-Vamos a comprar patatas… y leche… y pan…-
Pasan a mi lado; una mujer rondando los sesenta y cinco años y otra de unos treinta, la cual parece ser la hija de la primera. La madre habla con la entonación que se utiliza en el trato a los niños. Debe ser la muchacha retrasada mental.
Pienso dónde acabará cuando fallezca su mamá y nadie en el mundo la vigile, la guíe, la proteja del mundo y la haga sentirse feliz.
Son las once y media de la mañana apenas. El aire porta el anuncio de la lluvia con casi imperceptibles gotitas que se fijan en la piel desprotegida del viento del norte. Camino con una leve cojera y paso lento sobre el cemento mojado. En el fondo, soy yo el que teme acabar sus años en perpetua soledad y abandono; pues al cabo soy antisocial, inestable, agorafóbico, egocéntrico y algiacéntrico. Mi tabaco y mi chocolate, completados con una buena dosis de gazpacho andaluz, bastan. Así hasta que no regrese del sueño o me rinda.
A no ser que cambie y deje de fingir que mi vida es una novela donde el fracaso indeleblemente me rige. Cierto es que para ambos el destino decidió por nosotros. Mas también tengo que desligarme de la cobardía…
Pienso mientras huyo del frío, mientras sueño que la primavera derrota a las demás estaciones y se soluciona el problema del cambio climático. Por soñar que no quede.
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL