LAS GALLINAS DEL CORRALÓN...

Aunque ya habían pasado las Pascuas: los animalitos se remolinaban en los altos graderías del gallinero, para evitar ser alcanzados por el zorro o algún garduño, que inesperadamente se pudiera colar en aquel corralón de paredes de piedra y mucha cal, la población gallinácea había ido menguando progresivamente, hasta dejar su número en algo menos del cincuenta por ciento de lo que habitualmente la constituían.
Muchas de las gallinas y conejos habían desaparecido últimamente, quizás por los descuidos que acontecían con la puerta trasera del patio, que daba directamente al campo abierto de aquel pueblecito; porque la dueña había sido torpe o abandonada, al no bajar a atrancar el portón trasero en algunas tardes lluviosas y frías de aquél crudo invierno, -cuando más perezosa se sentía- por donde se habían colado en varias ocasiones alimañas menesterosas de saquear los corrales ajenos.
Es posible también que a ello había contribuido la incipiente carnicería, que forma artesanal, se estaba montando la dueña en el salón de su casa, donde empezaba a vender muslos, pechugas o medios conejos a la vecindad, echando el resto de los despojos -menos vendibles- a su propio puchero. La cuestión se planteaba muy negra y la mengua de los animalitos del corral iba a menos cada día, pero progresivamente alarmante para aquellas indefensas criaturas, que aunque no podían protestar, si que: apreciaban la falta de sus más queridos parientes.
No era para menos, pues todos estaban preocupados por los riesgos que corrían, como había ido ocurriendo desde que comenzó la Navidad.
¡Esto no puede seguir así! cacareó el gallo del gallinero, en una de sus más largas arrancadas del amanecer, con la intención firme de protesta y para que todas sus otras compañeras y compañeros pudiese oírlo; además de aquel sufrimiento -insufrible- por tantas vidas desaparecidas; estaba surgiendo en la comunidad un intenso deseo de libertad -que no tenían- y la escased de alimentos que el ama les proporcionaba, ya que, no las dejaba en libertad, ni para salir a carear al campo aledaño, que estaba totalmente baldío.
Fue entonces, cuando el gallo, empezó a declararse en rebeldía y se fue erigiendo en la voz cantante del grupo gallináceo para asegurar, que todas las demás gallinas de su gallinero, habían sido anuladas por la poca productividad, que habían tenido en los últimos meses y como reproche a las matanzas, que se venían produciendo sucesivamente en los últimos días.
¡No puede ser cierto: gritó la más vieja, pues muchas de ellas eran pollitas, que aún no habían empezado a poner huevos!; pues por eso mismo, aseguró el macho: no han llegado a ser rentables y por eso las han quitado de en medio.
El ama, tiene que estar pensando en liquidarnos a todos, para ahorrarse el pienso o porque le falta dinero y nos está liquidando, como si fuesemos un saldo del que tiene que salir lo antes posible.
Otra de las presentes -de las que habían empezado a poner diariamente- aseguró, que lo importante, para resolver el problema, era: que todas se esforzaran al máximo hasta conseguir que la dueña estuviese contenta con la recuperación de su economía, por lo que: todas deberían hacer una puesta cada día y así podríamos comprobar que la dueña, volvería a sentirse satisfecha con sus gallinas...
Todas se tomaron con mucho interés en el asunto para procurar que la dueña se sintiese contenta con las que quedaban; a partir de ese momento, todas se pusieron a carear por el patio y no quedaba un insecto, desechos, semilla o raiz, que pudiese escapar a sus picos.
Lo tenían todo trillado y pataleado, hasta el punto, de que: hasta la cal de los bajos de las tapias del corral habían ennegrecido de los picotazos que ellas les prodigaban, buscando la cal, que les sirviese para formar la cáscara de los huevos.
Aquella vida ruin que llevaban, se constituyó en un suplicio continuo para la mayoría; sobre todo para las más viejas de las que quedaban, pues muchas de ellas, no llegaban a cumplir con la puesta diaria que se habían prometido y tres de ellas entraron en el estado cluecas; pero la dueña no llegó a ponerles más pienso y ni un sólo huevo en el nidal para que fuesen empollados; por lo que fueron las próximas en desaparecer.
Al cabo de varios días, pudieron observar, como en el pudridero de la esquina del corralón; empezaron a encontrarse muchas plumas y restos de los intestinos de las tres compañeras que habían desaparecido, por lo que cada vez estaban más asustadas, pensando que iban a ser las siguientes en desaparecer.
