El día seis de mayo del año dos mil diez, quedará grabado en la memoria de Gabriel durante toda su vida; como si fuese una marca de las que se hacen en las culatas de los becerros, recién destetados al llegar cada primavera, para marcarles la divisa o distintivo pecuario de su propietario, con hierro candente.
Su primera tarea del día fue poner en marcha la lavadora y hacer la primera colada con toda la ropa blanca, que la noche anterior había dejado en remojo y un recipiente de plástico –a especie de cubo ovalado-. (Hay que hacer notar que nuestro protagonista vivía sólo, desde hacía años y no se permitía tener ningún tipo de asistencia doméstica).
Su afanosa, larga y sometida vida había estado marcada –desde que recuerda- por la obediencia ciega a sus padres; la formación y estabilidad de un matrimonio muy precoz, que se llenó de hijos muy rápidamente –que perduraba en el tiempo por multitud de obligaciones hacia los hijos, etc.
Ahora que se había quedado como el perro al que le quitan pulgas, no deseaba bajo ningún concepto complicarse la existencia, ni tan siquiera con alguien que le sirviese en las tareas del hogar y prefería hacerse personalmente todas las cosas, sin importarle para nada, como pudiesen quedar éstas de perfectas o desordenadas.
Se aplicaba con tesón, aquél dicho de: “el buey sólo bien se lame…”
Había quedado a atrás: el tener que complacer a todo el mundo familiar, a la observancia de las normas de conductas exquisita, para agradar a los demás; había conseguido, finalmente, una independencia que según su fuero interno: constituía la más grata de las libertades.
Tenía que trabajar con tesón, como cualquier ser responsable, pero sentía, desde sus primeros años laborales, que; el trabajo dignifica a la persona, además de darle una independencia económica, inalcanzable desde cualquier otra actividad.
Ya desde los comienzos –hacía más de 50 años- gozaba de una independencia de pensamiento y un sentido muy personal de los conceptos a los que cualquier ser humano está sometido socialmente y él se sentía casi liberado.
Se había convertido en un ser muy diplomático con los demás, respetuoso con todas las ideas y sentimientos ajenos y a la vez gozaba –o así, lo pensaba él-: de ser el hombre más independiente de la faz de la tierra.
Arrastraba un sin número de vicisitudes de la postguerra Civil y por lo tanto había atravesado, sin honor y sin gloria, casi toda la dictadura, de cuya etapa adquirió una serie de valores: honradez, sometimiento a las normas establecidas, amor al trabajo, respeto a los mayores y a las autoridades; estabilidad emocional y de sacrificio; riqueza interior adquirida por el esfuerzo constante y ante la escasez de medios para llevar a cabo los más mínimos emprendimientos, etc.
Todo ello forjó un carácter titánico, capaz de soportar la mayor parte de los avatares de la vida que día a día tendría que afrontar con altivez.
Mientras tanto se hacía el lavado automático: aprovechó ese intervalo para ducharse, afeitarse y cumplir escrupulosamente con el aseo del apartamento; matutino y repetitivo de cada jornada; para posteriormente bajar a desayunar con Antonio, su encargado de obras, que ya le estaría esperando; después de lo cual y de intercalar algunas cálidas y comedidas frases referente al trabajo a desarrolla en la jornada que acababa de empezar. Posteriormente saldrían juntos hacia la capital –en el vehículo de la empresa: una furgoneta Citroën, de las denominadas 2 caballos-, con objeto de resolver unos temas preliminares de replanteo –que habían sido postergados desde el día anterior, por falta de luz-, asignar nuevas tareas a los cinco obreros y tres oficiales, que en la actualidad estaban contratados –a jornada completa, hasta la terminación de las obras- y por último resolver en el curso de la mañana un tema pendiente con la Agencia Tributaria –referente al IVA de dos años fiscales anteriores, que le había sido notificada su comparecencia con fecha anterior, finalizando el plazo esa misma mañana- y, con el fin de no incurrir en alguna penalización –pues el tema era simplemente: la de aclarar la presentación en tiempo y forma de dos impresos trimestrales, que no aparecían entre los datos mecanizados de la Agencia Tributaria, referente al IVA, por lo que se hacía imprescindible la presentación de las copias, obrantes en poder del responsable tributario…
A la sazón se había ofrecido Antonio a llevar a Gabriel hasta la puerta de la entrada de las dependencias, para no perder tiempo de aparcamiento o que surgiesen otros inconvenientes que pudiesen demorar la comparecencia del titular ante el Organismo Oficial; posteriormente Antonio se retornaría a las obras, para vigilar del cumplimiento de las tareas encomendadas a los trabajadores; quedando ambos en comunicarse por el celular: tan pronto hubiese acabado la comparecencia ante la Agencia Tributaria de Gabriel, el encargado iría a recogerlo al mismo lugar donde lo había dejado, y proseguirían la jornada, visitando unos solares urbanos, que habrían de estudiar minuciosamente con el fin de hacer un estudio económico y de desarrollo para una futura construcción de 12 viviendas unifamiliares adosadas.
