Julián y Marlene, eran una pareja que se conocieron desde sus tiempos de pubertad. Se juraron amor eterno en una pequeña capilla del pueblo donde nacieron, y juntos construyeron un hermoso hogar, que con el tiempo bañó de cenizas sus cabellos, sin apagar jamás la llama que los unió. Sin embargo, un día ella despertó enfrentado una cruda realidad, el cáncer había atacado su cuerpo. Su esperanza de vida dependía de perder para ganar, y sin saber que hacer, tomó una difícil decisión. Vivir, pero sin él...
Fue tanto su amor, que aquella mujer prefirió luchar por su vida, lejos de su amado. Ahogada en su nostalgia pensó que sería más fácil no ver sus lágrimas, y enfrentar sola lo que podría ser el ocaso de su existencia. Y así, una tarde, sin dejar rastro de su destino, se marchó...
Desesperado, Julián sólo se encontró con un cuarto vacío pero impregnado de recuerdos, su aroma permanecía en las sábanas bañadas de su llanto. Sin pista que seguir para iniciar su búsqueda, con sus ojos empañados, sólo atinó a encender el computador, para escribirle una carta a su correo, expresando lo que su corazón a gritos le reclamaba:
Amor mío, mi Marlene
Con mi manos sudorosas y estrangulando mis recuerdos, quede vencido ante ti. He tratado de borrar mis pensamientos que te añoran, te desean e imploran que estés aquí. Más allá de respetar tus deseos de sucumbir sola ante la adversidad que hoy te abriga; todo mi ser se niega a renunciar a dejarte morir sin mí, porque si bien tuyo es el deseo de estar sola, mía es la esperanza de no dejarte ir.
¿Qué temes amada mía?, ¿qué tu alma desnuda no sea suficiente para llenar cada poro de mi piel? Pero amor, si ya he tocado el cielo en tus brazos, no existe infierno, que sustituya la llama de nuestro amor.
Son muchos años amor, indelebles desde aquella noche de juramentos, donde no existía nada que no lográramos vencer. Después de todo, sólo necesité beber de tus labios para quedar marcado por toda la eternidad. Y así ha sido siempre, un sentimiento que trasciende lo razonable.
¡Mi vida! ¡Ven! No tengas miedo de mí, y menos de lo que mis ojos puedan ver. Recuerda que tus pechos fueron míos tanta veces, que no necesito detallar que falta uno, para sentir, lo que sigues siendo para mí. Te he dibujado tanto con mis dedos, que la memoria de mis manos es suficiente para darle forma a cada parte de ti.
Amor, las huellas de una cruel enfermedad, no me pueden castigar por lo que no he sembrado ni he quitado. Si de mí estuviera, bebería cada una de tus células malignas, para hacerlas mías, y sufrir por ti.
¡No me castigues! ¡Te lo imploro! No me niegues a estar sin ti. No dejes que mi alma se llene de odio hacia el ser divino que te creó. Déjame vivir, porque al sumergirte en tu claustro lleno de silencio y de renuncias, sólo haces tuyas las lágrimas que son de los dos, y juré ante Dios, ser tuyo hasta morir.
Permíteme ser tu aire, cada uno de tus suspiros, y así atrapar poco a poco ese dolor que ahoga tu sentir. No me importa si al hacerlo desgarras mis brazos, desangras mi piel, y tu grito silente queda ahogado en mí. Después de todo, de ti aprendí el amor verdadero, el que era capaz de abrazar tantas veces, cada una de mis penas. Por tal motivo, no sólo reconozco lo que me has amado; con la fuerza de la pasión y la renuncia; sino mi derecho a sufrir en ti, para que mis manos te acaricien, donde tú quieras, porque sólo así soy feliz.
¡Amada!, mí Marlene. Espero que comprendas mis reclamos, lo vivido contigo me ha dado ese derecho. No en vano han sido tantos años de lucha, compromiso, sueños construidos, y hasta en los peores momentos, siempre junto a mí. Yo no me fui por ser más viejo, o por no darte lo que tanto merecías. Me quedé y luché, porque tú me enseñaste a ser uno, a pesar de ser dos.
Ahora, es mi turno. Tu sacrificio para no ver mis lágrimas, no me pueden alejar de ti. Si eso es lo que temes, no te preocupes. Te juro, que no me verás llorar. Yo ahogaré mi rabia y lucharé contigo, abrazados a la esperanza, porque solo juntos venceremos ese mal, tan tuyo como mío. Porque desde ese día, yo también me enfermé, sumergido en el ocaso de tu vida.
Te amo, siempre lo haré. Deja que mis besos curen tu alma, mientras tu cuerpo sana con un milagro de Dios. Y jamás olvides, que el infortunio que hoy enfrentas, nunca podrá desdibujar tu cuerpo, porque en mis ojos vida mía, sólo está plasmada el alma de los dos.
¡Amor! Regresa, o déjame llegar a ti. Yo también siento que muero, desde que no estás aquí.
Tu esposo y eterno amante,
Julian
Julián miró por un instante su retrato, una pequeña pausa eternizó su dolor, y con un simple clic, su destino se marcó...
Por: Eva C. Franco
Isla de Margarita - Venezuela
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BUEN RELATO
¡Un fuerte abrazo!
¡Muchas gracias por pasar!
Agradecida estoy yo por su espacio a mis sentimientos.
¡Dios los bendiga!
Apreciada Evaluna, nombre que de un a forma nos une. Es un placer recibir tus comentarios. Sé de tu trabajo impregnado de tanto sentir y técnica que nos enseña el hermoso arte de las letras.
¡Mil gracias!
¡Gracias!
De corazón, son estos momentos los que nos impulsan a sentir que no hemos equivocado el camino...
Un gran abrazo que traspase la fría pantalla y se llene de todo mi cariño.
buen trabajo, felicitaciones
¡Gracias Elias!
Es un relato que le debía a tantos hombres que saben entregar el corazón...
¡Un gran abrazo!
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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