Cierta mañana en que la dueña, se dejó entreabierta la puerta del patio -que daba a la casa- el gallo: armándose de valor, se coló por aquella rendija entreabierta de la puerta y atravesó el pasadizo de la cuadra del mulo, dando acceso hacia la cocina y sin hacer el más mínimo ruido, guió sus pasos hasta el pasillo empedrado, directamente comunicado con la sala principal de la casa y allí con sorpresa puedo ver a la dueña trapicheando y haciendo negocio con una vecina a la que estaba vendiendo un muslo de una de las últimas gallinas desaparecidas.
Lo tuvo claro al momento: la dueña había puesto un negocio clandestino para venderlos por trozos y sin hacer el más mínimo ruido, volvió tan rápido como pudo al patio y a su gallinero, antes de que fuese sorprendido; entonces reunió a todas las gallinas y les comunicó todo lo que había visto, observado y escuchando atentamente.
Después de muchos lloriqueos y desesperación de las gallinas más jóvenes, dos de las más viejas, valientes y el gallo, llegaron a la conclusión, que deberían escapar aquella misma noche a la caída del sol, cuando la dueña hubiese pasado a recoger los huevos y hubiese cerrado la puerta del patio, que daba acceso a la casa; pero tenían el gran inconveniente de encontrar el sitio adecuado para que todos pudiesen escapar desde el corral al patio y de allí al campo, donde seguramente estaría el zorro esperando para darles muerte masiva mente.
El gallo encontró la solución al gran problema que se les planteaba y no fue otra cosa, que él dialogaría con el zorro, tan pronto como se lo encontrasen en el campo y estaba seguro de poder convencerle de establecer una colaboración conjunta para poder sobrevivir a la vez que el zorro quedase satisfecho de su propuesta; todas creyeron que su idea era muy aceptable; pero cómo convencer al temido zorro, si como suponían: su gran enemigo seguía siendo muy inteligente.
¿Y en qué consiste tu idea?, le preguntó la más vieja al gallo.
Yo seré el único que hable con el zorro en todo momento y ninguna de ustedes ¡jamás! podrá hablar con él, si yo no lo autorizo.
¿Estáis de acuerdo todas?.
¡Sí aseguraron la mayoría, aunque algunas de ellas permanecieron en silencio sepulcral!.
Pues la idea que tengo, para poder salvaros, no es otra, que la de ofrecer mi cuerpo, como plato suculento al tan temido zorro, por daros su protección; tan pronto como lo encontremos y si alguna de vosotras, se lo llegase a encontrar primero, sólo tiene que decirle, que el gallo tiene que ofrecerle algo muy interesante para él, que no es otra cosa que mis carnes, por las que se desvive, como todas vosotras sabéis desde hace tanto tiempo.
¡Está bien aceptaron las tres más viejas!; aunque muchas de las jóvenes hicieron muchos mohines e incluso hubo algunas a las que se les saltaron la lágrimas.
Todos al unísono, se pusieron a inspeccionar la forma de escapar del corralón y llegar al campo limítrofe, tan pronto como comenzase a oscurecer.
No era cosa fácil, especialmente por el temor que todos tenían a la libertad, sin saber lo que podría depararle el futuro y la idea, que el gallo les ofrecía, fácilmente podría llevarles a todos a caer en los dientes del zorro, pero como no tenía otra forma de solucionar su gran problema, pues estaban todas seguras de caer en fecha sucesivas en los mismos dientes o de no escapar: irían siendo sacrificadas, descuartizadas y vendidas para el puchero, al haber emprendido la dueña su negocio de venta minoritaria.
Como la puerta de atrás del patio, estaba atrancada fuertemente con un palo, sólo tendrían que retirar el palo y la puerta se abriría para que todas pudiesen conseguir la libertad; ¿pero cómo podrían hacer dicha proeza, si ninguna de ellas tendría capacidad, ni fuerzas para desatrancar aquél puntal?.
Estuvieron todos recapacitando e ideando la forma en la que podrían escapar; para más problemas e inconvenientes las tapias del patio eran bastante altas y ninguno de ellos podía volar, al tener las alas cortadas, precisamente para evitar la fuga.
Nuevamente fue la gallina más vieja de las existentes, las que tuvo la idea de unir todas las fuerzas para poder empujar aquél palo, hasta que cediese y cayese al suelo; al gallo, le pareció una excelente idea y sin dilatar por más tiempo su anhelo de fuga, se acoplaron todos alrededor del palo y a una orden del gallo empezaron a empujar; pero el palo no cedía -estaba muy bien atrancado-.
