Resulta gratamente sorprendente encontrar en el siglo XXI que entre el atajo de bandidos y sanguijuelas políticas que padecemos la gran mayoría de los países democráticos, aflore un gobernante de un Estado con un poco de decencia para equipararse a la población renunciando a sus riquezas como presidente que viva en una humilde vivienda y que done el 90% de su salario para destinos humanitarios. Hablamos del presidente de Uruguay José Mujica, ejemplo para el resto de codiciosas serpientes que nos gobiernan actualmente. ¿Cuándo van a tomar ejemplo la actual lacra gobernante en el resto de países falsidemocráticos?
Adicionalmente, no perdamos la atención a un detalle, tanto la actual presidencia de Uruguay, como los grupos de la oposición son todos de origen Vasco-español, ¿estamos de nuevo ante una reducida y familiar élite gobernante en el poder de Uruguay disfrazada de circo político?
Mujica ofrece el palacete presidencial como refugio para indigentes
El lujo refinado, los parques que la rodean, los muebles de estilo, la arquitectura palaciega, son y han sido sinónimos de la residencia presidencial uruguaya, en el barrio El Prado de Montevideo. Conocida como ‘la casa de Suárez y Reyes’ (debido a su ubicación en la intersección de ambas calles de la capital del país), lejos de las reuniones presidenciales, las recepciones a la hora del té, las tertulias de las primeras damas, ahora el presidente José Mujica quiere darle otro uso a la fastuosa mansión. Y de hecho ya la ha ofrecido como alternativa para las personas que viven en la calle.
El proyecto es idea y obra del presidente, que ha sorprendido a propios y extraños con la intención de que el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) tenga en cuenta las instalaciones de la casona para personas que viven en la calle, indigentes que ante el advenimiento del crudo invierno puedan utilizar algunas de las instalaciones. De acuerdo al semanario ‘Búsqueda’, la utilización sería posible en caso de que no fueran suficientes los refugios planificados en diversos lugares de Montevideo.
El 21 de junio comienza el invierno en el hemisferio sur, y es el momento en que el Ministerio de Desarrollo Social atiende con mayor atención a las personas que viven en la calle. Les brinda refugio, comida y atención sanitaria, y lo hace en espacios predeterminados como casonas o albergues. Mujica pidió que la casa presidencial se incluyera como alternativa. Se cita que el presidente ordenó que “de ser necesario” la barbacoa ubicada en el patio de la residencia presidencial sea utilizada para albergar a los que no tienen hogar.
Hasta tal punto las intenciones de Mujica apuntan en tal sentido, que el 24 de mayo ofreció el palacete para que una madre con su hijo fueran cobijados en el espacio presidencial. Sugirió al MIDES tal posibilidad, pero finalmente la solución se encontró en un refugio del Ministerio.
La casona de Suárez y Reyes es el lugar donde habitualmente vivieron los mandatarios uruguayos, pero comenzó a declinar su uso al asumir la izquierda en el gobierno, Tabaré Vázquez y ahora José Mujica. Ambos prescindieron del uso de la misma, a excepción de algunas reuniones con dignatarios extranjeros o en su momento reuniones del Consejo de Ministros.
Todo lo contrario sucedió con los anteriores presidentes, que de hecho llegaron a vivir con sus familias en el lugar. Dos de los últimos presidentes que la utilizaron fueron Julio María Sanguinetti y especialmente Luis Alberto Lacalle, cuya primera dama inclusive se mudó hacia allí con todos sus hijos. En su momento la primera dama Martha Canessa de Sanguinetti dijo que “la residencia de Suárez y Reyes tiene la dignidad de una casa que representa al país, la jerarquía que tienen todas las presidencias del mundo, y un sentido institucional”.
El palacio es obra del arquitecto Juan María Aubriot. Fue adquirida en su momento por el alemán Werner Quincke, y desde 1947 funciona como casa presidencial. Cuenta con 42 funcionarios actualmente, suma 3 plantas y es visitada por la población en ocasión del Día del Patrimonio.
Mujica, el presidente más pobre
Vive en su chacra de las afueras de Montevideo, en Rincón del Cerro, tal como había prometido. Lo rodea su esposa, la senadora Lucía Topolansky, la inseparable perra Manuela –nada de raza, nada de abolengo canino-, sus cultivos y mucho verde. Eligió para quedarse el lugar en el mundo que encontró hace años y le atrapó.
