentes topográficos, algunas aun cubiertas con piedras redondas del río, otras pavimentadas. Rodeaban el lugar: una abundante arboleda, jardines y arbustos silvestres. Levantado en un angosto valle y a escasos kilómetros de la costa. Al norte, emergían laderas con bosques de pinos y eucaliptos. Más abajo, se apreciaban campos y sembradíos muy verdes deslizándose hasta bordear al río, el que corría de Este a Oeste. Al sur, se mostraba un paisaje agreste, arena, rocas y cactus.
Pensaba el muchacho, mientras escuchaba el trinar: de los gorrioncillos, el canto de las gaviotas y el graznido de los patos silvestres entre los matorrales. Volaban las golondrinas entre la arboleda, para luego ir a posarse sobre los cables del telégrafo, que corrían a lo largo de la vía férrea.
Eran los últimos días de febrero de 1957, el verano comenzaba a quedar atrás. Pero aun se podía sentir el calor tibio de las tardes y la frescura de la mañana. Un suave viento venia del Oeste, trayendo consigo el perfume del aire marino. Las copas de viejos árboles y ramas, estaban floridos de pimpollos amarillos. Que al soplarlos se esparcían en el espacio. Pinos, altos y centenarios, que parecían mudos centinelas y testigos de la historia del pueblo mismo. Estos se alzaban a los costados de la avenida, donde había un parque para niños, bordeado de cipreses bien cortados, con columpios, barras y un carrusel. Al centro habían construido un monumento pintado de color rojo, en forma de cruz, simbolo de la Falange Nacional, tres placas de mármol grabadas en sus costados, en una de ellas se leía la inspiración de la poetisa Gabriela Mistral, premio Nóbel de Literatura en 1952, cuya letra decía :
“Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!”
En la otra placa, los nombres de los benefactores del pueblo, la familia Callejas, encabezada por el magnate minero Don Paulino Callejas, quien exploro, explotó y fundo un pequeño pueblo en las serranias de la Cordillera de la Costa; el famoso mineral de oro, llamado: “Capote”.
Cerca estaba la cancha de basket-ball y al costado, la piscina, que en vacaciones era colmada por todos los habitantes, sin distinción. Hasta allí, venían los ricos y pobres a refrescarse y era el punto de encuentro de la juventud universitaria, secundaria y primaria.
El mar estaba a solo quince kilómetros de distancia. Para verlo. Los muchachos solían subir a lo alto de una loma, que se levantaba al sur del poblado. En ese lugar, habían construido el cementerio. Desde allí, podía divisarse la línea del horizonte, pintado el mar y cielo con un color turquesa, flotando blancas nubes como algodón, que parecían besar al Océano Pacífico. En varias ocasiones, caminó con sus amigos, bordeando la vía férrea hasta llegar a las hermosas playas de Huasco. Allí pasaron felices fines de semana, durante la época de vacaciones. El muchacho, conocía como la palma de su mano, cada detalle del paisaje. Y debía ahora, dejar pasar varios meses, para volver a recorrer los mismos lugares.
En este poblado, el abuelo había levantado su segundo negocio cuando emigró al país en el año 1910 desde El Libano. La primera tienda, la instaló en un lavadero de oro, llamado “Los Morteros”, en plena zona montañosa del Este, muy cerca de la frontera con la república Argentina, cerca de Conay en la zona de Huasco Alto. Por donde había llegado el, junto a otros emigrantes libaneses, montando mulas, siendo guiados por baqueanos. Allí, los buscadores del metal dorado, habían construido el campamento. Más abajo en los valles del Transito y San Felix, corrían dos riachuelos, que al unirse más abajo formaban el río Huasco.
A los costados, de la zona minera, estaban los trapiches y estanques para los trabajos de extracción del oro. El caserío creció, llegando a tener: dos calles, una pequeña plaza, negocios, hotel, posadas y hasta un teatro. Muchos extranjeros se habían asentado en el lugar, mezclándose con los habitantes de la zona; españoles y mestizos. Para llegar al lugar, se lo hacía a caballo, la carga era transportada en mulas y burros. El sendero corría pegado a los cerros, serpenteando quebradas, rodeadas de un paisaje de colores, flora y animales típicos de la altura. El único felino de cuidado era el puma, que llegaba a los campamentos en invierno, cuando las nevadas intensas hacían escasear el alimento.
El abuelo Anton Seeman y otros familiares libaneses, huyeron como miles de árabes, europeos y de otras nacionalidades a América a raíz de la dominación del imperio Otomano. El nacimiento del fascismo, la crisis económica y el temor a una nueva guerra. Fue la dura decisión, para abandonar su tierra natal libanesa. Luego de un trabajo sacrificado, arduo y constante Logró obtener una buena posición económica. Pues cambiaba pepitas de oro, por mercadería y baratijas.
Su padre Thomas Seeman y la abuela Haziba Haddad, llegaron al país, en el año 1922. En un barco zarparon desde Beirut a Génova y desde allí a Buenos Aires, navegaron a través del Estrecho de Magallanes, hasta desembarcar en Valparaiso. Desde allí, en tren, siguieron viaje hasta la ciudad de Vallenar, que era la de mas importancia en el valle del Huasco. Don Thomas , aprovechó los recursos económicos que su papá le entregó, para instalar su propio negocio en otro pueblito minero por cuya estación ferroviaria, se embarcaban los minerales a las plantas de procesamiento ubicadas al norte. Le habían puesto el nombre de “Domeyko” al poblado, hasta donde convergían seis caminos, sin señalización, muchos forasteros y comerciantes terminaron perdiéndose en áridas serranías. Otros decían que el nombre, era en homenaje a un ingeniero húngaro que vino a realizar estudios de mineralogía. El pueblo, fue construido en pleno desierto, con un paisaje de arena y roca, donde la lluvia-¡Si caía!-¡Alguna vez!-era una bendición de Dios. Por las tardes el ventarrón levantaba un tierral, dejándolo escondido entre una niebla de polvo. Las noches eran frías, y el viento no dejaba de golpear los tejados, puertas y ventanas. Rechinaban las paredes de madera y crujían las ramas de los escasos árboles viejos, que desafiaban al inhóspito lugar. En esta localidad, Thomas Semman, instaló una tienda y un cine.
http://www.monografias.com/trabajos-pdf4/libaneses-huasco-i/libanes...
Amir Ibn Tawfik Seeman
Diciembre, 2003
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Beirut, Lebanon
Lebanese Union Overseas S.L.
Lebanese Emigration Research Center
Notre Dame University-Zouk Mosbeh
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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CUADRO DE HONOR
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