EL VAMPIRO ADICTO

[Vicente Antonio Vásquez Bonilla]

Vicente Antonio Vásquez Bonilla

 

Soy vampiro y lo digo con orgullo. Cualquiera creería que es una desgracia o una maldición, pero no es cierto. Nuestra vida es tan normal como la de un perro, un gato o inclusive,  de un ser humano.

 

A los vampiros, nos gusta la sangre de todo tipo, aunque existen algunas variedades como la AB negativa, que nos causan agruras. Nada que no se pueda remediar con un brebaje adecuando. Un peligro, fruto de la loca modernidad, es la infectada con SIDA, pero en esta vida, todo conlleva riesgos.

 

            Yo solía llevar una existencia normal y placentera, dormía de día y de noche me realizaba como vampiro. Aprovechando mi apariencia humana, visitaba discotecas, teatros y cualquier otro lugar concurrido; para mí, era como pasearme por el interior de un supermercado lleno de deliciosos manjares, listos para hincarles los colmillos.

 

Hacía amistad con otros de mis congéneres y con muchas personas, hasta que llegaba la hora de merendar. La desaparición de los individuos, en estos tiempos, es algo tan común, que ya ni atención se le pone. Esta es una ventaja, la “despensa” siempre está llena, es sólo cuestión de escoger el platillo del día o más bien, de la noche y satisfacer las necesidades perentorias que impone el apetito. Situación que no debe, o no debería escandalizar a nadie, es parte de la cadena alimenticia. Tarde o temprano, vivos o muertos, todos alimentamos a otros seres.

 

            Pues bien, yo me relacionaba con jóvenes de ambos sexos y cultivaba su amistad, con la misma diligencia con que lo hace un avicultor o un ganadero. Ser previsor es uno de los requisitos para la supervivencia. Para cualquier gourmet, el gusto está en la diversidad. La sangre humana varía en sabor y calidad, según las dietas de los diferentes grupos culturales, y con vocación democrática, no discriminaba a nadie por razones de raza, color o sexo.

 

En una de mis correrías me relacioné con varios judíos adolescentes y me hice pasar por uno de ellos. Mis nuevos amigos, jóvenes e inquietos, me invitaron a que los acompañara a una de sus ceremonias, la circuncisión de un niño. Confieso que más me llevó la curiosidad que la promesa gastronómica de sangre fresca. Hay que dejar crecer a los infantes para que cuando sean grandes provean mayor cantidad de plasma. Ningún avicultor, por ejemplo, se alimenta con pollos recién salidos del cascaron, al contrario, los alimenta y los deja crecer hasta que estén en su punto para un mejor y nutritivo platillo. Con los humanos, hay una ventaja adicional, los vampiros no tenemos que invertir tiempo o recursos, pues crecen y son alimentados por otros de su misma especie.  Es sólo cuestión de esperar que estén aptos para nuestro consumo.

 

            El rito milenario se llevó acabo con la solemnidad esperada, mientras yo observaba con atención y curiosidad. El rabino, porque supongo que lo era, cortó el prepucio del niño y lo depositó dentro de un cáliz lleno de vino, luego, bebió de él y lo hizo circular entre los presentes y cada quien tomó a su vez. Cuando me tocó el turno, confieso que sentí repulsión, pues nosotros, al igual que los hombres, también tenemos prepucio. Pero al punto, consideré que no podía desairar a mis anfitriones, poner en evidencia mi condición de intruso y me dije: después de todo, se trata de un prepucio inmaculado que, de tener la capacidad de razonar, sabría cual era su procedencia y el lugar de su malogrado destino. Lo comparé con el gusano del maguey dentro de una botella de tequila y bebí.

¿Y qué creen? Me agradó.

 

La sangre del prepucio recién cortado, le dio al vino un toque especial. Estoy seguro que ese buqué, exclusivo para mí, estaba fuera del alcance de los judíos presentes; pero para mi olfato y mis papilas gustativas fue una experiencia sibarita de primera y desde entonces, no me pierdo esas ceremonias. 

 

[Vicente Antonio Vásquez Bonilla]

Estimado Solorío: Gracias por tu comentario. Este cuento tuvo su génesis en el D.F., capital de tu país. Un abrazote, Chente.

[Solorio Sánchez]

Bueno es para mi que mi grupo sea AB Negativo, al menos tendre el placer de causar agruras o forzar a la preparación de un brebaje adicional... buena historia, bien contanda, mejor lograda.

 

saludos

sos

[Vicente Antonio Vásquez Bonilla]

Estimado Marco: Gracias por tu amable comentario. Un abrazo, Chente.

[Vicente Antonio Vásquez Bonilla]

Estimada Rita: Eres muy amable. Besos, Chente.

[Vicente Antonio Vásquez Bonilla]

Estimada María: Gracias por tu lectura y comentario. Besos, Chente.

[Vicente Antonio Vásquez Bonilla]

Estimado Manuel: Gracias por tu lectura y tu mensaje. Un abrazo, chente.