Teuso dentro de la cueva...
Su tecnología no era muy refinada pero si era bastante preventiva, pues al llegar a las inmediaciones del agujero, no se pasó de ligero y estuvo un largo rato observando el lugar y la forma más propicia de investigar los resultados que podrían depararle, tanto si se acercaba demasiado, como si intentaba levantar algunas piedras y arbustos que habían proliferado por entre sus grietas.
Era imposible que el agua que entraba en los desbordamientos del arroyo y pasaban por el agujero, llegasen a salir por aquella tronera; el lugar se encontraba –como mínimo a unas cien varas por encima del arroyo y lógicamente el agua no podría llegar hasta allí.
Se percató del peligro que corría si se acercaba más o se montaba encima del terreno por donde salía el humo que formaba el fuego, que encendió momentos antes en la tronera –es muy posible que los consejos de su abuelo, le recordase claramente, que nunca debía montarse encima de un horno de carbón vegetal- y guiado por ese sentimiento se dedicó un gran rato en fabricarse una buena cuerda trenzada de finas ramas de sauce llorón.
Una vez finalizada su cuerda que era por lo menos de diez brazas, la amarró fuertemente a una raíz sobresaliente que bordeaba el pequeño talud de aquella chimenea natural: comprobando que estaba firme y bien segura para poder aguantar el peso de su ligero pero musculoso cuerpo.
Se anilló -alrededor de su cara y cuello- un pedazo de tejido que arrancó su poncho multicolor –previamente lo había humedecido en el arroyo y silenciosa aunque pausadamente se fue descolgando por la pequeña abertura –apartando con bastante dificultad algunos matojos y leños secos que inicialmente obstruían el paso, al tiempo que se ayudaba apoyando ocasionalmente la punta de sus pies en algunos salientes de las paredes del perímetro, de aquella abertura, que parecía un pozo sin fondo.
Poco antes de llegar al final de la cuerda, consiguió mantenerse firme sobre los pies y pudo seguir bajando en una oscuridad completa, pero que sus ojos escudriñaban y se habituaban rápidamente a la poca luz que entraba por la tronera de la chimenea.
Su estado era caótico y sumamente peligroso, pues nunca se había visto en tal estado de exploración de cuevas, que por en den: nunca fueron de su agrado, pues siempre gustaba de desenvolverse al aire libre y a plena luz del sol.
Permaneció en total silencio tratando de percibir el más mínimo ruido que pudiera producirse en aquél recinto oculto.
No captó ningún sonido, ni siquiera el crujir de las ramas secas que deberían notarse por la tronera del agujero, lo que indicaba que era bastante largo o seguramente habría más de un taponamiento hasta llegar al fuego, que aun debería estar ardiendo.
Consiguió agazaparse en un recodo, que le permitía estirar las piernas, mientras permanecía algo sentado y semi recostado; aguzó el oído nuevamente y el completo silencio se manifestaba por doquier a medida que él iba girando su cabeza muy lentamente, temiendo encontrarse en aquella oscuridad con alguna fiera de las que abundaban por los alrededores. Su ingenio le enmudeció y aceró sus nervios, hasta que logró percibir el chasquido del fuego que avanzaba poco a poco por el agujero; lo que le indicó claramente que no estaba lejos de su posición; se fue lentamente acercando –guiado por los pequeños chasquidos que ahora iba percibiendo con mayor intensidad –debido también- a que él, se había colocado -ambas manos-: a cada lado de la oreja derecha de forma cóncava, formando una especie de pantalla receptora.
Llegó hasta la bocana opuesta por donde salía el humo empujado por la brisa y permaneció largo rato al lado de la tronera, ya que el humo se escapaba fácilmente por la chimenea, que le había dado acceso al recinto y, no le afectaba en gran manera, en la posición donde él se encontraba en esos momentos, pues hacía un corriente de aire, que arrastraba toda la humareda hacia el conducto por el que había bajado.
Afortunadamente llevaba consigo el zurrón y podría allí mismo hacer un pequeño fuego, que le ampliase la visión para ver el recinto con mayor nitidez; pero carecía de leña u otro medio combustible para mantener un fuego fluido, por lo que volvió a subir por el tiro de donde colgaba la cuerda a especie de liana.
Buscó por los alrededores cuantas ramas y pequeños leños encontró, los troceó con sus propias manos y los iba echando por el agujero, de forma tal que no se enredasen, ni taponasen u obstaculizasen la abertura pues tenía que volver a bajar al interior de la cueva y explorarla con tranquila meticulosidad, hasta encontrar, lo que en sueños, le habían mostrado el semidiós y las cuatro vestales hermanas de la fuente multicolor.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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