Todas las viejas, asustaban a sus nietos cuándo hacían travesuras en aquél bonito pueblo.
¡Que viene el de los Candiles y te meterá en el zurrón y te llevará muy lejos!.
Poco asustaba al chiquillo las amenazas de la abuela, pero lo tenía en consideración, so pena de saber, que después vendrían algún que otro coscorrón.
Según se cuenta de boca en boca.
La Banda de los Candiles la formaron un puñado de hombres del pueblo que habían escapado a las sierras limítrofes, situadas en el noroeste del Término del pueblo de Colmenar, recién acabada la Guerra Civil Española, evitando las persecuciones del franquismo.
Durante toda la contienda acaecida en los tres años que duró ésta y a veces, como consecuencias de rencillas anteriores durante la República y temerosos de represalias a sus hechos.
Las venganzas familiares, personales y de toda índole, ocupaba la mente de muchos lugareños.
Aquellos que tenía el alma intranquila o que temían represalias, huyeron a los montes y sierras vecinas, dónde eran difíciles de ser localizados por la autoridad restablecida –normalmente la benemérita Guardia Civil-.
No fueron tantos los que huyeron o se escondieron a los envites momentáneos y pesquisas de la justicia, para restablecer una paz duradera y que fuese respetada por todos.
Aquellos que habían sobresalido en sus énfasis y comités políticos de los vencidos, hubieron de dar cuentas de sus actos anteriores y sufrir los juicios políticos de la postguerra.
Siendo muy frecuente las huidas masivas a otros países que les brindaron acogida.
De algunos de estos individuos surgió la idea de hacer frente o entorpecer dicha acción de la justicia, desde los sitios más inhóspitos de aquellos montes.
Singular revelación alcanzó la Banda de los Candiles, quizás este nombre les venía como anillo al dedo, porque en las noches cerradas, en la lejanía –a veces desde las paredes del pueblo- se podía ver, cómo se movían intermitentemente unas luces, que florecían desde los candiles que utilizaban dichos hombres para recorrer los caminos de aquellas sierras en plena noche, pues de todos era conocido que nunca pernoctaban en el mismo lugar.
Si las luces de los candiles aparecían por un cierto lugar, al día siguiente seguro que estarían a muchas leguas de distancia.
Otros se aventuraban a decir que eran las luces de las Ánimas Benditas que iban abriéndoles paso, para protegerlos de la persecución de los guardias civiles.
De cualquier forma que fuese a los chiquillos del pueblo siempre nos tenían atemorizados los mayores con el dicho de que los Candiles nos meterían en el zurrón para llevarnos lejos de nuestros padres y familiares.
Algunas mujeres más osadas y con menos escrúpulos se aventuraban a decir que, a muchos chiquillos que se habían llevado les sacaban las mantecas para hacer mechas y carburante para los candiles.
Muchas familias resquebrajaron su entorno familiar, como consecuencia de que algunos de sus miembros, sobre todos hombres- que constituían el sostén familiar- hubieron de optar por tal decisión, que duró algunos años.
Algunos de sus hijos han sido compañeros míos de juegos, de clase y de andanzas juveniles.
Nunca observé nada que los distinguiera por haber pertenecido sus progenitores al bando opuesto, ni noté nunca especial persecución por ideas políticas.
He llegado a creer, que la integración social y política fue rápida o al menos yo no noté ajustes pendencieros o represalias de índole mal sana.
Claro está que si recuerdo algunos casos de detenidos de la época, que hubieron de dar cuenta de sus actos ante la justicia, o de restablecer los bienes usurpados con malas artes y que eran del dominio público, especialmente en zonas donde todos los miembros eran conocidos.
El escaso pan o el bienestar que podía alcanzarse en la postguerra, era repartido ecuánimemente entre los vecinos y seguro que no sobraba nada entonces, ya que mi país estuvo vetado muchos años por los países (que ahora se dicen ser humanitarios), tan sólo porque Franco se levantó en armas contra la República –el poder elegido por soberanía del pueblo-.
Habría que aclarar aquí y aunque es mi opinión personalísima y con mucha falta de conocimiento, que los abusos sociales que se daban en los últimos tiempos de la República, hacían total e irremediablemente insostenible tal situación.
No quiero ahondar en temas políticos, que siempre me llevarán a salirme del contenido y de los relatos que recuerdo; pero en honor a la verdad de lo que siento, nunca estuvo España mejor gobernada, que en los periodos en los que todos respetábamos a las autoridades, obligados a trabajar y cumplir con las tareas encomendadas y a una justicia responsable y permanente.
Siempre observé una sociedad más justa y sin discriminación de las oportunidades y que, nunca cayó en el libertinaje y las dicotomías de los tiempos modernos.
Nunca estaré de acuerdo con los hechos que motivaron el levantamiento franquista y que dieron lugar a una guerra entre hermanos y a todas las consecuencias de enemistades y abandono a un pueblo por parte de tantos otros que debieron participar para evitar tal contienda.
No fueron capaces de influir para evitarla, pero si pusieron todos los medios para arrinconarnos -en el fondo de sus incomprensiones-; quizás enardecidos o vengativos del prestigio de España de otros siglos o para aprovechar la banca rota de esos momentos y tratar de imponer sus propios Fueros.
Cierto es, que el poder corrompe al más ilustre patriota y si alguna vez existe alguno no corrupto en sus comienzos, llegarán otros, consejeros de medidas de gobierno, que influyan paso a paso para terminar corrompiéndolo todo, como el cesto de manzanas podridas.
Los políticos, en mi humilde opinión, habrían de ganarse a pulso sus puestos; primero de todo: arrancando cepas de retama con azadón de buen cabo y hacer hornos de carbón que alimentasen el brasero de muchos POBRES y cada cierto tiempo, por méritos propios, ser sustituidos unos por otros, hasta llegar a convencerse de que el bien de los demás está por encima del de uno propio.
Aquel político que no sirva para ello, ni que se ajuste a las normas, debiera dedicarse al estudio, al invento de cómo ganarse el pan o el sustento, para no aspirar a gobernar al resto de los hombres.
Así no pulularían los candiles en las noches oscuras y frías del invierno, no se quedarían sin pan y ropas, tanto hijos huérfanos y se tendría gran temor a los vivos y más respeto a los muertos.
Algunos de ellos dejaron tan claros los caminos abiertos, que gravaron en nuestras conciencias, todo lo bueno y lo malo.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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