LUNES DE CARNAVAL
El toldo estaba de bote en bote. No acostumbro llevar pareja a los bailes. Aquel lunes de carnaval nos arrancamos cuatro amigos. De todos, Jaime era el que más bailaba. Lo usábamos de rompe - hielo. Se acercaba a las mesas y tan pronto tiraba un par de pasos, encendía la pista. Nos hacía fácil la tarea de abordar a las amigas de su pareja.
La salsa estaba brava, Jaime hacía lujo de destreza - un pasito pa’ aquí, un pasito pa’ allá/ la media vuelta/ la vuelta entera/ variaciones/ puntillita/ el trompo/ el pañuelito / la tembladera -, se adueñó de la pista en segundos. Nos hacía señas cada vez que improvisaba una gracia, hasta le hacían ruedas. Luego de aquello, teníamos un pie en cualquier mesa.
Pidió una botella de ron y nos llamó a pegarnos al grupo abordado. No pasó mucho para que estuviésemos sentados en compañía de posibles conquistas. Recuerdo que era guapa aquella joven, su cabello largo y brillante subyugaba (si éste fuese un relato romántico quizás diría: parecía caer como cascada desde la luna). Jaime ya le tenía agarrada la mano, mas ella no esquivaba otras miradas, se sabía de excepción en aquel jorón de pueblo. Buscaba divertirse, decía que estaba olvidando un mal amor.
De repente, su rostro se quebró. Bajó la vista, y luego miró a una amiga señalando a otra mesa. Yo adiviné de inmediato lo que ocurría. Había llegado el dueño de su tristeza. Hay un famoso bolero titulado Inolvidable, sí, así se titula, Inolvidable, lo cantaba mucho el gran Tito Rodríguez, cómo dice, cómo dice, cómo dice… ¡ya sé!: “En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse, imborrables momentos que siempre guarda el corazón…”. Y en este caso, parecía que la fémina aún tenía la astilla en su pecho.
Jaime no se percataba de lo que estaba ocurriendo, ¡que vaaaa!. Seguía la música, tomaba sus tragos, chisteaba y claro, terminó por lanzarse a la pista. Ella se mostraba obsequiosa y coqueta, bailaba abrazando a su nuevo pretendiente con una efusividad más que exagerada. Para mí era evidente que había iniciado una danza de cortejo o de venganza que buscaba atrapar o zaherir a otro, a ése que la veía desde la otra mesa con obvio celo.
Traté de advertir al amigo, pero el hombre estaba irrefrenable. Se había lanzado a la conquista y no pensaba perder la presa. La noche calurosa invitaba al devaneo. Llegaron los boleros y, en la pista, bailaba la pareja enardecida. El metal reflejó la luna y su brillo me alertó, pero fue tarde. Por detrás se hundía la cuchilla que reclamaba la hembra. Corrí a la pista, pero el arma alcanzó a entrar tres o cuatro veces antes que yo llegara: Jaime no tuvo tiempo ni de lanzar una queja. Volteé a ver a la joven, su rostro delataba una satisfacción malsana, de aquellas que germinan en el bajo vientre…Su venganza o lo que fuera, causó una muerte.
Vista la tragedia en la distancia y diluida la acritud del crimen, me pregunto, qué habrá sido de aquella antítesis de Julieta…
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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