El limonero
(Microrrelato)
Afuera de mi casa tengo un árbol de limones. Son grandes, muy jugosos y sin semilla. A diferencia del limonero del jardín, el cual tiene más cuidados, todo el año da abundante fruto. A principios de otoño disminuye su cantidad, mas siempre hay escondidos entre el follaje. Debido a la cuarentena del coronavirus, los transeúntes dejaron de arrancarlos; sin embargo, una vez que rompieron el encierro, ya sea por necesidad o por enfado, los cítricos fueron otra vez el foco de atención. No faltó el señor bien vestido, con ropa deportiva, que descaradamente a las seis de la mañana, con el pretexto de sacar al perro, se detuviera a hurtar limones. Entretanto, mis perros ladraban rabiosos, asomando el hocico por la reja, despertando a los que sí guardamos cuarentena. Durante el encierro, debido a la poca actividad, cualquier ruido se vuelca excesivo y por lo tanto estresante, más aún a esas horas de la mañana. Salí como pude, le dije que si quería limones, los piedra a una hora más apropiada. Pero se enfureció diciéndome que estaban en vía pública. En otra ocasión llegó una persona muy humilde a pedir limosna, le dije que no tenía dinero, a cambio, le di una pequeña despensa, para que, en su casa, preparara algo de comer; entonces viró hacia los limones, y me dijo que si podía llevarse algunos. Le dije que sí, que llevara los que quisiera. Al día siguiente pasó mi vecina que vive a seis casas de la mía. Es una señora de la tercera edad, como de unos sesenta y seis años, va todos los días a misa de once, excepto, en estos días, en los que no se escuchan campañas llamando a los feligreses. Seguramente le saben mejor los limones robados que comprados, pues tiene la costumbre de llevárselos una vez que regresa de la iglesia; de alguna manera se da sus mañas -aunque los perros la delatan-, se esconde bajo la copa, entre las ramas espinosas, y desde esa posición arranca los que puede. En una ocasión yo iba saliendo y la sorprendí con las manos llenas de limones, de la sorpresa soltó algunos, por un momento quedó paralizada, viendo como se iban rodando hacia lo lejos. Al cabo de unos segundos corrió agachada, como si fuera una niña haciendo de las suyas.
Ahora que lo pienso, entre más se afanen en arrancar el preciado fruto, más será un limonero pródigo.
Kokul ‘al Quetzalcóatl
Comentario
Agradecida Kokul 'al
por compartir tu relato.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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