Fue entonces cuando la más joven de las gallinas propuso atar una cuerda a la base del palo y con los picos tirar todas de la cuerda al mismo tiempo.
Empezaron a buscar una cuerda por todo el patio y al cabo de cinco minutos, casi todas aparecieron junto al palo, con una cuerda negra de las de atar las alpacas de paja de las que comía el mulo.
Con gran esfuerzo y turnándose, llegaron a hacer el lazo corredizo alrededor del palo y cuando lo tuvieron todo bien colocado, se pusieron a tirar con el pico del resto de la cuerda; pero nada, aquél puntal no cedía por más esfuerzo que hacían.
Estaban casi todos desesperados y habían perdido más de media hora; fue entonces el gallo el que ordenó a todas las gallinas, que fuesen haciendo un lazo corredizo con cada cuerda alrededor del palo y en el otro extremo hiciesen un lazo que no fuese corredizo, por donde debería meter la cabeza, para poder tirar todos al mismo tiempo, aplicando la fuerza de sus propios cuerpos impulsados por sus patas.
Tardaron otra media hora larga en tenerlo todo hecho y cada una de las gallinas se fue colocando en la forma que había dicho el gallo, para formar una especie de tiro común; pero aunque el palo tembló un poco sobre la gran puerta del corralón, que daba al campo; no consiguieron desenganchar su apoyo; por lo que la gran gallina -la segunda más vieja- cacareando se impuso a todos para decir: vamos a tirar otra vez con todas nuestras fuerzas, pero esta vez, lo haremos batiendo las alas, sincronizando el máximo de esfuerzo que hacemos con las patas, como si fuesemos a tratar de levantar el vuelo.
Así lo hicieron todas y por fin obtuvieron el fin perseguido y consiguieron que la base del palo cediese ante tan maño esfuerzo y todos dieron un suspiro de alivio, al ver su esfuerzo tan bien recompensado.
Poco a poco fueron desenganchándose del lazo no corredizo, que les había servido de tiro y fueron pausadamente saliendo por la abertura que entreabrió la gran puerta.
El gallo, las fue organizando a la salida de la propiedad y cuando todas habían alcanzado la libertad, emprendieron la marcha en línea recta y perpendicular a las tapias trasera de la casa de aquella desconsiderada dueña, por considerar el gallo, que ese sería el camino más corto para distanciarse lo más rápidamente posible del peligro.
A medida que se alejaban, las luces artificiales del pueblo se fueron disipando y aunque ya llevaban más de tres horas caminando en la penumbra de la débil luna, aún fueron avanzando por entre olivares, almendrales y manchones -más penosos de transitar- por lo menos cuatro horas, sin haber tenido ningún incidente que reseñar; pues seguramente los zorros estaría disfrutando en sus zorreras de los sueños matutinos, sin que hubiesen apreciado la escapada de todas aquellas gallinas con su gallo, como guía; claro está, que procuraban no hacer ningún ruido, que pudiera levantar sospecha.
Así llegaron -casi exhaustas- a la Fuente de la Chamiza, que tenía una gran encina en la parte sur, por donde discurría un hilo de agua. Pudieron beber tranquilamente de su riquísima agua y hasta pudieron carear algunas de las hierbas tiernas y hojas de berros, que crecían por los alrededores del humedal.
Poco antes de que saliese el sol por encima de las estribaciones de la sierra Tejeda, el gallo las reunió de nuevo y les ordenó a todas las gallinas, que se subiesen a lo más alto de la encina; mientras él se quedaba en las encrucijadas más cercanas que formaban sus grandes ramas, con objeto de esperar al zorro, que primero llegase a beber agua de la fuente y de esta forma podrían dialogar con él estando a cubierto del peligro de muerte, que a todas les podía acechar, de estar en el suelo y a su alcance.
Es muy buena idea, cacareó la más vieja de las gallinas, lo que fue refrendado por todas las demás que siguieron por orden expresando su consentimiento.
Alguna de ellas, también argumentó, que esta encina les serviría de gallinero, pues bien merecían un largo descanso, después de la gran caminata que se habían llevado aquella noche pasada.
Otra de ellas argumentó: la libertad, bien merece todos los esfuerzos posibles, que podamos hacer para conseguirla -así que yo, estoy muy contenta-; aunque no se que es lo que vamos a hacer, si el zorro no quiere respetarnos, pues creo que el zorro es todavía peor que la dueña a la que hemos dejado atrás.
