Disertación sobre el cuentario de Gabriel Vargas: Rogelia y otros cuentos que me han contado. POIESIS EDITORES.2019.
Cuando nos cuentan cuentos, la mayoría optamos por oírlos con atención y disfrutarlos, si lo merecen: pero quien tiene alma de narrador abre bien los oídos y luego piensa que lo que recibió, puede convertirlo en literatura, es decir, en hacer de la oralidad un texto literario. Eso es lo que ha hecho Gabriel Vargas, que ya desde finales de los sesenta, lo recuerdo, asistiendo a recitales de poesía.
Por eso hace unos años lo fuimos integrando al grupo de amigos que nos apoyan en Poiesis, lo pusimos de presentador, le encomendé el prólogo de uno de mis libro, y ahora muchos cuentan con él como hábil y certero disertador y crítico literario, aunque prefiera él llamarse disfrutador del acto poético. Y ahora, en libro y mediante la escucha atenta, al fin, deviene en hacer un hecho creativo por excelencia, publicar un cuentario. Ya antes, en libros y en medios electrónicos nos había compartido crónicas.
La crónica como género ahora ha estado siendo reinvidicada como literatura. Ya recibió un Premio Nobel (Svetlana Aleksiévich). De hecho, ya ha sido incluida, por ejemplo en la premiación del Joven Creación en Costa Rica. Y por cierto, cuando Gabriel nos leía sus crónicas sobre nuestras propias reuniones poéticas, lo disfrutábamos mucho, por esa simpatía y empatía con que nos cuenta, lo que ya vivimos algunos protagonistas.
Pero en fin, esto es diferente. Después de las crónicas también relatadas de El explorador de universidades (2007) Con este cuentario de Rogelia y otro cuentos que me han contado, tanto el autor como quienes lo hemos impulsado, nos sentimos realizados. Nosotros, porque hemos ayudado a que aflore una voz literaria, que se las trae. Ya el maestro Carlos Villalobos, en un estilo hermoso y original, al que no puedo siquiera acercarme, lo definió y caracterizó muy bien en su prólogo y disertación.
Desde el primer cuento Rogelia, el lector va a empezar a disfrutar, el buen estilo, la jocosidad, y también en otros cuentos compartirá la compasión cuando lo necesitan sus personajes, la versatilidad para pasar de un tono a otro, disfrutará lo costarricense y lo que está más allá de nuestras fronteras, aunque cerquita, lo popular y lo culto, lo que emana de la erudición y lo que nace del pueblo con su coloquio y su gracia.
Estos cuentos, bien cierto, nos harán reflexionar e identificar nuestros propios prejuicios como seres circunscritos a un topo, a una geografía particular, como sucede con el cuento Bailarín con salveque, que muestra su enfoque basado en un diálogo, que bien podría aprovecharse para el teatro. Otros nos dejarán dudando, (¿qué pasó ahí?), como en ese espacio de prosa poética que es el cuento Pájaros garzas y un pavón, pero cuento al fin, porque ha sugerido una historia que está más allá de la palabra; o que nos harán conmovernos como con Algo cayó en la poza, que en mi concepto, es uno de esos cuentos clásicos, que me recuerdan al maestro Carlos Salazar Herrera, salvando distancias epocales y espaciales.
Algunos quizá recordarán ciertos sitios de la bohemia costarricense de fines del siglo pasado en el cuento Magnicidio en El túnel Púrpura, y en este mismo y en El video del Presidente, se nutrirán de anecdotarios salidos de la entretenida vida política nacional del siglo pasado, o de los entretelones tan humanos de la guerra sandinista, como el fabuloso cuento El matador de chanchos, y en mi concepto un cuento que me da la sensación de visualizar como en cine la peripecia del niño narrador: El ciclón, pulpería y cantina, donde la imagen fragmentada construye un hilo conductor con certera capacidad imaginativa. En La camisa de ángel, lo poético y lo realista, el costumbrismo y el detalle ingenioso nos entregan una de las mejores piezas de la colección: y a ver si encuentran quién es ese narrador de peripecias imaginadas en La importancia del baño público, que Vargas, (esta vez, no se lo contaron- recrea) cuento que se desarrolla como otros, en el cantón de Pérez Zeledón. Y no será ese El novelista secreto, un poco el escondite de nuestro autor que al final decide no ser tan secreto escritor, porque incluso ahora le conocemos algunos poemas: y al final del libro un bocadillo di cardinale, un poco más culterano, Ana y Loreley, que hace un guiño a la cultura teutona, para recordar al Werther, pues nos teje Gabriel una pequeña noveleta epistolar, ahora mediante emails, que brilla con la luz propia de los buenos y encantadores escritos de una pluma que creo que va por buen paso al entregar su primer libro de narraciones, pues este autor, ya nos promete una novela en la que trabaja con ahínco, y cuyo tema y asentamiento histórico, ya nos tiene a la expectativa. Pero dejemos esta duda inminente, que por ahora es un secreto de Gabriel, nuestro Gabo, nuestro amigo, el escritor de cuentos que le contaron, el escritor de cuentos que ficcionó, para el disfrute de los lectores, y sobre todo de los aquí presentes, a quienes invito a adquirir uno o más ejemplares, pues también un regalo así, les dejará una flor en el ojal, como se la ha puesto hoy nuestro escritor Gabriel Vargas Acuña.
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