LA MELANCOLIA DE LA GRAN CIUDAD

[Alejo Urdaneta]

Buenos Aires es una hermosa ciudad plena de cultura y viva inteligencia, pero al mismo tiempo el tono espiritual que la distingue es el de la melancolía. Ernesto Sábato lo dijo al expresar que la inmensidad del territorio argentino, extenso de una pampa infinita, le dejaba al porteño la sensación de estar en el punto final de un territorio para entrar en el interminable silencio.
Este cuento quiere reflejar ese sentimiento.

Alejo Urdaneta

EL RÍO INMÓVIL EN TUS LÁGRIMAS
(Evocación de Buenos Aires)

Siempre iba a La Costanera, a la hora del almuerzo, y entraba al mismo restaurante. Esa hora muestra al río inmóvil como un lagarto marrón echado con las fauces abiertas, en busca de la luz que el sol imprime a los edificios que bordean la avenida. Después del almuerzo echaba a andar hacia la dársena mientras recordaba un poema de Lugones:
“Allá en las dársenas quietas se mecen oscuras goletas soñando un lejano país…”
No sabía si era así el poema, pero estaba seguro de la imagen que le hacía recordar el aceitoso río en aquel lugar quieto de turbulencia, pestilente hasta que lo limpiaron un día. Desde el muelle ve los barcos enormes, chorreados de brea, de chimeneas negras y largas como los días de verano, que imaginan viajes interminables a regiones desconocidas. Desconocidas para él en su Buenos Aires querido.
Este hombre solo que pasea al borde del río piensa en poemas que lo han emocionado, música que le ha dejado nostalgias. En pos de un amor perdurable pasan los años y continúa su rutina fluvial, río abajo hasta sentir el olor de los barrios cercanos, tocar con sus sentidos el rumor de lejanía que tiene La Boca.
Su ciudad, a la que ha querido descubrir, entrar en su secreto, se presentaba altiva, retadora frente a otros lugares que él desconocía. Era una adolescente cautivadora, con una lujuria escondida, no como la que ha visto en revistas de ciudades distantes: El Cairo, París… Su ciudad es seca y retraída, cerrada ante el asedio del amante impertinente, temerosa ante el extraño que desea develar su misterio. Por eso parece altanera. El dolor de la ciudad sale de bandoneones, de cantos tristes que esconden timidez. Observas a la gente de la calle y adviertes sus actitudes prevenidas, con la respuesta irónica como látigo; y si no es así, florece la melancolía de su hablar como un gemido. Y salen del pozo con rígida prestancia, para no admitir ningún abandono y justificar la frágil debilidad como un deber a lo ritual. Sabe que más allá de esta majestad de su manto se abre una enorme vastedad de silencio de dunas y viento, lugares en los que el desierto se agita y el hombre dialoga con la inmensidad.
Los que dicen conocerla, aman de ella su tristeza inconclusa, como una planicie amarilla olorosa a distancia. Aman su melancolía vaga como una pintura sin formas definidas. Aman un pensamiento hecho secreto.
Ya ha llegado a otro espacio del río donde se aprecia bonanza y riqueza. Lugares donde otros han cambiado sus hábitos y tienen lujo para sus almuerzos: Puerto Madero, antes tan popular y descuidado, amado de la gente del futbol, es ahora un lujoso paseo desde donde ve también la dársena quieta con sus oscuras goletas. Pero él no entra en los restaurantes de aquí, que ofrecen el vino de la mejor cosecha, el bife tierno. Aquí no puede llamar al mesero y cantarle una copla popular: “San Juan va borracho; yo también. Así como vamos, vamos bien…” Lo hizo muchas veces en la ciudad vieja, en un cafetín de plato fijo, y el mesero reía y copiaba la copla en sus notas de pedido.
Y no le queda otro destino que volver a La Costanera en la hora de la tarde de verano. El río permanece inmóvil e indiferente, y, como cada día, resuelve sentarse en un banco preguntándose por qué Buenos Aires le daba ganas de llorar.

[MilagrosHdzChiliberti-PresidSVAI]

Excelente, un rico contenido sensorial inundado de sinestesias. Me encanta el lenguaje poético de nostalgias y ensueños.

Te dejo un beso

[Alejo Urdaneta]

Gracias, bella amiga, por tu presencia estimulante. La idea de extender nuestra mirada hacia los demás países hermanos va tomando cuerpo. Seguiremos empeñados en este propósito de unión.
Mis besos para ti. Alejo.

