La sala repleta, no quedó una butaca sin ocuparse, nadie quiso perder la oportunidad de ser espectador de la Premier de la nueva obra, ya famosa antes de ser estrenada. El primer elenco del Teatro Nacional inauguraba su temporada anual, poniendo en escena la última creación de uno de los más reconocidos dramaturgos de fama mundial. La expectativa flotaba en el aire.
El telón mantenía su sobriedad entre sus pliegues rojos tornasolados, su magnificencia impactaba. Allí debajo, a escasos metros del escenario, los músicos de la orquesta deleitaban con suaves melodías a un inquieto público.
Detrás del telón, el escenario mostraría un lujoso escritorio, que sobresalía por su tamaño, en lo que pareciera la oficina de un importante empresario. Una veintena de posters publicitarios, con nombres de obras famosas, adornaban las paredes del supuesto recinto. Un hombre sentado en un impactante sillón detrás del escritorio, de traje reluciente, calvo, y con un pequeño cigarro entre sus labios, miraría con cierta duda, a un joven, de escasos treinta años, sentado en una silla a un costado del escritorio.
Don Juan, sexagenario, el actor de más renombre de la compañía teatral, representaba a dicho empresario. No obstante sus años de experiencia, los nervios lo mantenían un poco alterado, y esperaba, con suma ansiedad, que el viejo Fernando, encargado del sistema de apertura y cierre del telón, recibiera la orden de Joaquín, el Jefe de escena, y así descorriera el bendito lienzo que permitiría la unión del público con los actores.
Allí sentado, el supuesto joven guionista, Darío, un actor principiante que actuaría por primera vez en el prestigioso teatro, cumplía al dedillo las indicaciones recibidas, su aspecto vislumbraba, sin lugar a dudas, temor e inseguridad, frente al poderoso agente, del cual dependería su posible lugar de trabajo. Su familia en pleno, ubicada entre el público, ansiaba verlo salir exitoso en su primer papel teatral.
Entre bambalinas, bien ubicado en su puesto de mando, Mister Joshep, el avezado y temido Director, acérrimo admirador y seguidor de Stanislavski, no emitía vocablo, era suficiente su mirada...sus ojos no descansaban un momento, observaban a diestra y siniestra, no se permitía quedar sin percibir el mínimo detalle fuera de lo previsto y establecido; así era en el teatro como también en su vida personal, bien sabían sus cuatro hijos la exigencias autoritarias del padre, nadie se atrevería a discutir o refutar sus decisiones, y su esposa, una bondad hecha mujer, deseosa de mantener la tranquilidad en el hogar, dejaba a su recio marido, hacer y deshacer.
Marcel, la bella y pizpereta actriz, sería la primera en entrar al escenario; sus dotes, ya demostradas en obras anteriores, le permitirían representar a la perfección el papel de secretaría y algo más, del renombrado empresario. No obstante está cercana a los cuarenta años, su aspecto era de una alegre y jovial veinteañera. Su marido, no dejaba de admirar su forma de ser.
En un segundo plano, en cuanto a la aparición en escena, Bety Florin, veterana actriz, estaba sentada y demostraba una tranquilidad digna de apreciar; sus años de experiencia lograron cultivar un talento envidiable y digno de admiración, en especial entre sus colegas de las tablas. También su hija, actriz como ella, no dejaba de asombrarse con cada nueva actuación de su madre. El papel, que ella misma había elegido, privilegio que le otorgaba sus años de tablas, era el de amante fija, del Señor Empresario; estaba segura de llevarlo a cabo como se esperaba de ella.
Gustav, hombre alto, de aspecto que siempre irradiaba alegría y simpatía, iba y venía, repartiendo su conocidas pastillas de menta, entre todo el personal. Los entregaba con una sonrisa y recibía una sonrisa de sus compañeros.
Esta vez, debería actuar como el abogado asesor de la Agencia de Actores; el papel le encantó desde el primer momento, quizás porque tenía varios pequeños discursitos, en los cuales podría exhibirse como dueño de una excelente dicción.
Felipe, el experto técnico en sonidos e iluminación, aguardaba las futuras órdenes; sus avezadas manos revisaban las decenas de perillas de su panel de control.
Bueno, bueno, ahora que fueron presentados todos los componentes del elenco teatral, solo resta escuchar la orden de Joaquín, que no tarda en llegar...
-¡¡¡Fernando, levanta el telón!!!!!
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*Imagen de la Web
Comentario
Que alegría saber que gustaste del relato, VILMA
Van abrazotes...
tu trabajos son impecables, siempre es un placer leerte, felicitaciones
Beto, querido compañero escritor que sabes cómo crear suspenso, esperamos ansiosos que se levante el telón para ver esa obra. Abrazo desde estos fríos cielos del sur.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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