ESTRELLA DE LA MAÑANA
(Una princesa Wejnayeck)
El paisaje en la inmensidad de la llanura chaqueña, había sido tejido con un manto de estrellas diáfanas y titilantes, sobre la sábana nocturna. Entre la floresta envuelta de sombras, podía divisarse el destello de las fogatas que los aborígenes habían encendido en la aldea. El fuego solía espantar a los animales feroces. Y a su vez permitía a los viejos y jóvenes a permanecer alerta contando historias que se transmitían de generación en generación mientras el resto dormía.
Llegó el lucero de la mañana asomando entre la bruma, allá en el horizonte. Lentamente los primeros vírgenes rayos solares, absorbieron las sombras, brotaron matices de colores en la floresta mostrando el paisaje como nueva vida. El canto matinal de las aves recorrió todo el lugar y las mujeres comenzaron su diaria labor. Los hombres tomaron sus armas y se metieron en la selva para cazar. Otros caminaron en dirección del río a pescar. Las mujeres acompañadas por sus hijas tomaron el sendero bosque adentro a recolectar frutas salvajes, llevaron bolsas y un palo para sacar wuye.
Estrella de la mañana, hija única del cacique (Niyat) de la tribu llamado Woyisejey. Una hermosa muchachita de ojos aceitunados, larga cabellera negra color azabache y una piel color mate, delgada y alta para sus 12 años. Muy ágil que se subía a los árboles como un jovenzuelo, en el río nadaba cual zurubí. Sus amigos le admiraban por su sagacidad y la sabiduría en el conocimiento de cada detalle de la selva. Distinguía el canto de las aves, el llamado de los animales, cualidad que lo había aprendido de su padre.
Como toda aborigen, la jovencita cumplía con la misión de ayudar en los quehaceres de siembra. Acompañando a su madre a trabajar en la chacra (lalajwek), desmontaban y construían protección contra los animales, colocando ramas fluidas y espinudas; luego con el punzón abrían la tierra y colocaban la semilla. Más tarde recolectaban leña, frutas y raíces silvestres para la cocina. Por la noche cantaban al Dios Bueno rogando por una abundante cosecha. Los años eran diferentes, los había lluviosos y otros secos. En años malos, solían emigrar al este hasta las cercanías del gran río de los guaraníes.
Cada tarde la jovencita, corría al río con sus amigos a jugar en el agua y en la arena ardiente.
En la parte norte se levantaban macizos peñascos, donde las aguas del tormentoso río formaban una cascada y en su seno una hermosa laguna, rodeada de plantas y vistosas flores. Allí solían los jóvenes sentarse a charlar e imitar el canto de los pájaros.
Subiendo al acantilado, ya en la cima, se tenía una vista panorámica de toda la llanura. El río se veía como una larga serpiente corriendo sinuoso entre la selva. La vista se perdía en lontananza, donde el horizonte se fundían con el cielo. Al otro lado de las brumas estaba la nación de los guaraníes. Guerreros duros y fieros, algunas veces habían llegado hasta cerca de la comunidad, siguiendo el cardumem de los peces. Los aborígenes del lugar evitaban enfrentarse con estos y solían retirarse al interior de las montañas del oeste, que marcaba cual muralla natural los límites de los llanos y las naciones amautas.
Cierta mañana dos jóvenes amigos de Estrella de la mañana, se internaron monte abajo orillando el río en busca de corzuelas; habían caminado toda la mañana y en un claro de la selva se sentaron a comer raíces frescas, y bebieron agua, que las calabazas mantenían bien. Colocaron sendos patos silvestres atravesados por palos sobre la fogata prestos a ponerlos a azar. Tostada su carne lo comieron. Después sobre un montón de hojas apiladas se echaron a descansar. No bien hubieron cerrados los ojos, fueron atacados por un grupo de cazadores tobas. Ambos lograron zafarse de sus captores y corrieron en dirección al río. Okyila´ y Oky´inij se lanzaron a las aguas. Pero una lanza alcanzó al hermano mayor y el primo menor alcanzó la otra orilla donde se perdió en la espesura. Sintió a sus perseguidores husmear su rastro.
Herido Oky´inij encontró un árbol hueco donde se escondió. Los tobas pasaron de largo lanzando feroces gritos de guerra. Ya entrada la noche, el silencio envolvió la selva, rompiendo el letargo los típicos susurros de las aves nocturnas, gruñir de animales y el golpear de las aguas del río contra los roquerios.
Por la tarde el primo menor, llego a la aldea y contó como los tobas habían matado a su hermano mayor. Princesa de la mañana, lloró mucho al enterarse. Esa noche los cantos fúnebres recorrieron la comarca. El cielo parió millares de astros titilantes, parecían lamparitas que se encendían y apagaban y hasta la luna se vistió de luto.
Los viejos y los jóvenes pintaron su cuerpo, era el símbolo de la guerra. Bailaron tres días y noches seguidas. Las mujeres prepararon chicha muy fermentada para los hombres. Al cuarto día, partieron en dirección a la tierra de los tobas. El jefe encargó que si no volvían pronto, debían levantar la aldea e ir a refugiarse al otro lado de los acantilados, hasta alcanzar los valles del Tewoktaj (río Bermejo).
