Reseña sobre nueva obra del autor panameño ANDRES VILLA

[ALBERTO O. CABREDO ECHEVERRIA]

SOBRE LA NOVELA RUNNELS – EL VERDUGO DEL YANKEE STRIP

En primer orden, debo reiterar mi afición por la novela histórica, sea biográfica o no. Solo por mencionar algunos ejemplos de este género, cabe señalar las extraordinarias novelas de Taylor Cadwell, entre las cuales está Médico de cuerpos y Almas y las de Marguerite Youcenar, Memorias de Adriano y Opus Negris. Y qué decir de América latina, en donde éste ha sido un género bien desarrollado, baste indicar dos obras recientes: El General en su laberinto, que recrea los últimos días del libertador Simón Bolívar, cuyo autor – no es necesario decirlo – no es otro que Gabriel García Márquez, y por supuesto la novela publicada por otro Premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, titulada La fiesta del Chivo.

En nuestro medio, han desarrollado este género autores como Ramón H. Jurado, Gil Blas Tejeira, Rogelio Sinán, Gloria Guardia, Justo Arroyo, Juan David Morgan y Carlos Cuestas, entre otros. Por cierto, se une a esta pléyade de autores el escritor Andrés Villa con su ya estrenada obra Correoso – Arrabal Ardiente y esta nueva novela que ocupa nuestra atención, titulada Runnels – El verdugo del yankee strip.

En el prólogo de la novela, escrito por el señor Surse Pierpoint, se nos introduce  de inmediato en el tema de la novela, ubicándonos de inmediato en la periodo y ambiente en que acaece la misma. Así, nos señala que en nuestro istmo “…Hubo un momento en que se encontró a la merced de facinerosos. Los empresarios  norteamericanos  desesperados empezaron a  buscar como imponer el orden en la ruta,  antes que su inversión millonaria se esfumase ante la competencia de otros intereses como los del Comodoro Vanderbilt quien eligió Nicaragua como una alternativa. Con su amplia red de contactos, los dueños de la concesión Panamá consultaron con el alguacil de San Francisco quien les recomendó un antiguo Texas Ranger de nombre Randolph Runnels.” 

¿Y quién o qué era un Texas Rangers? A esta interrogante debemos responder, con base en lo expresado por el propio autor del prólogo, que los mismos eran una milicia nacional constituida en 1820 originalmente para defender lo que luego sería el estado de Tejas “…de los indios comanches y las tropas mejicanas quienes se resistían ante el avance de la marejada de norteamericanos que llegaba lenta pero inexorablemente en búsqueda de un mejor futuro.”  

Surse Pierpoint nos advierte que no se conoce mucho sobre Randolph Runnels como  miembro de ese cuerpo policial, pero sí de su paso por Panamá. Coincidimos con el autor del prólogo de esta novela de quince capítulos y más o menos 28,803 palabras, en que la misma se ubica en una periodo en que la hegemonía norteamericana en el istmo panameño se iba consolidando de tal manera que permitía la presencia de un “Sheriff” con el propósito específico de imponer orden durante la construcción del Ferrocarril de Panamá. En el epílogo de la novela, Andrés Villa explica aquella presencia en el istmo como sigue: “Runnels es una figura controversial, un héroe para muchos norteamericanos y para panameños y estudiosos de historia de otras naciones que aprecian su labor pacificadora en la zona transístmica a favor del comercio mundial. Otros lo  identifican como  un elemento perturbador que comenzó la larga lista de intervenciones por parte de los Estados  Unidos a la soberanía  de Panamá que culmina con la invasión de 1989.”

Al margen del criterio que sea utilizado para analizar las acciones de este personaje legendario en nuestras tierras, Randolph Runnels permite al autor de la misma recrear una época para muchos absolutamente desconocida, por supuesto, de la mano de una ficción que metaboliza de manera creativa circunstancias de un tiempo y espacio que permitió la presencia y actos de un personaje como el cowboy que da pie al título de la novela, eso sí, a contracultura de muchos panameños que desconocen episodios como éste y los narrados por Andrés Villa en Correoso - Arrabal Ardiente, con los cuales Villa permite al lector impróvido entender algunas de las circunstancias que dilataron tantísimo la obtención de una soberanía plena en el istmo centroamericano.

Cabe indicar, que en los cuatro primeros capítulos Andrés Villa nos introduce habilidosamente en un ambiente exuberante y agreste, sin Dios ni ley, lleno de intereses contrapuestos que hacían de todo proyecto una proeza difícil de concretar. Con la habilidad que solo brinda el buen oficio, nos ubica en un escenario que justifica – dentro de los parámetros de la novela - la contratación por parte de Pacific Mail Steamship de alguien que impusiera disciplina en un sitio que crecía de manera delirante y violenta (la presencia de una figura con características que el autor define como: “una especie de guardián del orden”). Pero Villa no se detiene allí, por el contrario, va más allá y, con mano diestra, describe al lector la situación socio política y económica que vivía el istmo de cara a las potencias económicas del momento.

