PRIMERA MISA
Ábrase el templo, y en su primera misa,
Sus campanas, lloran un Padrenuestro,
¡sus quejas, se cubren de suave brisa!
Es Martita, "La de cristiano ancestro",
una buena esposa, una madre pía
A quien él Señor, dio, sino siniestro.
De juvenil belleza y lozanía
el andar, fue caminar hacia el cielo,
Al pronunciar su nombre: digo, MARIA.
Su salud fue su mayor desconsuelo;
A la Virgen, su corazón ha dado,
Esperando saltar, al largo duelo.
La llenaron de cariño y cuidado,
Insuficiente fue la medicina
Para con el enfermo desahuciado.
¿Por qué, Dios mió, Si es ella tan divina,
la ciencia no tiene razón, y cura,
su vivir de zarzas en que camina.?
-Yo se cuál es- causa de su locura,
el llanto, de Ricardo, triste esposo,
que suplica consuelo a su tortura.
¡Lo vi. llorar! Con eco lastimoso,
rezaba el, con voz que reclamaba,
el no atenuar, el dolor penoso.
Ante el lecho donde, ella, agonizaba,
¡Haré tu voluntad, Señor!, -decía-
su esposo, al mismo tiempo que lloraba.
En cada lágrima un avemaría
puso, cuando al volar su alma, que siente,
Retornar al suelo, en donde nacía
¡Hay ! cierra tus dos ojos, inocente,
no veremos lágrima en su mejilla
ni sonrisa, de su rostro, doliente.
Misa de ánimas hay en la capilla,
En hombros lo traslada para el templo,
Entre cuatro cirios, "el cuerpo" brilla.
Rodeada de deudos, yo la contemplo
Descansar en brazos del Nazareno,
Que por la pasión, siguió con su ejemplo.
En el camposanto mora, en su seno
Y frío nicho, que mudo, la acapara,
Y las quejas, lloroso, desordeno.
¿Por qué? ¡Oh! Dura muerte, me inspirara,
caprichosa elegía triste, de dolor,
para el esposo que tanto la amara.
Lleno de mística expresión, con clamor
Y con versos entrega, sus pesares,
En ofrenda, a Don Ricardo Solares…
"La nombra con todo honor"
Rafael Mérida Cruz-Lascano