LA CIEGA CERTEZA
Ediciones: Perspectiva Trascendentalista
Círculo de Poetas Costarricenses (2005)
“El origen y el destino de la poesía son ultraliterarios, escapan a la literatura y se confunden con la vida misma”. Manifiesto Trascendentalista (L. Albán, J. Dobles, C. F. Monge y R. Bonilla.
Prólogo de Laureano Albán
HABLAR EL CANTO
“Si tú puedes hablar,
tú puedes cantar.”
Pensamiento de Zimbabue
El antiguo consejo de: “No maldigas la oscuridad, enciende una vela” es muy probablemente, en el nivel conceptual, lo que más podría caracterizar LA CIEGA CERTEZA de Ronald Bonilla.
El oximorón que da título a este libro es de antigua data en la cultura. Pareciera que los opuestos siguen siendo la sustancia de la vida. No en vano Einstein afirmó: “La luz es la sombra de Dios sobre el universo”.
La poesía de Ronald Bonilla, partiendo de los leit motive de la denuncia, de la guerra y de la esperanza de la paz, propios de los años sesenta y setenta, transcurre luego por los pasadizos tantas veces sombríos de los ambientes urbanos, donde la pérdida del sol no es sólo física sino también existencia. Pero ahora, en los albores de la madurez, Bonilla intenta en este nuevo libro reunir los oximorenes vitales característicos de su obra, recurriendo a un poemario bicéfalo, donde por un lado, lo que se ha dado en llamar en España la poesía de la experiencia, se simbiotiza con la tan poco comprendida, pero siempre omnipresente en su obra, poesía trascendentalista:
“Muchacha de tres almohadas,
¿dónde duermes?,
tras mis ansisas quizá,
delante de mi afán de signarte
con besos, con poros estupefactos…”
En la primera parte de este poemario UN MINUTO PARA LA CERCANÍA, esa entrada en la madurez de la experiencia se incendia ante el amor, reuniendo la tendencia contemplativa de todo poeta con la actividad necesaria de la vida:
“Después del vino lúdico
que ensucia nuestra piel,
quizá la sábana,
la almohada que asignaste
para que este viejo incendiario
la incendiara…”
Cabe destacar que en esta obra, rayando dúctilmente a veces en la maestría, no se pierde la vocación del canto, en la cual se inicia la visión trascendental, característica los orígenes de la poesía de este autor, al unirse con el enmarcamiento continuo de la cotidianidad que en última instancia nos define como seres humanos:
“No sé en dónde colocar
este amor tan pequeño,
este que me prohíbes
mientras me estás buscando,
y me das los caminos y la sed
para tocarte ávidamente a dúo.
No sé adónde ponerlo.
Lo llevo oculto en mí y a todos se lo digo:
Que me tienes prohibido,
Que no soy tu pareja…
Pero salimos a pasear el perro.”
En la segunda parte de este poemario, que le da título a todo el libro, los tonos de homenaje y solidaridad compartida se enmarcan siempre por la luz interior de la poesía, continuamente presentes. El homenaje a la mujer se concentra en cuatro figuras de la mitología celta y griega: Freya, Selene, Pandora y Gea; homenaje, que viaja a través de la capacidad de la vocación oracular de la feminidad, de las lejanías recíprocamente interactivas entre el hombre y la mujer, de la naturaleza sintéticamente paradojal del alma femenina, a la sensualidad terrestre desde donde surgen todas las raíces de la vida:
“Ella dice sus versos como decir trigales.
Y la luna le crece,
le crece
en todas sus palabras.”
Y para terminar, juguemos a la magia reiterada de la luna, porque el primero y el último poema de esta segunda sección están dedicados a ese cambiante rostro polisémico de la noche:
¿Cómo podemos devolver la luna?
Este legado de ávidas luciérnagas
que un día se ató al cabello
de una mujer girando contra el viento.
Quizás girando contra el sol
que llueve sobre la sed del mundo.
¿Cómo podemos devolver sus surcos
hendidos de tiniebla,
su sed de sílabas
arrastrando esos últimos objetos,
su alta diadema ante la noche íngrima?”
En “Devolver la luna”, la intencionalidad del poeta es rescatar esa pálida fugacidad, que ata la trilogía básia de la entrega, la magia y el mundo con “…estos mecates ciegos del amor/que nos vencieron,/para siempre y nunca.”
Y el último poema, “sin mirar la luna”, es una pugna contra el olvido de la naturaleza celeste de la imaginación humana; es una denuncia contra la pérdida de lo inefable, ante las voracidades de la diosa Necesidad:
“¿Cómo fue posible olvidarte, luna,
sesgada del estío?...
Cómo fue posible, luna que te derramase
Con viejas orfandades
Sobre los rincones del olvido…
¿Cómo es posible
Que tú también olvides?”
Quizá porque la poesía de Ronald Bonilla sabe iluminar la noche de la contingencia con la luz de la trascendencia.
Laureano Albán
San José, Costa Rica
22 de octubre del 2005
Comentario
Gracias, Giannetto, de parte de Laureano y de mi parte, muy complacido con tan elogioso comentario, abrazos.
lAUREANO, HE LEÌDO PROLOGOS DE LIBROS, PERO ESTE SIN DUDA ALGUNA ES DE UNA RIQUEZA SIN PAR Y HABLA A CLARAS VISTAS DE TU CONOCIMIENTO SOBRE LA PRODUCCIÒN PROLÌFERA Y RICA DEL AMIGO RONALD.
Y SI, CLARO QUE SI...EL PRÒLOGO EN SI ES UNA POESÌA AL RESPETO POR LAS LETRAS QUE RONALD CON GRAN MAESTRÌA SABE HACER NACER DE SU PROFUNDA NATURALEZA.
GRACIAS POR TAN HERMOSA ENTREGA.
GIANNETTO
Gracias, Laureano compartirá mi alegría, abrazos.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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