La acción de los matacos fue feroz y sanguinario. Muy de madrugada atacaron a la
aldea. Toda la familia de Yatsojwáj y Jwitsani´ jefes tobas cayeron atravesados por las flechas. Las mujeres fueron rehenes y el resto de los hombres escapó en la selva. Y así es como esta fue la última gran batalla entre los matacos y la tribu de los tobas.
Princesa de la mañana, se había convertido en una hermosa jovencita que bordeaba los 14 años. Su singular belleza había llegado a los rincones menos insospechados, más allá de donde nace el sol y en lo lejano donde éste se esconde. Además era muy inteligente y de gran sabiduría por lo que su padre el Niyat estaba muy contento y esperaba que por vez primera una mujer ejerciera el poder.
Cierta tarde la joven se bañaba solitaria en la laguna ubicada a los pies de los grandes roquerios. Se dejó llevar por la corriente, observando el fondo, podía divisar a los peces surcar entre las plantas acuáticas. De pronto el agua comenzó a teñirse de rojo. Ella sintió un pequeño dolor en su pequeño monte. Colocó ambas manos cubriendo su sexo, tratando de protegerlo. Sintió temor y corrió a la aldea.
Su madre por la noche le anunció que ya se estaba transformando en mujer. Ese flujo de sangre salida de su monte, era la señal y que una vez al mes llegaría sin causarle daño alguno.
Al día siguiente hubo una gran fiesta que invitó al jefe Niyat anunciando que su hija se había convertido en mujer. El festejo duró dos días, hubo abundante comida y chicha, hasta que se hartaron y cayeron dormidos. Estrella de la mañana aprovechó a ir con sus amigos al río a pescar y jugar en la arena.
Jóvenes cazadores, llegaron un día corriendo ante el jefe de la comunidad. Anunciaron que habían visto a desconocidos hombres venidos en grandes chalanas
subiendo río arriba. Y que tenían palos que lanzaban fuego haciendo gran explosión como los rayos y relámpagos.
No pasaron los días cuando se hicieron presentes los jefes tobas Yatsojwáj y Jwitsani´. Trajeron presentes y en una reunión hablaron ante todos:
-Queremos la paz- «¿Nosotros somos iguales; mejor que hagamos la paz»!- la llegada de los extraños y el avance por el territorio del hombre blanco, los unió.
Estrella de la mañana, subida en lo alto del acantilado miraba el hermoso paisaje de la llanura, todo era una perfecta armonía de colores y sonidos. Le pareció ver allí la chacra del Dios Bueno. Bajó y luego subió a su chalana y remó río abajo.
Desembarcó en una pequeña isla de arena. Donde se echó a dormitar. Los chillidos de los monos y el estridente gorjeo de las aves le despertaron. Se escondió entre unos matorrales. En la orilla contraria, un desconocido hombre, bajó de su caballo. Miró en todas direcciones, luego se desnudó, su piel blanca deslumbró los ojos de la joven. Este se sumergió en el agua y nadó en círculos. La respiración de la joven se agitó y le pareció que su corazón quería escaparse. El rostro del hombre blanco le pareció bello.
El desconocido salió del agua, se vistió, montó en su cabalgadura y luego se perdió río abajo.
Estrella de la mañana, subió a la chalana. Remó río arriba. Ya muy entrada la tarde llegó a la aldea.
Esa noche, la joven aborigen no quiso probar comida alguna- Su madre le observó tiernamente, mientras que con un palo removió las brazas del fuego. Luego cubrió el cuerpo de la hija con un cuero de tigre-Esta se durmió temprano escuchando los cánticos de los jóvenes. Sintiendo en su interior una alegría desconocida y sonó...soñó.
Amir Ibn Tawfik Seeman
Copyright
julio 2002
Project Manager / Research Assistant
Lebanese Emigration Research Center (LERC)
Notre Dame University - Louaize
Tel: +961 9 218950 ext 2262
Fax: +961 9 224517
URL: www.ndu.edu.lb/lerc
Comentario
Una historia muy bella, Amir...
Recibe mi abrazo,
Tere
c.) ALGUNAS REGLAS: (1)Puedes colocar en tu blog un máximo de tres artículos, por día. ADEMÁS puedes colocar, por día, tres artículos en cada grupo a los que pertenezcas. (2)Puedes pertenecer a cuantos grupos quieras. (3)Por cada publicación que hagas debes brindar, al menos, dos comentarios a otros compañeros.
Vamos a comentarnos, dejemos la apatía, reforcemos nuestros lazos como poetas, si te gusta que te comenten, pues amigo poeta, comience usted a comentar, es obligación de todos el comentar.
Gracias se que cuento con ustedes, y que ningún poema se irá sin un comentario, para eso escribimos para que nos lean y comenten, peri si usted no comienza a comentar, no pida que le comenten, Dios le bendiga
!Que hermosa historia! Me la gocé, es atrapante, gracias, Carmen Amaralis
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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