Dios es el Otro, 11 místicas y escritoras medievales: una ventana que nos invita a mirar más allá, a lo lejos, hacia adentro y a lo alto
Presentación del libro en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Uruguay 1371, el miércoles 20 de agosto de 2014
Conocí el libro de Vilma Osella, “Dios es el Otro, 11 místicas y escritoras medievales”, antes de que hace pocos días estuviera impreso; lo leí en unas pruebas de imprenta. En el prólogo del libro comento que lo fui leyendo, en esas hojas sueltas, en un tren bastante lleno en que iba un sábado por la tarde desde la estación Constitución hasta Adrogué, donde pasaban vendedores ambulantes que ofrecían pulseras, chocolates o dvds de cantantes de moda, donde había conversaciones de otros pasajeros con el fondo del traqueteo del tren, donde una mamá amamantaba a su hijita a la vez que vigilaba a otros hijos que iban de pie, etc. etc.
Y donde no me costó mucho zambullirme en la lectura de un libro sobre once mujeres medievales, su oración, su trato con Dios, lo que supuestamente requeriría un tiempo, una tranquilidad y un silencio que parecen difíciles de hallar en el ruidoso ambiente urbano y en tiempos posmodernos cruzados por mensajes cortos, intermitentes y a veces contrapuestos.
Es que “Dios es el otro” es un libro que atrae, bien escrito, que se deja leer, y que abre una ventana a la interioridad de unas mujeres que dejaron la impronta de su relación con Dios en sus escritos y en sus vidas, que Vilma Lilia Osella se esmera en presentar, donde no hay contradicción entre la contemplación mística y el volcarse a la música o las letras, la herboristería, la medicina y la cocina, la tarea caritativa con los más necesitados, el diálogo y el consejo a figuras de gran peso, incluso reyes y papas. Como cuando Hildegarda de Bindgen le escribe al emperador alemán Federico I y le dice: “En mis misteriosas visiones os veo como un niño que obra sin razón ante los ojos de Dios. Tened cuidado que el Rey Supremo no os castigue por la ceguera de tus ojos”. ¿Quién le otorgaba ese coraje? pregunta Vilma y recuerda que el rey podía determinar su muerte.
Es otra época, hay que trasladarse mentalmente, ubicarse en ese momento en que las mujeres no solían tener actuación notable en la vida pública. Y en ese entonces ellas lograron incidir en la mentalidad de muchos. Vemos en ellas no sólo un centrarse en Dios, en la calma de una vida retirada, sino un afán de apostolado, de darlo a conocer. Como cuando Haydewich de Amberes escribe a sus amigas, en sus poemas:
“Dirígete enteramente en amor/
Hacia Dios el dulce que te creó/
Y que te ayudó en esto/
en que vivas entre gente/
que siente un amor elevado por Dios,/
Y te habla en escritos sobre El…”
La autora, Vilma, dice que Hadewych de Amberes es para todos una mistagoga; esto es, “una maestra que ayuda a comprender los misterios, que inicia en los misterios, especialmente los Santos Sacramentos, que inicia en ellos y conduce a otros al misterios”.
Pero aunque nos cueste entrar en ese mundo espiritual, aunque haya que mirar hacia atrás, situarse en ese universo medieval, al buscar a Dios, al intuir las vivencias de esos corazones femeninos y compartir sus ansias de la vida eterna, comenzada aquí, nosotros encontramos fuertes puntos de contacto con las místicas que la autora nos presenta. Dios está en todas partes -en los pucheros, decía Santa Teresa-, y también en el traqueteo de los trenes. Y no deja de estar suscitando sed de eternidad, de verdad, bien y belleza en los corazones, hoy como en la época que a ellas les tocó vivir.
El libro es como una ventana abierta, que incita a mirar hacia adentro, hacia la interioridad de esas almas inquietas; hacia lo lejos, a unas circunstancias lejanas que nos permiten un contrapunto con las que hoy nos afrontar; hacia lo alto, hacia ese reino de los cielos que Jesucristo nos desvela –corre un velo- y nos anuncia en la Encarnación, reino que está incoado y crece aquí pero que tendrá su realidad plena más allá de este mundo, de esta vida donde tenemos un hambre que sólo se saciará en definitiva en la visión beatífica, al ver a Dios cara a cara. “Nos creaste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”, decía San Agustín.
No se trata de reseñar todo el libro, ni de mencionar a todas y cada una de las mujeres nombradas. Aunque vale señalar que Benedicto XVI canonizó y nombró doctora de la Iglesia a fines de 2012 a la alemana Santa Hildegarda de Bindgen, y que Francisco canonizó en 2013 a la italiana Santa Angela Foligno, lo que da un matiz de actualidad al mensaje de estas figuras elegidas por la autora.
Algunas observaciones sobre detalles:
Santa Catalina de Siena, terciaria dominica y doctora de la Iglesia, elegía el retiro y la contemplación cuando le era necesario conversar con Dios para recibir sus enseñanzas, consejos y consuelos, pero volvía luego a rezar obrando, sumergiéndose en las turbulentas olas de la vida pública, dando testimonio de la verdad, serena en medio de las tempestades”.
Santa Matilde de Magdeburgo no escribió en latín, la lengua erudita de su tiempo, pero a la vez afirmó que su alemán “le falla”. “Por lo tanto –recuerda Vilma- escribió en su lengua materna –bajo alemán- la que extendió poéticamente mediante el lenguaje del amor y así creó una lengua autro responsable e innovadora”.
Más de una vez se menciona en el libro la insuficiencia del lenguaje para transmitir en palabras humanas una experiencia única y transformadora de las fibras más íntimas de la persona en contacto con Dios. Menciona a Margarita de Oingt, que se enojaba con el traductor porque no reproducía bien la vivencia que ella deseaba transmitir.
De un modo parecido, no vamos a querer transmitir aquí, en una breve presentación, todo lo que la lectura del libro puede encerrar y hacernos sentir, meditar, pensar, rezar. Habrá que leerlo, con el alma abierta.
El saber de Dios de estas mujeres no es reflexión sistemática y académica. “Tiene impronta de itinerario, de camino, incluso fragmentario, argumentativo y narrativo –dice Vilma-. Porque no parte de conceptos abstractos, sino de vivencias”.
En el prólogo, la hermana Yolanda Lourenco, profesora de Literatura y licenciada en Ciencias Sagradas, dice que “lo mejor que les puede pasar a los lectores de este libros es que, a partir de esta “muestra gratis”, se sientan impulsados y atraídos por incursionar en las fuentes originales de estas heroínas medievales: místicas, literatas, apasionadas por las ciencias, la artes y el amor a los hombres, a sus hermanos”.
Vilma abre una ventanita a un panorama amplio, que nos invita a meternos en un mundo que quizá ni siquiera conocíamos de oídas, de muchos siglos atrás. Y nos impulsa a adentrarnos en él con el alma abierta, mirando hacia adentro, a lo lejos, a lo alto, dejándonos llevar hacia ese eterno presente de Dios.
Jorge Rouillon
Comentario
Excelso trabajo, felicidades
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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