En los años de mi niñez, estando en la escuela, sufrí una fractura fea en el dedo meñique de mi mano izquierda.
Jugando al basquetbol en el patio de la escuela, al caer de un envío al aro metí el dedo en el bolsillo de la tunica de un compañero y el mismo peso de mi cuerpo sirvió de palanca,…CRAK…
Mi dedo quedo pegado a la muñeca en una curva extraña, yo sentí un fuerte dolor en el hombro y el grito trajo a las maestras quienes me llevaron urgente a la dirección.
Caminaba como pisando nubes, esa sensación que en alguna otra vez sentí y que lejos de ser agradable me dejaba el cuerpo como blando trozo de algodón.
En una silla del escritorio de la directora espere por la atención médica.
Una joven maestra me tomo de la otra mano y con la lastimada envuelta en un pañuelo camine las veinticinco cuadras a mi casa ya que el pasaje escolar de los buses no funcionaba en horario intermedio.
Luego de los lamentos de costumbre mi madre me llevo a la parada y tomamos un bus al hospital de niños que distaba una hora de viaje desde mi barrio.
Yo me sentía el ser más desdichado del mundo, la gente me miraba como al “Pobresito” que en realidad era.
Luego del ingreso y que los funcionarios administrativos se complacieran de tener todos mis datos por el cobro de honorarios correspondientes, me llevaron a una salita donde una camilla y un escritorio me dio el marco de tranquilidad necesaria para la atención medica.
Al rato un doctor joven sentándose junto a mí comenzó un dialogo de tono confidencial:
- Como te llamas?
- De que cuadro Sos?
- Donde vivís?
Yo miraba con la lógica desconfianza ya que mi mano estaba entre las suyas…
De pronto el tiron en mi dedo se hizo realidad y el llanto broto junto al grito, el doctor llamó a la enfermera y le pidió que me colocara un entablillado con una venda liviana de gasa, como la inflamación se hizo evidente me coloco un recipiente “Riñón” con agua tibia indicándome que sumergiera la mano por minutos, si sentía que el agua me quemaba.
Yo, arrimado a la camilla, era el ser más desdichado de toda la creación, con mis ocho años veía mi futuro como el de un lisiado mendigante ya que no tenia otra opción de vida aparente.
El llanto seco en mi rostro le daba la pátina de un lamentable niñito abandonado.
En esto estaba mi lamentable persona cuando de pronto se abre la puerta vaivén y entra una camilla con un bulto pequeño encima.
Un leve lamento salía rítmicamente del envoltorio.
Una enfermera destapa lentamente, con cuidado las mantas y sabanas.
En el centro aparece la manito vendada de un pequeño, no más de 3 años, y el lamento se intensifica
.
Poco a poco , con cuidado van destapando la cabeza del niño.
Le faltaban los labios y parte de la nariz, sus ojitos enrojecidos por el llanto tenían graves lamparones de piel quemada.
Sus mejillas eran dos llagas sanguinolentas y una crema amarillenta cubría el resto.
Una enfermera se da cuenta que yo, aterrado miraba el tétrico espectáculo y como una madre me toma del brazo, sosteniendo la otra me retira del lamentable lugar.
Ya, junto a mi madre, mire mi mano, y me puse a llorar, de pena.
El yeso duro solo una par de semanas y mi alma ya nunca volvió a ser la misma.
Carlos Arboleda
2011
Comentario
EXCELENTE TRABAJO, Carlos Anibal... me encanto la forma en que narras esa experiencia dolorosa de la infancia, que dejó una huella imborrable en tu mente...
Bendiciones incesantes
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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