Reencuentro con el Pasado
Qué hacía por esa calleja del poblado gallego un tibio día de enero, bajo los rayos del sol.
Me recuerdo por esa calle solitaria y de pronto ese portón entreabierto que invitando a entrar. Qué impulso me llevó hasta allí, qué rincón del subconsciente me dijo: No tengas miedo, entra.
Mis pies apenas calzados con unas sandalias finas, rozaban el pedregullo del sendero, casi lastimándolos. Pero no me importaba, yo seguía con paso firme hacia delante. Los costados del mismo estaban cubiertos por hermosas y coloridas flores; allí, al fondo, se observaba una mansión triste y descolorida por los años. De quién era esa casa, por qué me atraía tanto como el imán al metal. Llegué hasta su entrada. El portón imponente, de gruesa madera, estaba cerrado. Titubeé un instante y me decidí a llamar; tomé la aldaba dorada, representaba una mano abierta hacia abajo, la accioné. No obtuve respuesta; volví a mover la aldaba, el mismo resultado. Entonces tomé la manija empujé y el portón se entreabrió con algunos chirridos.
Frente a mi aparecía un largo pasillo con grandes cuadros de hermosos paisajes y algún que otro retrato. Un aroma de suave olor a incienso aromaba el ambiente. Al fondo del pasillo tres puertas: Una daba a un jardín de invierno con las mismas flores coloridas del sendero y algunas palmeras. Allí una niña y un niño jugaban al aro, junto a ellos, una muñeca de porcelana finamente vestida descansaba en una cochecito de muñecas. No me vieron, seguí caminando. Abrí la del fondo, una cocina antigua, algo deteriorada; en el centro se veía una mesa, cuatro sillas de madera con almohadones floreados encima, el mismo motivo de flores cubría la ventana. A la derecha una alacena llena de utensilios de cocina: Platos, vasos, teteras, cafeteras y tazas. En los cajones donde supuse estarían los cubiertos. A la izquierda una cocina a leña y sobre ella, colgadas de la pared, ollas, sartenes, espumaderas y cucharones. A su lado algo que parecía una cajonera con alambre en la que imaginé guardarían los comestibles para airearse. Miré por la ventana, daba al jardín de invierno. Los niños seguían jugando. La cocina estaba desierta decidí salir y entrar en la otra habitación
Qué me retenía allí, frente a esa puerta sin abrirla, qué temía encontrar si a la otra había entrado rápidamente. Una fuerza extraña me sujetaba los brazos pegados al cuerpo. Superando el temor, abrí y entré.
Me encontré con una sala amplia, el living comedor: en el centro, una elegante mesa cubierta con un mantel de hilo bordado a mano y sillas tapizadas de color natural. Al fondo, un retrato casi de la altura de la pared de una bellísima mujer con un vestido rojo largo, cabello suelto renegrido y ojos verdes semejantes al agua cristalina del río. ¡Qué bella mujer!, dije para mis adentros. A quién me recordaba. No podía dejar de mirarla.
En la parte delantera un juego de sillones tapizados de color crema, una mesita ratona, un hogar, apagado por la época del año y una reposera en el centro. En ella una anciana de cabellos blancos, giró la cabeza me miró con dulzura y me indicó que me acercara. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, permanecí petrificada en el lugar. Ella volvió a invitarme a acercarme. Despacio lo hice, me agaché a su lado, me tomó la cabeza entre sus dedos finos y delgados. Me acarició con ternura, una gran paz se adueñó de mí, entré en éxtasis, no quería separarme de ella. Yo conocía a esa mujer, pero de dónde. Una luz iluminó el ambiente, mis ojos se fijaron nuevamente en el retrato y en ella, eran la misma persona, una joven, la otra vieja, y yo las conocía. Pero de dónde. Y esos niños del parque, quiénes eran, qué tenían que ver con la mujer.
Pasé un buen rato pensando, tratando de recordar. De pronto la claridad se hizo en mi mente; era ella, la mujer del retrato que tenía mi abuelo en su mesa de luz. Era ella, esa joven que dejó riqueza, nombre, posición social, linaje por amor y se vino a la patria a vivir como una pobre dama, pero enamorada; que dio su sangre a la tierra, dejó dos niñas pequeñas solas a cargo de su hombre; él solo crió a sus hijas y llevó muy bien adelante su obra. Los niños del parque, sin duda, eran ella de niña, el varón, su hijo que partió rumbo a donde no se regresa jamás casi junto con ella
Un ruido estrepitoso me sacó de la ensoñación en que estaba. Me paré, fui hacia el ventanal. Ya había caído la tarde, la calle seguía desierta. Entonces, de dónde provenía ese ruido. Me di vuelta, ella ya no estaba, había partido; rompí en sollozos angustiosos con total desolación. Ya nada me retenía ahí, por qué se había ido. Siempre quise conocerla, ahora que lo había logrado me dejaba sola. Mamá y el abuelo siempre hablaban de ella, de su gran dulzura y belleza. Así era, lo había comprobado.
Sin nada que me retuviera por más tiempo, dejé de la sala, cerré la puerta tras de mi. Regresé por el pasillo hacia la entrada. Salí al sendero. Ya no me parecía bonito, hasta las flores lucían mustias y descoloridas.
Llegué a la calle con las lágrimas aún en mis mejillas, anduve unos pasos, me di vuelta para mirar nuevamente hacia la entrada. Seguramente era su casa de la infancia y juventud, la de Monteagudo, en su Galicia natal. Giré la cabeza, comencé a correr en loca carrera.
Atrás quedaba mi infancia ya muerta para siempre.
ANA MARÍA HERNÁEZ 2 / 07 / 2010
Comentario
AHORA SÍ ESTOY CONTENTA Y NO PORQUE ME HAYAN TIRADO FLORES SINO PORQUE ME LEYERON ESO ES LO IMPORTANTE MUCHAS VECES LE RESTO TIEMPO HASTA A ESCRIBIR PARA LEER TODO O CASI TODO LO QUE LLEGA A MIS MANOS TENGO TRABAJOS ATRASADO DEL TSLLER LITERARIO Y PIENSO PRIMERO ES LEERLOS A TODOS Y DESPUÉS PONERME A TRABAJAR
Que hermoso cuento!!! Me gusta porque parece que hubieres hecho una madeja de recuerdos.
MUY BUENOOO!!!
ABRAZO ARGENTINO
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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