El gallo -apoyado por las dos gallinas más viejas- fue argumentando a cada una de las que opinaba, con gran diplomacia, sus ideas de tranquilidad, asegurando les que formarían una nueva comunidad, teniendo por gallinero a la gran encina, que tan buen cobijo les había proporcionado y aunque, el zorro: fuese muy zorro él se consideraba más astuto; y ¡no olvidaros!, siempre andará con las insanas intenciones de devorarnos; lo que el gallo pretendía era, que la comunidad gallinácea, que ahora formaban en total libertad: permaneciese unida y pudiese prosperar en el futuro.
También aseguró el gallo, que la cosa no se les presentaba fácil, pues el zorro, seguro que pretendería dominarlas y cobrarles puntualmente esa libertad, que ahora tenían, procurando comérselas al más mínimo de los descuidos.
En estas pláticas estaban ocupados -estando todos encaramados por el ramaje de la gran encina, donde no tenía posibilidad de atacar el temido zorro. Cuando a media mañana apareció el zorro y mucho antes de que se hubiesen percibido su presencia: él ya las había atisbado desde un viso cercano a la fuente, donde permaneció unos minutos observando el conjunto del improvisado gallinero.
Con sumo cuidado de no ser advertido, el zorro fue bajando la suave cuesta, que le separaba de su abrevadero habitual, pensando que podía sorprender a alguna de las gallinas rezagadas, que pudiese estar careando por los alrededores, pero como habían sido muy precavidas a la orden del gallo, todas estaban encaramadas por las ramas, donde el zorro no podía llegar.
A medida que se fue acercando a la fuente: estimuló toda su inteligencia para ser muy cauto y sigiloso, aparentando que no se había percatado del nuevo gallinero y con toda normalidad, se fue acercando al abrevadero y tomando todo tipo de precauciones fue mitigando su sed -a lenguetazos pausados y haciendo el mínimo ruido posible; ya que, aquella situación: bien pudieran haberla organizado algunos humanos para atraparlo y dar buena cuenta de sus huesos, como consecuencia de la mala fama, que había conseguido entre ellos por sus andanzas y fechorías, diezmando sus animales domésticos.
Cuando hubo saciado su sed y haber apreciado concienzudamente toda carencia de peligro, el zorro se tumbó bajo la encina y de cuando en cuando echaba una ojeada hacia arriba, deseando poder atrapar alguna de aquellos indefensos animales con lo que podría saciar el hambre que llevaba encima, como una losa desde hacía varios días; pero bien cierto sabía, que no podría trepar a la encina y en esa situación casi llegó a echarse un ficticio buen sueño; pero el gallo, que no paraba de observarlo, podía apreciar claramente, como de cuando en cuando entreabría los ojos para confirmar, que nada había cambiado y que era real todo lo que podía apreciar y que la encina seguía sembrada de gallinas, su manjar más apetecido.
Todo el gallinero improvisado estaba en absoluto silencio, aunque la procesión la llevaban todos por dentro ante la presencia del zorro, que no daba síntomas de marcharse y sabían, que aunque se hubiese marchado por los alrededores de la Fuente de la Chamiza, seguro que estaría al acecho y todas correrían el mismo peligro, cuando bajasen del gran árbol.
En esta situación de desesperanza estaban todas, cuando el gallo, con canto grave y profundo se dirigió al zorro: querido amigo zorro, ya nos ves aquí a todos nosotros preocupados de caer en tus garras, sin duda para ser devorados; pero mientras estemos aquí encaramados, tu no podrás comer y nosotros -antes de subir- nos hemos llenado el buche para varios días; así que a todos nosotros no nos está permitido bajar con tu presencia de todos temidas y respetada; pero te aseguro que nos llegará el hambre mucho más tarde que a ti y tendrás que buscar otros bocados en otro sitio, más no pienses que bajaremos tan pronto como tu te hayas ido, que nuestras disciplina nos obliga a permanecer aquí -sin bajar por lo menos varios días- y sabemos que tu estarás al rececho para atraparnos a algunos de nosotros; así que puedes marchar y buscar otras despensas y te aseguro,
que todos permaneceremos aquí cuando vuelvas con el estómago lleno y platicaremos, hasta llegar a conseguir un acuerdo que favorezca nuestros mutuos intereses y te aseguro que te sentirás más que completamente satisfecho, pues lo que pretendo es que tenga la mente clara para un acuerdo o razonamiento acorde con la situación y no estés influenciado por las malas ideas, que provoca el hambre y te aseguro, que nunca más vas a perder la razón debido a la hambruna, que casi siempre llevas encima y que te nubla todas las ideas, que muy bien pueden sacarte de esa necesidad.
