MIGUEL
Mi hermano Miguel,
muy a pesar mío,
muy a pesar de muchos,
mientras la gente
se levanta a repetirse,
propone a la mañana desnudarse,
invita al día a ser distinto.
Mi hermano Miguel,
mientras la gente
se levanta a repetirse,
aún cree en la promesa
que todos los días le regalan las palabras,
que todo se lo han dado
y nada le han pedido;
muy a pesar de la aritmética del fuego
muy a pesar de los números del tiempo,
muy a pesar de los centímetros del mundo .
Mi hermano Miguel,
mientras la gente
se levanta a repetirse,
se despierta aún con las vocales
¡QUIEN LO CREYERA!
todavía recuerda el alfabeto,
por eso aprehende el compromiso de la entrega
deletreando las sílabas del sueño;
muy a pesar de que los signos ahora
encubran la mentira, se usen
como cosméticos gratuitos.
Mi hermano Miguel,
mientras la gente
se levanta a repetirse,
muy a pesar de tanto “no podemos nada”,
muy a pesar de tanta confabulación
en contra de la dicha,
muy a pesar de “honrosas excepciones”
en las cuales se escuda todo el mundo,
muy a pesar de tanto cómodo acomodo,
de tanta inteligencia propagando
el vuelo circular de aves negras en el cielo;
aún cree en el límpido eco de la lluvia,
en la noticia que trae algún hallazgo,
en el susurro del soplo arisco de los vientos;
aún cree en el rostro alucinado, en busca
de esa estrella que esperamos,
con la esperanza doliéndole en los huesos.
Mientras la gente
se levanta a repetirse,
muy a pesar mío,
muy a pesar de todos,
mi hermano Miguel, proclama
la entrega más fuerte que la muerte
- viene desde muy atrás edificando -
se alza junto a ella por encima del pánico y del miedo.
Yo lo veo venir de noche a día,
lo veo venir a adueñarse del crepúsculo.
SOBRE PAJAROS
Yo no soy una persona inteligente.
Me basta con mirar los pájaros
sin atinar si van o vienen;
y usted me pregunta y no le basta,
no le basta que las plumas son el vuelo
y que el vuelo no puede capturarse,
encerrarse, detenerse.
Disculpe usted,
las personas torpes como yo,
somos, quizás, impertinentes;
pero ese ardid que usted ahora tiende
me parece verdaderamente inútil,
como inútil es el manual de rutas
que usted trae, su arcabuz
y esa jauría con que pretende aprisionarle.
Pero no me juzgue mal;
trato de entender, a mi manera,
su afán por no volver a la montaña
a cinear en sus retinas el gran águila,
a rayarse la mirada con las líneas
que las alas insinúan en el aire.
No pierda usted su tiempo;
mi torpeza me impide dejar alguna red
para capturar lo incapturable.
Las plumas son el vuelo,
como la poesía, el amor, la muerte.
A mi me basta con seguir su rumbo
y comprender que toda frontera empequeñece.
ACCIONE AQUÍ SI QUIERE LEER EL LIBRO COMPLETO (CLICK)
Muchas gracias.