Yo soy otra y soy la misma...
La vida es una renovación constante. Aquella niñita que salió del vientre materno, poco a poco, al pasar de los años, se fue haciendo mujer. La naturaleza se toma su tiempo en todo y a través de un proceso lento y natural, aquella niñita fue aprendiendo a descifrar sus propios sentimientos a través de sus ciclos de vida.
La vida es compleja. A pesar de todas las vicisitudes por las que pasó, aquella mujer no ha perdido su alegría ni su entusiasmo. Su fe se acrecienta día a día y la esperanza es para ella el horizonte que siempre la estará esperando. Esa mujer se siente cada día más capacitada para enfrentar los retos que la vida le presenta. En ocasiones, la vida la limitó, pero ella insistió en continuar creciendo, por ella y por todos aquellos seres a quienes amaba tanto.
Amaba sus estudios, pero la familia le exigía de su tiempo, así que decidió continuar aprendiendo, haciéndose autodidacta. Quería ser poeta, deseaba escribir y para éso necesitaba estudios especializados, pero en cambio, ella decidió instruirse a través de la lectura. Se fue educando poco a poco hasta convertir su sueño en realidad. No es erudita, pero se siente capacitada para hacer lo que más desea en el mundo, escribir y hacerse entender, en forma sencilla y clara.
Interiormente y, sin importar su edad, la mujer considera que sigue siendo la misma, pero con más experiencia. Ya no es tonta, pero sigue siendo aquella niña soñadora, sentimental y romántica que cree en el amor y en la entrega total. Ahora vive con sus ojos bien abiertos, pero siempre creyendo que lo que siente su corazón es importante. Aprendió a valorarse a sí misma y a mantener su dignidad. Esa mujer no permite que el hombre la maltrate.
Así que...
yo soy otra y soy la misma,
la misma que siempre fue,
la que se dió por entero,
la que supo ser feliz en su apogeo
y que hoy, en años viejos,
se mantiene soñadora
y aún le gusta seducir.
Yo soy la misma mujer
que en otros años me di
y que por culpa de ser,
sufrió grandes decepciones.
Soy la misma,
aunque mi rostro y mi piel
estén cubiertos de arrugas
y mi cabello nevado
ya no sea tan abundante
como en los tiempos pasados.
Yo soy la misma mujer
que dió a luz con entusiasmo,
la que amamantó sus hijos,
esperando verlos bien.
Nunca quise ser otra, pero la renovación es inevitable. El que no se renueva, sólo existe. Hay que seguir la corriente de la vida, hay que hacer lo que se siente, lo que nos hace felices, sin importar que la gente nos critique. Me gusta ser la mujer que ama a Dios en su estructura, la que quiere acicalarse para siempre verse bien. Sí, soy la misma mujer, ésa que lleva en el alma la vida y las esperanzas, la que trata y no se da por vencida. Yo soy la misma mujer, ésa que sabe querer y que sabe recibir las caricias de su amante. No cambio, aún soy la misma, la que de joven sonrió y aún le sonríe a la vida, sin importar lo que digan...
© Tere Matthews
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