-¡Uno de ustedes me va a entregar!-
Aquel que custodia mi sueño,
uno de los más allegados,
de mi propio partido.
Aquel que mete su mano en mi plato,
está ansioso de meter la mano en el tesoro nacional.
-¿Acaso seré yo?
Preguntan los Pinochet, Videla,
Carmona, Ríos mont
Vásquez Velásquez y Micheletti.
-¡Le pagaron treinta monedas de plata!-
Precio de los traidores que prefieren vivir de rodillas
frente a los amos del poder político y económico.
Precio muy bajo para traicionar al pueblo
Para masacrarlo en nombre del mercado.
-¡Desde ese momento anduvo buscando el momento
Para cometer su traición!-
Que si el miedo a las urnas electorales,
el gran temor de las oligarquías a la voz popular,
al verdadero poder de decisión.
-¿Con un beso me entregas Judas?-
Con un gesto mancillado con la traición,
entregas a tu pueblo,
a tu gente,
tu honor.
-¡Este dinero está manchado de sangre!-
- ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!-
El inocente sacrificado por los poderes de la maldad.
Fusiles apuntados contra un pueblo que solo pide libertad.
-¡Suelta a Barrabás!-
Triste historia de nuestro pueblo,
El inocente reprimido,
encarcelado y asesinado,
mientras los culpables andan en libertad y protegidos,
gritando que son presidentes y ministros.
Sueltan a los gorilas con sus charreteras y armamentos,
Sueltan a los asesinos.
-¿Qué hago con el pueblo?-
-¿Qué hago con el hilo constitucional?-
-¿Qué hago con el presidente?-
-¡Crucifícalos! ¡Crucifícalos!-
Entonces se desató a los golpistas,
Con sus fusiles y bayonetas,
Con sus gases y tanquetas.
Le pusieron una corona de espinas al pueblo:
garrotazos y disparos que le dan al pueblo,
disparos de ametralladoras y fusiles,
cárcel y desapariciones.
-¡Yo no soy responsable de la muerte de este pueblo!
Así se lavó las manos el imperio hipócrita,
condenado de palabras el golpe,
que daban sus pupilos de las escuela del terror.
Se lavó las manos el imperio con sangre.
-¡Es culpable y debe morir!-
Así sentenciaron a todo un pueblo.
Los defensores de las leyes y la Constitución,
decretaron estados de sitio,
suspendieron las garantías constitucionales,
promulgaron toques de queda.
Silenciaron radios y televisoras,
el pueblo no tiene derecho a estar informado.
Montaron sus radios, televisoras,
Y periódicos privados y manipuladores,
propiedad privada de los oligarcas golpistas.
A las hordas hay que matarles el alma,
sembrando en sus corazones odio a los cambios.
temor a su propia liberación.
-¡Cantó un gallo en plena madrugada!-
Muchos amigos incondicionales ya habían negado
Una y un millón de veces Al presidente amigo y hermano,
Las lealtades estaban compradas.
El golpe estaba caminando en medio de la sombras,
Todo estaba consumado.
-¡Donde esté tú tesoro ahí estará tu corazón!-
Oscuridad de deslealtades,
Gallinas que corrieron a sus nidos de los huevos de oro,
a contar una y otras veces las monedas del dolor.
Militares con rango perdieron el honor de llamarse,
Hijos del gran Morazán.
-¡Los soldados se lo llevaron y Le quitaron su ropa!-
Llevaran sobre sus hombros charreteras sin brillo,
sobre sus pechos sin corazón medallas de deshonor,
Sobre su conciencia el peso de la muerte,
de la represión a su propia gente,
a su presidente,
a su pueblo.
-¡He pecado entregando a la muerte a un hombre inocente!
Murió Isis Obed,
Muchacho del pueblo humilde y valeroso,
Y con él murió un poco el pueblo hondureño,
pero también resucitará en la memoria de su gente,
de toda la gente de buena voluntad del mundo.
-! No tengan miedo! ! Ha resucitado!
Como resucita Bolívar cada cien años en el pueblo,
oigamos la voz de Morazán que dice: ¡Aun estoy vivo!
como vivos están Sandino, y el Che.
Vivo está Lempira,
Cacique de los pueblos lencas,
Señor de la montaña,
Vive en las luchas de su pueblo contra el fascismo,
contra la dictadura,
contra los traidores.
-¡Yo estaré con ustedes todos los días!-
Obed Juan Vizcaíno Nájera.
Maracaibo; 10 de Julio 2009.