Sor Juana Inés de la Cruz es la última gran poeta del Siglo de Oro de la literatura en español. Nacida un 12 de noviembre de 1648, en México, su vida intelectual fue muy intensa y abarcó todos los saberes de la época. Escribió numerosos poemas líricos, cortesanos y filosóficos, comedias teatrales, obras religiosas y villancicos para las principales catedrales del Virreinato. Inscrita en el estilo barroco, su poesía es rica en complejas figuras del lenguaje, conceptos ingeniosos y referencias a la mitología grecolatina.
Durante su vida, la obra de sor Juana gozó de gran popularidad. Gracias a sus relaciones cercanas con los virreyes, fue publicada en España y leída con asombro en muchas partes del Imperio. Su poesía destaca por una deslumbrante belleza sonora, ingenio refinado y profundidad filosófica. Los siglos xviii y xix, dominados por un gusto adverso a la estética barroca, la desdeñaron, pero en el siglo xx se revaloró a sor Juana como un clásico extraordinario de la literatura hispánica.
De acuerdo con la estética renacentista de la imitación, sor Juana siguió los modelos literarios de la época y en muchos casos los superó.
Durante su juventud, el prestigio de sor Juana provocó que distintas instituciones le encargaran poemas como el Soneto fúnebre a Felipe iv (1666, un romance al arzobispo fray Payo Enríquez de Rivera (1671), sonetos fúnebres al duque de Veraguas, un soneto acróstico a Martín de Olivas (1673) y sonetos fúnebres por el fallecimiento de la marquesa de Mancera (1674).
La infancia de Juana transcurrió en la Hacienda de Panoayan, cerca de su abuelo Pedro Ramírez de Santillana.
A los tres años aprendió a leer en Amecameca en la “Amiga”, escuela para niñas; comenzó a estudiar los libros de su abuelo, y a los pocos años ya deseaba ser enviada a la Universidad.
Otro ejemplo de su creatividad precoz es que a los ocho años escribió una loa al Santísimo Sacramento en Amecameca compuesta por 360 versos en español y náhuatl.
Juana Inés a los quince años de
edad, antes de tomar los hábitos
En 1659 estudió latín con el bachiller Martín de Olivas, y lo aprendió, en 20 lecciones. En la Ciudad de México llegó a vivir con Juan de Mata y María Ramírez, hermana de su madre.
Entre 1663 y 1665 fue aceptada como criada de la virreina Leonor de Carreto, marquesa de Mancera. Durante este periodo se hizo conocida en la corte por su sagacidad y erudición. Es célebre la anécdota de un examen público al que fue sometida cuando tenía alrededor de 17 años para saber si su sabiduría era humana o divina (“adquirida” o “infusa”, según el relato de Calleja). Ante la corte, cuarenta sabios le plantearon una serie de preguntas sobre diversos temas, que ella supo responder. Durante muchos años, la fama de sor Juana se debió a la amplitud y profundidad de sus conocimientos, más que a su obra literaria.
Dice Octavio Paz que en los tiempos de la colonia, la corte y el locutorio del claustro eran los únicos espacios en que una mujer podía codearse intelectualmente con los hombres. Y sor Juana, que evadió el matrimonio para poder dedicarse a las letras, supo aprovechar esos espacios muy bien.
Su obra abarca una diversidad de géneros literarios, entre los cuales destacan el teatro, el auto sacramental y la lírica. Dentro del contexto de su obra lírica, sor Juana escribió sonetos, redondillas, décimas, romances y muchas otras formas literarias.
Pero no por ser una religiosa, sor Juana se dedicó solamente a los temas cristianos. Por el contrario, buena parte de su obra también habla sobre el amor, los valores, la mujer, el mundo clásico y la virtud, entre otros.
Sor Juana Inés de la Cruz murió un 17 de abril de 1695, en la ciudad de México.
Les dejo aquí uno de sus poemas más conocidos y famosos, porque quien no ha leído alguna vez Hombres que acusais…?
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si la incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
Con el favor y desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?
Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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