UN RAYITO DE LUZ
Era el mes de abril en Madrid. Todavía se sentía algo de frío pero hacía un día soleado como si nos quisiera anunciar que la primavera estaba ya en el calendario.
Me gusta el transporte público especialmente cuando hay que ir de un sitio a otro dentro de esta gran ciudad, es más rápido y sobre todo es más higiénico para la salud mental, los peligros de estrés, subidas de la tensión arterial y todas esas cosas que nos pueden ocurrir al ir en coche por el centro de estas grandes ciudades.
El autobús estaba lleno; eran más o menos las siete de la tarde y todavía de día y con sol. Iba yo muy entretenida mirando el itinerario por donde nos llevaba el autobús pasando por todo el centro de Madrid: la plaza de la Cibeles, el edificio de Correos, regio, recibiendo el sol del atardecer de frente que le daba un color dorado precioso, el Banco de España, la Gran Vía llena de gente … toda una visita turística.
En algún momento pasé de disfrutar del paisaje a fijarme en la gente que viajaba en el autobús. Es interesante observar a la gente; sus gestos, las formas de vestir, tan diversas etnias…Se puede casi adivinar los pensamientos de la gente por la expresión de sus rostros. A veces se ve gente muy joven con un rictus de dolor o preocupación que les hace aparentar mucha más edad y me conmueve que la gente joven pueda pasar por malos momentos de trabajo, de salud o problemas familiares que se van como marcando a fuego en sus rostros; arrugas de expresión que son las marcas del alma.
Estaba yo en estas cuando mis ojos toparon con los ojos de un ser muy especial. Era una jovencita, no más de 16 o 17 años, con una carita bella, una expresión serena que esbozaba una sonrisa o quizás era tan bello su rostro de apenas una niña que todavía no había tenido la oportunidad de tener grandes preocupaciones que hicieran mella en su lindo rostro. De vez en cuando la miraba disimuladamente y observé que ella también lo hacía. No le di la menor importancia, estaba llegando a la parada donde tenía que apearme, así que me dispuse a ello abandoné mi asiento y salí del bus.
Yo regresaba a mi casa y el camino pasa por una pequeño parque donde a esas horas hay todavía muchos niños jugando. Cuando me di cuenta esa joven estaba a mi lado y se dirigió a mí para preguntarme si me molestaba que camináramos juntas. Por supuesto que no, le dije, y seguimos cruzando el parque una al lado de la otra.
Le pregunté si vivía cerca y solamente me respondió que no. Ella iba a mi lado como perrillo faldero, me miraba y sonreía, sólo eso…no recuerdo que hablara nada ni diera señas de identidad…nada, sólo me acompañaba con una sonrisa en su carita bella y, aunque extraño comportamiento el de esta joven, su compañía era grata, no hablaba, sólo estaba, era su presencia la que resultaba agradable.
Al llegar a la altura de una clínica que hay alrededor del parque se despidió diciendo que tenía que trabajar allí. Ella era inmigrante y no me extrañó porque muchas chicas inmigrantes acompañan a enfermos por las noches aunque me pareció demasiado joven para ese trabajo.
Me quedé pensativa del extraño o poco habitual comportamiento de la joven, nadie tiene un comportamiento semejante, nunca me había pasado una cosa así. Comenté el suceso con un amigo que es también una persona muy especial y sin pensarlo me dijo que había topado con un ángel.
-Los ángeles –me explicó- son seres que dejan su luz y su bondad por donde pasan y tú seguro que necesitabas un ángel que te dejara luminosidad como si de cargar pilas se tratara.
-Qué fantasía tiene mi amigo! Pensé yo…
Ha pasado bastante tiempo de este suceso y, ahora, al pasar de unos cuantos años, me doy cuenta que tenía razón mi amigo. Al poco tiempo mi vida se ensombreció quizás por eso necesitaba un ángel que me llenara de su luz tan sólo con su presencia.
Cada vez que pasaba por el parque tenía la esperanza de volver a verla pero nunca más apareció. Su carita sonriente y su menuda belleza quedaron grabadas en mí y nunca olvidaré esa imagen.
Realmente había conocido a UN ÁNGEL.