MICROEMPRESA
Mire, una noche soñé que jugaba a la pelota con un niño en Paso Blanco. Aquella pelota era de periódicos y estaba atada con pedazos de soga y alambres, recuerdo que en el sueño jugábamos contra La necesidad, sí, de veraz, era una señora de vestido muy oscuro y cara cetrina. ¿Conoce Paso Blanco? Está a media hora de la ciudad, es un área invadida por cientos de personas. Allí, la desventura te acompaña como si fuese un apéndice de tu cuerpo. Te acuestas con hambre, te levantas a ver si comes y, si lo haces, ese día te toca una sola vez y mal. Me tuve que marchar, me iba a morir (como ya han muerto varios).
Dejé atrás esa muchedumbre que a fuerza de desesperanza lo racionaliza todo, y jura que de tanto sufriendo saldrá algo bueno. Así que, como le dije, yo escapé de todo aquello y me hice autogestor, lo que llaman un microempresario. Y no crea que resultó nada fácil. En mi caso me propuse encontrar una fuente de material inagotable y gratuito para su rescate y oferta. Pero hay que madrugar para que no se te adelanten. Debes recoger la mayor cantidad de material posible antes que te lo impidan los demás. Para eso, me sirvo de una carretilla de supermercado que mejor ni le digo cómo obtuve. El material ferroso es el que resulta más útil, por su precio. Pero hay también verdaderos tesoros: la gente tira cosas increíbles, yo las rehabilito y después las vendo o intercambio.
El sol y la humedad son el peor enemigo en este negocio. Todo se va descomponiendo con gran rapidez y se dificulta la labor de cosecha. En este oficio trabajamos un número representativo de microempresarios. Mi interlocutor se ríe de la frase… ¿Qué quieren que diga? Todavía me queda algo de orgullo. Por supuesto, hay material para todos y no me quejo. La camaradería es bastante buena. Fíjese que a la hora del almuerzo combinamos lo encontrado y se arman unas comilonas que ni se imagina. Eso sí, hay que tener un estomago de hierro y tolerar la nausea.
Con este pequeño negocio mantengo a mi mujer y dos hijos. Bueno, les digo así. Ya venían con María cuando la conocí en el sitio de obra, que es como llamamos al área de recolección. Pero de tanto cargar con esos chiquillos ya los siento míos. Han salido vivos los pelaos, y me ayudan de vez en cuando; con eso de que la primaria es obligatoria y gratuita, me les quitan mucho tiempo. Allí mismo les conseguí uniformes, mochilas y otros artículos escolares. El problema son los zapatos; en el sitio se te pega de todo en las suelas y se terminan de estropear. Le cuento que hay enfermedades necias y la que cargo es una de las peores. Me está dañando los pies y las manos. Emprendí este oficio de reciclador independiente de material de desecho (ríeeete, desgraciado, ojalá tu trabajo te dure para siempre) y empezaron de una vez el escozor, las manchas en la piel, la caída de las uñas y el nacimiento de estas costras en todos lados.
Aquí los accidentes son el pan nuestro de cada día. Hemos armado un botiquín y créase o no, la María ha resultado tremenda enfermera, fíjese que saca fragmentos y hasta cose heridas. La crisis mundial también ha alcanzado a esta industria. No se ría, no se ría que cada vez resulta más difícil rescatar «valores » para venderlos en el mercado, por eso ahora me quedo en las noches. Duermo bajo cualquier cosa y apenas llega un camión voy a la carga La María se preocupa, dice que corro peligro, que me pueden hacer algún daño. Pero es raro encontrar por aquí algún desconocido, esta es una comunidad bastante cerrada. Bueno bueno, está bien, ya contesto su pregunta: - Esa noche hubo poco movimiento, yo estaba a la expectativa, se acercaba el horario de entrega de varios camiones. Entonces, llegó aquel carro: un sedan oscuro, no recuerdo de qué color. La noche era de un negro cerrado. Los dos tipos se bajaron con un bulto bastante grande y lo echaron cuesta abajo, desde uno de los más altos promontorios. Yo esperé a que se fueran. ¿Ve usted?, ¿para que tomar riesgos innecesarios? En este oficio aprende a cuidarse uno. Bajé con cuidado a ver qué era, pasito a pasito, y allí estaba, envuelto en un plástico y lleno de balazos… Bien muerto.
Le quite el saco y los zapatos. Después de todo, hay que respetar a los difuntos, no ponga esa cara, otros los dejan en calzones. Por allí tiran unos tres o cuatro al mes (ahorcados, acuchillados, asfixiados… Fregados todos). Si los tapa lo vertido por un camión, con el tiempo, salen a la superficie o el hedor los delata. Yo avisé al día siguiente. No debí decir nada porque, mire, ahora estoy aquí, declarando sobre una cosa de la que no tengo idea. Solo vi que lo tiraron en el sitio, así que le repito por milésima vez que no sé cómo eran los tipos que lanzaron al muerto, ni por qué lo mataron.
¿Podría decirme cuándo me voy de aquí?, llevo horas en esto y yo no fui, ni sé que más contarle. ¿Qué me dice?, ¿que lea mi declaración? Bueno, a ver. Oiga, joven, yo no soy ningún pepenador, quíteme ese título, yo soy recolector de material reciclable. Claro que me defiendo, no soy ningún bruto. Aquí donde me ve, todo haraposo, casi término el primer año de universidad. Pero las drogas son una mala cosa, ¿sabe?, y me jodieron la vida. Ni la familia quiere saber de mí, quizás me juran muerto. Está bien, no voy a discutir eso de pepenador. Le firmo la declaración y adiós.
El funcionario de la Fiscalía Auxiliar le dijo a uno de sus compañeros: - Me huele que este va a pagar el pato, van demasiados ejecutados y alguien tiene que dar la cara. Cuánto apuestas a que no sale hoy de aquí. El otro le respondió: –– Cómo se te ocurre, eso no es así, quién te oye te cree. –– Ya verás, ya verás: no se pierde nada y quedamos bien en los periódicos...
Afuera llovía copiosamente y María esperaba con el pecho apretado a que saliera su pareja, pero pasaba mucho tiempo y los chicos estaban en el vertedero, tenía que ir por ellos y regresar a ver qué ocurría. Adentro, su hombre, vestido con la prenda del muerto, estaba impaciente, se llegaba la noche y tenía que irse a rebuscar en el Vertedero Municipal, no intuía que acaba de quedarse sin oficio y sin su María. Ya lo reza el refrán: Le chien le plus maigre est tout puces (1).
(1) Al perro más flaco se le pegan las pulgas.
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Tu relato muestra la realidad de la gente que sufre la pobreza y la falta de justicia, me gustó mucho leerte, saludos poeta.
Lu
Hola Alberto, Simplemente mis más sinceras felicitaciones, un relato crudo que esconde a gritos una verdad cotidiana, realmente te felicito amigo, un abrazo.
Tu relato muestra la realidad de la gente que sufre la pobreza y la falta de justicia, me gustó mucho leerte, saludos poeta.
Lu
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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