En este orden de ideas, no se puede soslayar que Villa introduce habilidosamente en la trama toda clase de detalles de época, aprovechando el relato para ilustrar al lector, como hemos indicado, sobre el Panamá entonces. Para muestra, el siguiente párrafo: “En verdad que las autoridades de Nueva Granada tenían olvidada Panamá. No sabían cómo  tratar a los istmeños.  Aún viendo la llegada del ferrocarril y notando el interés creciente de las más grande potencias por dominar ese territorio separado del resto de su geografía por  mares y una de las regiones más selváticas del mundo, el Darién. Estas eran pruebas palpables, pero los colombianos no sabían manejar esa situación y el descontento  de los panameños crecía con los años.”

Hay que recalcar que el afán de Andrés Villa por rasgar el velo de los años y ofrecernos este tipo de relatos resulta sin duda muy beneficioso, dado que rescata - como ya he expresado antes - retazos que por una u otra razón no han sido explotados adecuadamente por la historiografía local. A este respecto, Harold Bloom nos regala este párrafo: “La victoria del poeta fuerte es una victoria sobre el tiempo y la muerte. La literatura es un sistema que permite defenderse de la muerte y el olvido posterior, pero es un sistema egoísta: quien se salva de la muerte y el olvido lo hace a costa de los demás. Si el canon literario es una barca que conduce a las tierras de la inmortalidad, no hay lugar para todos en ella: los más fuertes echan a los más débiles por la borda.” De ahí la importancia de conocer, así sea de manera novelada, episodios que marcan con cruces rojas la historia nacional, y digo con cruces rojas, porque es necesario su conocimiento para establecer de dónde venimos y hacia donde vamos.

Pero volvamos a RUNNELS – EL VERDUGO DEL YANKEE STRIP, a este respecto y en torno a los métodos utilizados por el autor, es importante hacer mención de la explotación primordial que hace de la voz omnisciente, siempre presta a brindar apoyo a la narración, ya en medio de la trama descriptiva o los diálogos, así como también de un personaje espectral que de modo reiterado se le aparece al personaje principal quizás como su propia conciencia. Y es que a no dudarlo, Runnels no se andaba por las ramas, como ejemplo este dialogo de la novela:

“En los corrillos de la ciudad, en el arrabal, en Venta de Cruces,  el tema no era otro que el de los colgados.

--¿Hasta cuándo  Panamá va a estar así? No somos ni chicha ni limonada.   Ya  países como  Ecuador, Venezuela se separaron de Colombia y  nosotros seguimos allí guindando del mapa de  una República inmanejable.  Con un nombre raro: Nueva Granada.  ¿Qué tenemos nosotros de neogranadinos?

-- Yo creo que tienes razón,  amigo. Por eso pasó lo que pasó. Que un americano desconocido venga y  cuelgue  en nuestras propias narices a  treinta de la muralla del cuartel de Las Bóvedas.

--Bueno,  pero es que la Nueva Granada no hacía nada con esos bandoleros. De repente llegaban  se envalentonaban y comenzaban a robar aquí mismo en la plaza de la Catedral.

 Las voces provenían de un  grupo de personas que en la tarde conversaban en las cercanías de la Plaza de Santa Ana, la iglesia del arrabal.”

Sin duda, nuestro proceso intelectual dibuja claramente la escena del ahorcamiento, avivado claro está por el quehacer del novelista, quien de manera indirecta y absteniéndose de un bosquejo detallado cuenta el evento, induciendo en consecuencia la imaginación del lector a la figuración de una imagen dantesca de treinta colgados.  Ahora bien, este recurso no es utilizado en toda la novela, ya que Villa también hace gala de su destreza narrativa describiendo encuentros en que dibuja con sentenciosa claridad persecuciones y ahorcamientos.

Es preciso recalcar que tales ahorcamientos constituyen una estrategia para presentarnos un territorio convulsionado en que se entremezclan el caos y el futuro promisorio en un proceso de decantamiento que terminará por cimentar las bases del nacimiento de una república. Consideramos por todo lo expuesto, que Andrés Villa no solo narra una novela de aventuras sobre un individuo que imponía el orden a fuerza de pistolazos, sino que se cuida de ir más allá, ofreciéndonos un aleccionador relato lleno de detalles que denotan un esfuerzo investigativo que logra plasmar una etapa concreta de la historia del istmo y con ello, vuelve a obsequiarnos con una enriquecedora producción literaria.