LUCES Y SOMBRAS
El rojo carmín adorna la boca y anuncia el trote avispado que inicia la marcha de todas las noches. Su edad no limita el renombre logrado, y aún el gerente le premia sentarse en el bar. Pero es dura esa vida y es poco el descanso. Molidas caderas, maltrechos riñones, rechinan mil goznes de camas cansadas y sábanas mustias por cada ocasión.
- ¡Jo! Esta noche estuvo dura, dura, dura, pero lucrativa. Once clientes a ocho dólares, valió la trasnochada. ¡Je, je, je! El último quería que aullara y trepara las paredes, ¿de dónde iba a sacar el aire? Si lo que ya quería era salir corriendo de aquel cuarto que me muerde las suelas de zapato.
Ahora bien… la rutina no siempre es rutina, a veces hay sorpresas. Te toca el cliente con que alguna vez soñaste: cortés, inteligente, sin aires de Don Juan y dadivoso. El que te alegra la noche, ese que llega los viernes con vestido oscuro y sin corbata, que pide una mesa y enseguida te busca, que al final de la noche te lleva a un hotel que vale la pena. Se convierte en recreo semanal aquel tipo de conversación amena que no requiere ni madre, ni consejera, ni confidente, sólo tu simple compañía.
¡Claro! La pregunta brinca en tu mente - ¿por qué te escogió a ti? - .
- Pasado el tiempo concluí que leyó en mi rostro que no deseaba sacarle nada a nadie, que me bastaba con cobrar mi tarifa y lo que menos buscaba eran complicaciones. Lo jodido fue cuando me dijo que le cambiara unos cheques, que no era nada, que era un personaje público (hasta entonces me entere de aquello), que hacía dinero con trabajo honrado, pero como andaban las cosas con la oposición, no quería que nadie lo juzgara mal. ¡Y yo caí como zamarra boba! Al principio me los endosaba, después vinieron a mi nombre y nunca me dio ni comisión. No era necesario, me tenía alucinada.
oooo
Tú que no confiabas ni en ti misma viniste a caer en esa pendejada, ¿Acaso te estabas enamorando? Si siempre te burlaste de las idiotas ( que así las llamabas), aquellas que aceptaban paseos a la playa, idas al cine, a restaurantes, como si fueran novias de sus parroquianos. ¿Caíste tú en la trampa? ¿Tú que venías de vuelta y que decías sabértelas todas?. Todavía te lo preguntas, como si no supieras que sí, que caíste redonda....
Aquella noche te arreglaste lo mejor posible - ya el espejo te espetaba el reflejo de todas las batallas -. Fuiste a buscarlo a la discoteca y lo que encontraste fue a dos policías que cargaron con tus huesos hasta la Policía Técnica Judicial.
oooo
- Llegué a la PTJ y me encontré con mi galán, esposado igual que yo. Me dijo que no abriera la boca, que no dijera nada, que él me ponía un Abogado y me libraba de eso, ¡sí claro!, como sino fuera ducha en traiciones de hombres. ¿Adivinan?, hice todo lo contrario, canté desde cómo lo conocí, pasando por cuantas veces retozamos, incluyendo el día, hora y lugar en que me pidió que le cambiara el primer cheque, cuántos cheques le cambié y qué suma total le entregué al final del camino sin que nunca me obsequiase un real, confiando como idiota en que era un caballero y olvidando, que es de caballeros mentir todos los días.
oooo
Eras mujer curtida, dormir en el suelo de la Policía Técnica Judicial no te iba a rajar los nervios, llamaste a una vecina y le avisaste lo que estaba sucediendo. Confiabas que al desgraciado lo hundieran tus declaraciones y que a ti te soltaran más temprano que tarde.
A la mañana siguiente escuchaste el griterío, las voces te resultaron conocidas, la vecindad entera estaba a las puertas de la PTJ gritando a coro tu nombre. Acaso no sabían los gendarmes que tu eras la “Santa del barrio”, que a ti acudían para pedir dinero, para pedir posada, para cuidar los niños, para dirigir rosarios cuando se velaba un muerto, para ayudar al cura a convocar a misa (porque en aquella colmena de infortunios ya había menguado la fe). Que tú eras salvavidas, ambulancia y hasta comadrona en casos de urgencia. Que no había un chiquillo que no alimentaras si lo necesitaba, ni pareja que no te buscara en tiempos de trifulca. Les costaba creer lo que oían, pero la comunidad – tú comunidad - era capaz de entrar a sacarte sino te soltaban, así que terminaron dándote una medida cautelar bien cómoda para mandarte de una vez a casa.
- ¡Que jodienda! Yo que soy mujer honrada y sufrida, que me friego trabajando y lo que gano lo comparto con la vecindad, voy a terminar llamada a juicio como una criminal. Lo último que falta es que vaya a parar a la cárcel, cuando lo poco que tengo me lo he zurrado, pero bien zurrado. Bueno, esta noche no puedo trasnochar, mañana domingo el cura hará una misa bien temprano para pedir a Dios que me proteja: ¿Ustedes vienen verdad?...
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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CUADRO DE HONOR
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