La mayor denuncia pública al rotundo fracaso económico, político y social del régimen castrista lo evidencia sin lugar a dudas el tema de los “balseros”. Balsero no sólo es el que sale de la Isla en un rudimentario y apenas flotante entarimado de tablas, cámaras de autos o corcho blanco. Balsero también es el que huye en una embarcación casi siempre hurtada al gobierno que no permite al pueblo la tenencia de embarcaciones, y cuando se las roban los procesa por “piratería”, llegando la sanción hasta treinta años o muerte… Como balsero termina aquel que no tuvo medios, información o contacto para salir “de turista” con alguna carta de invitación comprada; balsero el que quiere irse pero no es funcionario, estudiante, internacionalista o médico con posibilidades reales de un viajecito al extranjero durante el cual poder “desertar”.
Balseros somos, a fin de cuentas, todos los que escapamos de nuestra patria chica, para flotar por esos mares-ciudades del mundo en busca de empleo, techo, salarios decorosos, progreso, democracia, entendimiento, comprensión, de todo aquello que en nuestro país no existe porque nos arrancaron las libertades de todo tipo a golpes de terror y represión.
Balsero es un título honroso, balsero es el rebelde que se evade porque no se permite en Cuba esa extraña conjugación de rebeldía y no estar preso. Balsero también el que huye porque no hay trabajo y no puede siquiera tener un negocito propio, y cuando te atreves siempre es “por la izquierda”, con miedo, mucho miedo a caer preso por lo que el régimen llama actividades económicas ilícitas…
Balsero el que atraviesa el Caribe o el Golfo armado sólo de tres cosas: Desencanto, Valor y Esperanza, suficientes para enfrentar tormentas, tiburones, hambre, sed, quemaduras y riesgo, mucho riesgo, latente a cada instante desde que proyectan la anhelada fuga: Hay que esconderse de la policía, de los vecinos “chivatos”, de los falsos amigos o hasta de la familia, por aquello de las indiscreciones, resolver la comida para el viaje, las partes de la balsa o el combustible para el barquito, conseguir el motor que muchas veces es una turbina para agua con propela fabricada.
Y ahí no termina. Si logras escapar del cruento abordaje de las potentes lanchas de la marina o guardafrontera castristas, si los helicópteros no te lanzan sacos de arena o provocan turbulencia con sus grandes aspas para hundirte, si el violento mar no te traga, si alcanza el combustible o alguna embarcación civil o de pesca te socorre, ahora falta otra odisea no menos difícil, importante y costosa : La de las autoridades de los países por donde desembarcas y transitas, el peregrinar de frontera a frontera bajo el implacable látigo de la corrupción, el evadir retenes, pagar coyotes y polleros, nociva fauna que muchas veces cobra mucho e incumple más, la extorsión del funcionario o el oficial que en vez de cumplir y hacer cumplir la Ley utiliza a ésta en beneficio de su bolsillo y el de sus superiores… esgrimiendo siempre la enorme espada llamada DEPORTACION, que sirve para que sueltes el dinero o fracases en el intento, sirviendo de “conejillo de indias” para escarmiento de todo aquel que no quiera pagar. El miedo, siempre el miedo como inseparable compañero del cubano, del balsero: miedo a ser deportado y otra vez en manos de la policía política a ser condenado por salida ilegal o por piratería.
Balseros somos, a fin de cuentas, todos nosotros perdidos por el mundo pero encontrados siempre en nuestra inseparable añoranza, en el constante reclamo de esa libertad prestada que tanto valoramos, porque la alcanzamos en este duro exilio a cambio de abandonar amigos, pareja, callecitas inolvidables, lugares comunes, profesiones, familia… llevando en el corazón todo eso que perdimos y que algún día, tal vez muy pronto, dignamente y sin violencia, se logre rescatar para beneplácito de Dios y de todos los cubanos.
FUENTE: https://cubalsero.wordpress.com/la-gran-tragedia-cubana/