Hacía tiempo que Gabriel, tenía como rutina empezar la jornada desayunando con su encargado de obras (quien previamente había estado a pié de obra desde las 8 de cada mañana laborable; repartiendo y vigilando los comienzos de cada trabajo, que asignaba personalmente a cada oficial).
Todo estaba anteriormente previsto desde la tarde anterior, para salir –ya desayunados- entre las nueve y las nueve treinta.
Estaban ambos disponiéndose a salir del establecimiento, cuando repentinamente se organizó una fuerte discusión entre un chico joven (al parecer ebrio y sensiblemente afectado por algún alucinógeno) y su acompañante: a la que increpaba y vociferaba con fuertes insultos agresivos; hasta tal punto llegó la bronca que el chico daba a la chica -tratando de someterla, menospreciarla e intimidarla-, que llegó a quemarle la piel con un cigarrillo encendido, al tratar de apagarlo sobre su piel, al tiempo que la puteaba con desprecio; la chica dio un alarido de dolor que enmudeció a todos los circundantes y muchos de ellos empezaron a increparle su mala conducta hacia la chica y hacia el resto de los asistentes, pero él se enfrentaba a todos e incluso insultaba gravemente a aquellos que se le encaraban frontalmente y verbalmente; tanta fue su provocación que el dueño del establecimiento lo conminó a que abandonase el establecimiento, pero el chico siguió más enfurecido y desestabilizado; hasta tal punto, se puso difícil la situación: que Gabriel decidió llamar por teléfono a la policía nacional; precisamente se personaron en breves minutos (pues un grupo de dos parejas, coincidían cada día para desayunar -a esa hora de la mañana, en el sitio-); finalmente redujeron al chico, lo sacaron fuera del establecimiento y estuvieron pidiéndole los datos identificativos.; mientras tanto a Gabriel que los había llamado por teléfono -para evitar un imprevisible enfrentamiento con los presentes-: le tomaron los datos identificativos al tiempo que le aconsejaban poner una denuncia en comisaría, casa que le pareció lógica a Gabriel; pero cual fue la sorpresa de todos, que éste último fue detenido y llevado a las dependencias de la comisaria, mientras el chico que provocó la bronca sólo fue advertido e invitado a abandonar el lugar.
Todos quedaron con las bocas abiertas y estupefactas por el incidente y las consecuencias que habían acaecido posteriormente.
Todo en este mundo tiene una aclaración lógica y esta situación también habría de tenerla, aunque los acontecimientos estuviesen en contradicción.
La policía nacional atendió prioritariamente a una orden de búsqueda y captura antigua que pesaba sobre el tal Gabriel –que no le había sido notificada y era totalmente desconocida hasta entonces- que salió a la luz al consultar los datos identificativos de la persona que llamó a la policía.
Una vez llegados a las dependencias de la comisaria local, donde el tal Gabriel fue llevado de unas dependencias a otras, sin que nadie supiese nada al respecto y después de hechas una serie de indagaciones con la Central Provincial de Policía, lugar desde donde había partido esa orden, el tal Gabriel fue detenido, encarcelado y puesto a disposición del juez, cuando eran sobre las 14 horas.
Comentario
Poeta, hay una segunda parte? Porque me quedé como suspendida en el aire. Cuando más emocionada estaba, me corta el relato sin anestesia. Pero es bueno, es bueno.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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