Este relato fue escrito en Gaiman, Patagonia Argentina, provincia de Chubut, después de una visita profesionar que hicera en 2009.
Lo rescaté y lo publico, con cariño y nostalgia.
Una Experiencia Personal
Estaba en Gaiman , comprando regalos en un boliche de la zona, cuando una señora de sonrisa dulce y modales correctos se acercó a esta cronista: ¿Vino usted a la Feria del Libro?, espetó de jarro.
-Sí y a hacer notas sobre Gaiman, contesté.
-Tome mi tarjeta y venga a visitarme. Le daré un té galés mientras le cuento historias de antepasados.
La oferta era tentadora. Había llegado a Gaiman hacía dos días y el paseo histórico que el secretario de Turismo, Waldo Williams, me convidó, ya me había puesto en situación. Sabía de la historia de los colonos galeses desde siempre, pero esa refrescada, esa vivencia fue estupenda. Escuchar la historia de una descendiente de galeses, en su propia casa, tomando el té, completaría gran parte de mi curiosidad por este pueblo, ya ciudad, a donde acudí a la 24º FERIA DEL LIBRO DE GAIMAN Y 4º PATAGÓNICA organizada por la Biblioteca Popular RICARDO JONES BERWINY y fui invitada por la Secretaría de Turismo de la Provincia de Neuquén y la intendencia de Gaiman a redactar vivencias en notas periodísticas que fueron debidamente publicadas después. Encontrar la casa de la señora Owen, no me fue difícil. Ella fue certera en la descripción de datos. Golpeé la puerta con cierto temor pero su sonrisa transparente y su mirada clara me tranquilizaron. Mi vista recorrió el living comedor después de los saludos, comprobé que la austeridad y el buen gusto reinaban en esa casa y dije. “Me dijeron que cuando uno va por primera vez a una casa galesa debe llevar esto “y le entregué un obsequio, que adquirí en la misma regalería donde conociera a mi anfitriona, conforme el consejo de la dueña del local de ventas. Owen agradeció conmovida y ni bien me senté, empezó a recordar: “Vivíamos en una chacra de la zona de Angostura, mi padre John Owen vino con Grace Jones, mi madre, en el barco VESTA, uno de los navíos donde se trasladaron los galeses hasta la Patagonia, buscando un nuevo hogar. Es que los ingleses, por entonces, nos habían declarado la guerra en busca de los metales y minerales que tenía la región de Gales y los lugareños buscaban un sitio en el mundo, donde cultivar sus tradiciones y preservar su lengua”.
Los Owen recalaron en Puerto Pirámides y bien pronto el gobierno argentino les asignó una chacra cerca de Gaiman, donde la cercanía del río permitía los cultivos. Por entonces, nadie sabia que el río desbordaba y arrasaba sin piedad lo que encontraba a su paso. Bautizaron a la chacra Pen Deryn (Cabeza de Pájaro) y tuvieron 4 hijos. “Nos llevaban de vacaciones en el tren de trocha angosta. Íbamos a la playa de Trelew y luego a Puerto Madryn. Nuestros padres murieron jóvenes y quedamos al cuidado de parientes y amigos. Fuimos a la escuela rural 130 de La Angostura y pasamos la infancia entre las bardas y el río donde jugábamos y nos divertíamos. Caminábamos hasta la capilla Capel Salem (yo tengo la llave, soy una de sus custodias) y allí había oficios, charlas religiosas y morales, plásticas, juegos, bailes y fiestas con comidas galesas. La capilla estaba construida de chapa de cinc, empezó a funcionar en 1902 y pertenece a una congregación protestante independiente. El 28 de julio, se conmemora en esta región, la llegada de la Mimosa, el primer barco que trajo a galeses pioneros a Puerto Madryn. La Patagonia, fue la tierra elegida después de varias averiguaciones y viajes: algunos galeses quedaron en Estados Unidos de América, otros en Brasil y los otros llegamos a estas tierras argentinas en busca de un lugar en el mundo donde vivir, hablar y trabajar como nuestras costumbres nos indicaban. La llegada de la Mimosa se festejaba siempre: los feligreses de mi capilla y los de las otras también, preparaban comidas, dulces, se cantaba, se bailaba, se conmemoraba y se rezaba con amor. También se estrenaban canciones trovadoras y poesías exclusivas”, continúa narrando la señora Owen, mientras prepara agua caliente para ofrecer su té.
“Un día jugábamos con mi hermana y vimos que el río crecía. Nosotras medíamos con palitos para ver cuanto iba a afectar al pueblo. Habíamos oído de otras inundaciones que afectaron la ciudad y de la preocupación de los galeses por desviar el río para conseguir una vida tranquila en este sitio del mundo. De pronto, escuchamos a unos chacareros que pasaban por allí: “Se reventó en lo de Zampini”, comentaban. El río había encontrado su parate. Fue en la capilla galesa. Era nuestra escuela, nuestro culto, nuestro lugar social. El río se apiadó de ella, no la llegó a anegar. Dios puso su mano salvadora. Nosotros, nos salvamos porque nuestra chacra estaba enclavada en lo alto del valle; pero vimos, las dos de la mano, como se inundaba la plaza, los edificios. ¡Cuántas familias amigas perdían sus recuerdos, sus valores, sus mobiliarios que, poco a poco había podido comprar! Fue duro, terrible. No lo puedo olvidar. Las dos llorábamos recostadas la una en el hombro de la otra. Se nos iban los sueños, las vivencias, los recuerdos. El río mermó su intrépida crecida. El sol patagónico iluminó presuroso y nosotras volvimos a casa que estaba seca, sólida, esperándonos. Y estamos acá”, dice mientras llena la mesa de scones y tortas y sirve su té galés, con la tetera convenientemente cubierta con un tapadito de lana de colores luminosos. Y recomienda: “Esta torta es muy fácil: Ponga 1/2 taza de harina, ½ taza de aceite, un huevo, jugo de limón. Nueces, pasas de uva y una l/2 taza de azúcar. Mezcle con leche y vuelque en un molde enmantecado y enharinado. Mire el horno visor de vez en cuando. Fíjese cuando leve y esté dorada. Sáquela y disfrútela.”
Ella se llama Owen, tiene 68 años y nunca me dijo su nombre de pila. A mi requerimiento de ¿dónde se compran dulce caseros? Llamó a su hermana por teléfono y envió a su chacra a buscar dulces de frutas para que yo los pagara más baratos. Los trajeron. Y me despidió con la misma sonrisa dulce con la que me recibió sin dejar de darme sus datos para que la vuelva a visitar. Mientras desandaba el camino hacia la Feria del Libro, emplazada muy cerca de su casa, iba recordando lo que una de las pioneras, le dijo a su nieta. “Hay un lugar en el mundo. Búsquelo, como dice la abuela de Teggal y lo va a encontrar”. Teggal es una niña amiga. La abuela, una sabia.
Vilma Lilia Osella
Comentario
Gracias Por compartir tan bonita historia. Cordialmente, Chente.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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