Eran aquellos Reyes Magos la ilusión de las criaturas que esperábamos ansiosos la bendición de los regalos. En mi época de niño siempre buscaba la estrella que los guiara por el sendero que por el cielo celeste a mi casa conducía. Mi casa era “Mi Belén”. Y en el pesebre que estaba en una esquina del cuarto, me arrodillaba y rezaba para que no se olvidaran. Una carta había escrito procurando escribir claro, con las letras que mi Maestra me enseñaba cada año. Detallaba en la misiva el pedido con esmero. Y en esos días previos a los de la Epifanía, de noche casi no podía dormir. ¡Tanta era la ilusión! También la de mis hermanos. Nos reuníamos de día en el patio de los juegos. Y hablábamos de proyectos.
Mi hermana Norma quería una muñeca que hablara. Mi hermano Roberto y yo, una pelota de cuero. La tarde previa al evento, juntábamos la gramilla para dar a los camellos que a lo Reyes traerían. Todos los años lo hacíamos. Hoy, al cabo de la vida, supongo que hubo errores o algún cambio de misivas. Porque cada año traían cosas distintas. Tal vez se confundirían.
Han pasado muchos años. Hay otra tecnología. Veo a mis nietos que saben dos o tres días antes que tendrán lo que han pedido. Y al balancear situaciones, me quedo con la ilusión que de niño me habitaba. Nunca guardaba rencor ni a los Reyes ni a la vida. Me conformaba nomás con lo que ellos me traían.
Hubo un año, sin embargo, en que empecé a investigar. Resulta que en el mercado vendían un juguete que se llamó “Sulky Ciclo”. Y eso pedimos a los Reyes. Era lo que más ansiábamos. Ya lo habíamos visto en revistas. Y una vez en la Ciudad. ¡Qué preciosura! Pensaba…
En los días previos, mi Papá que a la sazón era carpintero, se demoraba demás en su taller. Y una noche yo lo espié. Arriba de su banco tenía maderas a las que cepillaba y lijaba con esmero. Me ganó la curiosidad y todas las noches repetí mi tarea. Lo mismo hacía mi Papá, que no se percataba de la presencia del pequeño intruso que lo observaba. Hasta que en la noche previa, arriba de su banco de trabajo, reluciente y nuevo, estaba nuestro sulky recién pintado. No tenía el caballito a pedales. Pero eso era lo de menos, tal como lo demostramos el día de Reyes.
Uno de los tres que éramos en esa época subía al sulky y a la tracción la ejercíamos alternativamente mi hermana Norma y yo. Roberto no porque era muy chico.
No recuerdo haber disfrutado tanto de un juguete como de ése.
Seguramente porque además de tenerlo, como lo habíamos pedido, conocí a “Mi” Rey Mago.
¡GRACIAS FEDERICO ARREGUI!
¡GRACIAS PAPÁ CARPINTERO!
¡GRACIAS POR LA MAGIA DE TUS MANOS!
¡GRACIAS POR HABER CUMPLIDO TODOS LOS AÑOS!
¡GRACIAS POR LA DIGNIDAD DE HABERTE EQUIVOCADO AL LEER NUESTRAS CARTAS Y ASUMIRLO EN SILENCIO!
¡GRACIAS POR HABERNOS DEMOSTRADO QUE AL MENOS UNO DE LOS REYES MAGOS EXISTÍA!
¡GRACIAS PORQUE COMPRENDIMOS QUE ADEMÁS, ERA NUESTRO PADRE!
¡Y POR ESO TAMBIÉN TE QUEDASTE EN MI VIDA Y EN MI ALMA PARA SIEMPRE!
¡ABRAZO AL CIELO “MI” REY MAGO!
Ricardo Arregui Gnatiuk
Poeta del Mundo
De mi “Tacurú”
Ricardo Arregui Gnatiuk
Poeta del Mundo
De mi "Tacurú"
Prosa Poética
Autor de la República Argentina.
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