LOS LATIDOS DE MI CORAZÓN...

[Francisco Molina Infante]

Ni yo mismo he podido entender el significado de sus andanzas.

Debe estar hermanado con las neuronas y sin poder impedir sus actos -de cuando en cuando- salen en persecución de una conquista amorosa.

Para nada tienen que ver las estaciones del año, tampoco el estado anímico en que me encuentre, mucho menos el físico, sexual o de relajamiento laboral.

Quizás sea el ímpetu egoísta o posesivo de conquistar a la hembra que en un momento determinado hace vibrar las miofibrillas del músculo cardíaco porque las energías se acumulan aceleradamente en los iones de sodio o potasio, tan sólo con el cruce de las miradas entre dos seres de sexo opuesto.

También puede surgir por el desdén prematuro, como coraza que evita la atracción mutua y que casi siempre es ficticia.

Es posible que sea así, como empieza todo...

La sangre se alía con los sentimientos y bulle efervescente alertando los sentidos, adormeciendo los perjuicios sociales, posiblemente haciéndote olvidar la edad que tienes y hasta los compromisos adquiridos.

Te regocijas cuando dominas por tus experiencias, por la caballerosidad que muestras en tus actos del presente o la admiración sostenida sobre tu objetivo.

Anhelas dominarla, seducirla y mostrarle -cuanto antes- lo feliz que puede llegar a ser a tu lado.

Esos latidos te transforman haciéndote más osado y omnipresente, concesionario de virtudes que no posees.

En tu afán de conquista deseas y manifiestas que viajas por los senderos marcados con tus sinceridades enfocando el por venir.

Te vas convirtiendo en un cretino, sin tener en cuenta que cualquier mujer es mucho más inteligente por naturaleza.

Raramente los chispazos del amor amortiguan tus pretensiones, sólo quieres navegar en los brazos del deseo.

Cuando más inalcanzable te parece la conquista, te empeñas a tope en ello.

Te vuelves insistente, más atrevido y posiblemente hasta ridículo a los ojos de los demás; pero no te importa: sigues una estrategia y no desistes de tu empeño.

Cada paso o palabra que das te lleva a cimentar tus compromisos.

Notas los avances a un futuro amor que luego... ¡Dios dirá...!

Algo nace en ti que antes no habías conocido y se te abren hasta las carnes..., ya empieza tu suplicio.

Si alguien especial se cruza en tu camino, te transformas, te sientes como un niño, te ha llegado un buen flechazo y has caído como un gran moscón en la tela de la araña que alguien te ha tendido, con alma pura y fina para ser muy bien degustado.

Te vuelves del revés de todo lo que has lastrado con el tiempo.

Te sientes protector de ese limpio amor, ¡qué tarde te ha llegado!

Ya cambias tus costumbres, te haces más humano.

Naciste al amor con ese flechazo juvenil en el que nunca creíste de verdad, se coló por tus poros sofocantes de avaricia, de tu afán de poseer las rosas del camino.

Ya tienes en quién pensar.

Cimentas tus propósitos futuros, no son otros: que erigirte en gladiador de esa belleza ocupante de tu alma.

Cuánto más sorpresivo sea su interés, antes se te abrirá el camino para enamorar a tu dama.

Siempre habrás de ser correcto y educado.

Atrevido sí..., pero totalmente caballeroso y atento.

Las palabras fluirán del fondo de tu alma amorosa y sentida cada vez que esté presente.

Ella te inspira confianza, te hace más audaz y has cambiado tus costumbres por agradarle.

Emprendes otros caminos con renovadas esperanzas e inquietudes.

Te esfuerzas en ofertarle todo..., mejorando el porvenir que cuajas en el futuro común, tan lleno de ilusiones.

Hoy ya no se estila ese tipo de conquista del macho hacia la hembra.

Siempre debe haber un cortejo animoso y serio.

Todas las parejas del reino animal lo ejercitan con magníficos resultados.

Quizás los humanos, por ser racionales, hemos olvidado seguir los impulsos naturales para la conquista y no son otros: que dar rienda suelta a las expresiones interiores dictadas por nuestra alma.

Cada individuo necesita ser amado por la demás, pero especialmente por su pareja, en una sincronía de sinceridad recíproca a toda costa.

Casi siempre caemos en el absurdo, creyendo que la conquista viene dada por los reproches, erigiéndonos en educadores y poseedores de la verdad a ultranza.

Los celos pululan por doquier, cuando al buen entendimiento le basta con la confianza plena en el otra parte comprometida, quien debe guardarse por sí mismo, en aras del cumplimiento de las promesas dadas y del respeto mutuo.

Siempre deberíamos actuar: enalteciendo las virtudes de nuestra pareja: la belleza física, los rasgos del carácter positivo, etc.

Ya no se prodigan las lindeces de otros tiempos, ni el piropo alegre y castizo (educado y romántico), de admiradores al paso de una mujer guapa.

Nos hemos vuelto egoístas, insensibles a las manifestaciones amorosas, que han de formar parte de la conquista en la pareja.

Lo damos todo por hecho y pensamos que con manifestar abiertamente el deseo carnal, se debe dar la breva ya madura al placer y si no cae ésta, pensamos que está verde -como dijo la zorra con las uvas-.

Van quedando pocos hombres y mujeres románticos; parece ser un signo de progreso o una debilidad de género.

¡Craso error!

Siempre nos quedaremos a las puertas del amor: si no empleamos y fomentamos hechos y pasiones que deben ir acompañados por la palabra romántica y amorosa surgida en nuestro interior.

"El amor se engrandece y alimenta con la sinceridad, los hechos y la palabra", porque de no ser así: sólo será apetito carnal perecedero, como bien dijo Don Miguel de Cervantes en sus versos:

EL AMOR ES INFINITO

SI SE FUNDA EN SER HONESTO

Y AQUEL QUE SE ACABA PRESTO

NO ES AMOR, ES APETITO...

 

[Elias Antonio Almada]