[Marga Mangione]

Alejo: Los argentinos somos nostálgicos por naturaleza. Vivimos añorando el ayer, aunque ese ayer nos haya llenado de penas. Para nosotros, todo tiempo pasado fue mejor...
Te dejo un poema mío. Me parece que tiene algo en común con tu hemoso relato. Si no lo sientes así, perdón.

El ayer

Sentimientos encontrados.
Pasado y futuro
conviviendo en el presente.
Mira hacia atrás
con los pies puestos sobre la tierra,
y el cuerpo orientado hacia adelante.
¿La evolución es posible,
mientras las raíces se mantienen firmes,
soberanas, contundentes?
El ayer que quiere olvidar, vuelve.
Siempre vuelve, impidiéndole avanzar.
Lucha con denuedo
en una marisma de contradicciones,
buscando no ahogarse.
Mientras que sus recuerdos,
inútiles y obsoletos, la empujan hacia atrás.
Es hiedra seca adherida a un muro
que ya no la alimenta ni sostiene.
Siente que su piel contiene un cuerpo
que no le pertenece.
Siente que el destino
le ha puesto los ojos en la nuca,
para contemplar un pasado
lleno de horror y desventura.
El ayer que la perturba,
ha arruinado su presente,
y ha matado su futuro.
El ayer, que no puede dejar atrás,
es lo único que habita en su corazón.



Marga Mangione
29/05/2008

Berazategui - Buenos Aires - Argentina

[Alejo Urdaneta]

Amiga Marga: La nostalgia es el deseo de recuperar lo vivido, volver a sentir las emociones que nos hicieron llorar o reír. Todos sentimos la nostalgia: por los seres que amamos y ya no están, por los amigos y la infancia, por la tierra lejana... Es el vínculo con el pasado, pero no debemos abominar de ella ya que nos enriquece con colores sepias y nos devuelve una sonrisa de ternura. ¿Sabías - claro que lo sabías - que la ternura es el sentimiento más alto del ser humano? Yo diría que es porque con la ternura abrazamos al desvalido de cualquier bien del espíritu: del amor de los padres, del amor pasión que se convierte en apego, de la tierra lejana. Nos hacemos tiernos con el tiempo; ya no somos los poderosos jóvenes retadores. En tu poema está la rebeldía que nos hace vivir con la frente limpia. Deseamos lo vivido y llenamos la alforja con recuerdos.
Así sentí a la gran ciudad a la que amo. Su gente misteriosa como ella misma. En los cuentos de mujica Láinez lo encontramos, también en Borges y Cortázar: la nostalgia que nos enternece y nos hace más humanos.
Me gustó tu poema, y tienes alguna razón al decir que nuestros respectivos trabajos tienen en común el mismo sentimiento de la nostalgia.
Recibe un afectuoso beso, Alejo.

[NORBERTO A. CID]

Buenos Aires es un país dentro de la misma Argentina. Donde se "rejuntan" distintas idiosincracias; las del provinciano del sur, las del norte, y las del centro del país, mezclandose con los "gringos" que invadieron ya hace muchos años las costas de nuestro puerto. Puerto abandonado, sin vida, que hoy se parece más a un cementerio de hierros oxidados, que a aquel puerto por donde ingresaban nuestros abuelos.
Es verdad que somos nostalgicos, y esa melancolia la tenemos en los genes, extrañando nuestra madre patria para los desendientes de españoles, o la Italia, para aquellos con esa desendencia. Marco estos ultimos como ejemplo del gran crisol de razas que componen nuestra controvertida sociedad. Aun no tenemos una identidad definida, por más que en el mundo nos reconozcan por el tango, o por Maradona. Seguimos buscando, escarbando en nuestro pasado en busca de un mañana en el que podamos decir que somos nativos puros de un suelo que todo lo da.
Así y todo, conquista, seduce al extranjero que pisa este suelo. Ya que se encuentra de mil maneras identificado con su esencia, dentro de la gran ensalada que es Buenos Aires.
El argentino que emigra y se aleja por un tiempo prolongado, extraña y compara, volviendo tarde o temprano a dejar sus cenisas en este suelo. Somos criticones por excelencia de lo nuestro y jamas estamos conformes, siempre queremos más, porque creemos que nacimos para merecer... sin darnos cuenta que somos nosotros mismos los que construimos ese mañana que diariamente saboteamos.
La Costanera no deja de ser el refugio de aquel que sueña, que se esconde en las aguas marrones de un Río de la Plata, hoy vestido de gala por un Puerto Madero pensado para una elite y el turismo.