Desde allí dona a fondos de ayuda social un 90% de su salario, establecido en unos 12.500 dólares americanos. Cada mes, ‘Pepe’ Mujica recibe 250.000 pesos por su tarea como Presidente del Uruguay y Comandante en Jefe, pero de allí sólo rescata para su manutención mensual unos 20.000 pesos. El resto se distribuye desde el Fondo Raúl Sendic, que administra su fuerza política, el Movimiento de Participación Popular, que ayuda a emprendimientos productivos hasta simples colaboraciones, y ONG que colaboran con viviendas. Dice a los cuatro vientos que “con ese dinero me alcanza, y me tiene que alcanzar porque hay otros uruguayos que viven con mucho menos“.
Es el mismo que propone donar las jubilaciones presidenciales –esas astronómicas cifras que permanecen cobrando los ex presidentes constitucionales del país- y el mismo que utiliza un simple Chevrolet Corsa como vehículo de transporte oficial. A muchos años de la moto Vespa que utilizó para llegar al Parlamento a la salida de la dictadura, ya ungido como diputado, Mujica ha mantenido su perfil. Más acicalado que en épocas de proselitismo político, igualmente el protocolo es algo bien alejado de sus intenciones habituales.
El último ejemplo lo ubicó en la ferretería del barrio Paso de la Arena, hacia donde fue para adquirir una tapa para inodoro. Compró lo que iba a comprar, y acto seguido aceptó una invitación informal de los jóvenes de la zona, nucleados en el humilde club de fútbol Huracán. Sin seguridad, sin eufemismos, Mujica brindó una sencilla charla de aliento a los futbolistas que participan en el torneo de la Segunda División Profesional… aferrado a la tapa del inodoro recién adquirida.
De repente un Volkswagen Fusca, celeste, muy bien conservado, llegó a estacionarse frente al gimnasio del club. De alpargatas, con equipo deportivo, el Presidente dedicó varios minutos a los jóvenes deportistas, y prometió mayor atención a la institución además de convenir en “comer un asadito si el club asciende a Primera”. Se sacó fotos, aceptó fotos, concedió abrazos y se fue con el aplauso de todos, abrazado a su perra Manuela que a estas alturas del mandato ya entiende de absolutamente todos los temas.
Ya de regreso a su chacra –esa finca que a lo lejos es custodiada por efímeras fuerzas policiales aceptadas a regañadientes por el mandatario uruguayo- Mujica continúa con su día. Revisa la tierra, mientras declara su auto VW Fusca como único patrimonio, valorado en 1.945 dólares.
De acuerdo a la última declaración jurada que presentó a la Junta de Transparencia y Ética Pública, Mujica sólo es dueño de este coche, mientras la chacra figura a nombre de la primera dama y senadora Topolansky, la cual también dona parte de su salario. Sin cuentas bancarias, sin deudas, el hombre dice dormir tranquilo, y asegura que espera culminar su mandato para descansar, más tranquilo aún, en su chacra de Rincón del Cerro.
La política uruguaya, en manos de ‘vascos’
La colonia de españoles es la más importante, en número y en influencia, de todas las que llegaron al Uruguay. Hombres y mujeres de principios y fines de siglo dotaron al país de una realidad que hoy la sitúa en centenas de miles de ciudadanos. Y dentro de estos, los vascos.
La impronta vasca en el país comenzó con la fundación de Montevideo, cuando el país no era tal sino Banda Oriental. Bruno Mauricio de Zabala ya marcó una línea de figuras que continuaría en el tiempo, pero que seguramente no imaginaba que seguiría en el siglo XXI con la totalidad de los líderes políticos de fuste del país.
El presidente uruguayo José Mujica va a recibir a una numerosa misión oficial de la Diputación de Guipuzcoa, encabezada por el diputado general Martín Garitano, de Bildu. Mujica se calzará para la recepción su boina vasca, como buen descendiente que es.
Pero Mujica no está sólo en su ascendencia. Lo acompañan Pedro Bordaberry, actual senador y principal líder –en votos- del Partido Colorado y también Jorge Larrañaga, principal figura política del opositor Partido Nacional.
Tanto el presidente como sus rivales políticos tienen antecedentes en las dos principales oleadas de vascos que llegaron al Río de la Plata. La denominada oleada oficial corresponde a la época colonial, entre 1724 y 1811, cuando los vascos eran enviados por la Corona. Entre 1825 y 1860, se sumó la llamada “invasión pacífica del siglo XIX”, que se prolongó hasta los vapores de 1900.
Ahora, en el 2012, la misión comercial vasca la conforman más de veinte empresarios que se reunirán con administradores de empresas uruguayas públicas y privadas. Uruguay es considerado por la delegación vasca como el país más estable de América del Sur y una promesa de inversiones positivas.
Mientras Mujica ha manifestado interés en las inversiones vascas, Uruguay manifiesta su condición de que todos los dirigentes políticos de primera línea son de origen vasco pues también debe sumarse a Luis Alberto Lacalle, ex presidente.
Enviado por JL Blas
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