Alberto O. Cabredo E./Abogado rotario /Comisión Valores Club Rotario Panamá (opinion@epasa.com) / PANAMA AMERICA
Cuando el grano empezó a causarle comezón, le puso cuidado, pero no hubo ungüento que lo hiciera desaparecer, la pústula crecía a su antojo. Aquello no distraía mucho su atención, pero finalmente tuvo que acudir a un facultativo que procedió a abrir el grano topándose con el eslabón de un collar de oro. Le preguntó si había sufrido algún accidente o trauma en su antebrazo, y el paciente respondió que no.
El episodio pasó sin mayor embrollo y Ansberto volvió a sus asuntos diarios. Era un hombre egocéntrico que pensaba como muchos -que no eres sino que lo que tienes-. Tal vez por ello, las joyas le resultaban artículos imprescindibles. Esta obsesión de acumular gemas se evidenciaba en su interés descomedido por lucirlas, se colocaba no uno sino varios collares, pulseras, anillos, relojes y prendedores.
Sí, era un hombre de gran vanidad y nadie sabrá nunca si le interesaba un zarcillo que su forma de ataviarse le causara inconvenientes. Sin embargo, volvió a salirle otro grano similar al primero, y luego otro y otro y otro más, lo que le hizo correr a atenderse con el dermatólogo que le vio la primera ocasión. Luego de auscultarlo meticulosamente le indicaron que aquellos granos parecían tener la misma causa que el primero; un objeto de origen metálico incrustado en la piel, y para asombro del galeno y Ansberto, a medida que rasgaban cada grano se encontraban con partes de una prenda o joyas completas.
Era diciembre, se acercaba Navidad, abundaban las ofertas, así que decidió ir a una joyería en que anunciaban una fabulosa rebaja. Al entrar no causó asombro al joyero, pues todos los que se dedicaban al negocio habían oído hablar de Ansberto. Al “pobre” le había costado mucho llegar al sitio, cada paso fue una tortura, cada movimiento del cuerpo un roce de joyas que le causaba un terrible dolor y al plantarse frente al mostrador, sin previo aviso se quedó paralizado. El joyero lo miró fijamente y lo tocó a ver si reaccionaba, y al notar que estaba impedido, cerró las cortinas, llamó a su ayudante, cargaron a Ansberto al sótano y procedieron, cual habilidosos técnicos, a desmantelarlo con gran destreza.
El joyero estaba realmente entusiasmado, pero no contaba con que su ayudante pensaba en la llegada de la Navidad y en consecuencia, fundió todo aquel oro, y escapando de la tienda lo regaló en varios barrios necesitados.
De Ansberto, bueno, de Ansberto nadie sabe nada, pasó al olvido a causa de su gran avaricia.
Comentario
GRACIAS POETA CRÍSPULO CORTES POR SU COMENTARIO A MI ESCRITO, SALUDOS CORDIALES Y FELIZ NAVIDAD A USTED Y LOS SUYOS
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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