CARTA PARA SER LEÍDA
Quizás algún día puedas leer estas palabras; porque, estas palabras, tan sólo son para venerar tu sencillez, tu humilde sonrisa al bello vivir, tu desprendimiento de a m o r .
Ellas se han formado, en efecto, de las miradas sutiles que te han deseado, de las miradas soñadas que te han cuidado una especial valentía, de las miradas que siempre te vieron desnuda, tan espontánea desde el c o r a z ó n .
Ellas son no más que para decir tu claridad, no son oscuras, ¡ay!, bonita; no, no pretenden hechizar así por así con rodeos, ni siquiera enjoyarse con ya vanas retóricas.
Son la sinceridad de quien te ha preferido entre tantas cosas, de quien quiere – al menos – regalarte ánimos, o vida, de quien te siente en la sangre y, ahí, te defiende; sobre todo te respeta como a ti tal como eres, sí libre como eres, esperanza tuya, esperanza de m u j e r .
Por eso el
amarte es pensarte – en una simple libertad – tu libertad, comunicarte imaginado mis emociones y acercarme a las tuyas, acariciarte – ¿por qué no? – para que, en eso, me seas caricia, para pintarte acaso – ¡oh sí! – mis sueños en tu alada piel, para que me enternezcas y, tan para ti, se escuchen además con un profundo ardor íntimo de entraña inmarcesible esos tus latidos ante mí.
Estas palabras son contenido... fiel.
Ellas son lo que yo quiero, lo que yo vivo porque es el Amor o su extensión – al fin y al cabo – quien vive de verdad, sin artificios; pues el resto es simplemente, simplemente apenas, caminos y, a veces aun, equivocados hacia él. El a m o r – ¿qué lo impedirá totalmente? – es siempre la fuerza, es todo lo que puede hacer que una ilusión aún siga, que un dolor por duro desaparezca, que – ¡ay créeme! – una puerta imposible – plenamente imposible – se abra.
Yo no sé..., no... o sí... por ti. Yo, sólo por el amor, estas palabras te digo, éstas entregas que no intento que sean grandes ni pequeñas, de esas rebuscadas ni excedidas de ya vana cursilería; son, en alteza nuestra, aves tan amadas como el espacio que corazonan, como el aire que bienperfuman, como el silencio que melodizan.
Son, a lo tan estrafalario, al total abrazo, así:
palabras de amor, con un jugar de niñez quizás, para el s i e m p r e por sed de un mar, son así; son, claro, casi nubes eternas en lo que a inquietud se refieren – es lo que siento –, vagar sin miedo, manos íntimas siempre a vuelo en su abrir de esperanzas.
Te quiero.
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