Puedes marcharte zorro, que yo te prometo, que estaremos aquí a tu vuelta para poder negociar contigo nuestra situación y proponerte un plan que a ambas partes nos va a beneficiar en el futuro.
Está bien amigo gallo, si tu me lo prometes: así lo haremos, pues se que eres un gallo con valor y palabra; pero no me falles, porque entonces desataré toda mi ira contra vosotros y no pararé hasta acabar con vuestras plumas, aunque algunos de vosotros pueda poner muchas leguas por medio.
Si te lo prometo, aseguró el gallo y sabes que nunca he faltado a ninguna de mis promesas.
Entonces se levantó el zorro, no sin antes advertirles al grupo: espero que a mi vuelta estéis todos aquí, porque si no os encuentro, desataréis toda mi furia y no pararé hasta encontraros.
Mañana por la mañana, cuando vuelva otra vez a refrigerar mi sed en este mismo lugar nos vemos y hablamos de todo tu proyecto futuro y procuraré no traer tanta hambre para poder razonar contigo.
Seguidamente volviendo sobre sus pasos, se encaminó subiendo la templada cuesta, hasta que desapareció por el viso, desde donde le vió aparecer la gallina más joven, que estaba vigilante en la copa más alta de la encina..
Antes de desaparecer el zorro, se paró y volvió la vista atrás, observando que la encina permanecía en la más completa calma y sin movimiento aparente.
Con el pensamiento puesto en todo el temor, que les había producido a todos los del gallinero, que se habían instalado en la encina por sorpresa y que se había encontrado aquella mañana; también empezó a cavilar, sobre la posible propuesta, que pensaba el gallo ofrecerle y no dejó de pensar, que seguramente, la propuesta que iba a hacerle: iría en beneficio de salvar -de alguna forma- aquel incipiente gallinero; por lo que se propuso, vigilar desde lejos la actividad, que pudieran tener aquellos animales en las próximas hora y volver al viso aquella misma tarde -para de esa forma controlarlos- antes de volver para su zorrera.
Cuando una de las gallinas, que estaba situada en la copa más alta de la encina advirtió de la desaparición del zorro tras el viso lejano; el gallo cacareó con imperioso empeño, para que todas permaneciesen en el árbol, sin bajar hasta pasado un buen rato, pues sospechaba que el zorro, seguiría vigilante para comprobar que ninguno en el gallinero se movía.
Después de pasada más de media hora, el gallo permitió bajar a todas las gallinas, dejando de vigilante a la que se había encaramado en las ramas más altas, a quien encargó de advertir con su cacareo grave de cualquier peligro, que pudiese pre veer para el grupo desde su encaramada posición.
También estableció turnos para la vigilancia en el mismo lugar donde había establecido el primero puesto de vigilancia y ordenó a la gallina más vieja, que buscase un lugar adecuado y dificil de localizar por cualquier intruso, para que las ponedoras, fuesen haciendo sus puestas, borrando cuidadosamente cualquier rastro que pudiese quedar, con objeto de evitar la rapiña o el destrozo del nido, donde debería empezar a empollar los huevos, la primera de las gallinas, que quedase clueca.
En un par de horas, se fueron relevando del puesto de observación, por donde habían pasado todas, a excepción de las dos más viejas, que ya eran cortas de vista y que se habían ocupado de buscar un buen lugar para que sirviese de ponedero a todas.
Había pasado algo más de media tarde, pues la sombra cubría toda la concavidad del Tajo de Hornillo, cuando el gallo ordenó a todas las gallinas, que se encaramaran en las ramas de la encina,
procurando que éstas fuesen resistentes y lo más cómodas posibles para pasar la noche y bajo ningún motivo podía bajar al suelo, so pena y peligro de perder la vida, pues sabía que el zorro volvería pronto o al menos vigilaría los movimientos que hicieran desde un lugar cercano.
Coincidió el regreso de las dos más viejas, que habían ido a buscar el ponedero, con la orden que acababa de dar el gallo y todas cumplieron la orden dada.
El gallo también se encaramó en el tercer cruce que hacían las ramas y allí estuvo dialogando con las dos gallinas más viejas: sobre el proyecto que tenía en mente, para convencer al zorro, cuando éste llegase a la mañana siguiente.
¡Mirad!: les decía. Cuando mañana llegue el zorro -como hemos quedado-, podrá comprobar que no nos hemos ido y que mi promesa tiene valor; pero debido al carácter natural de esa fiera, seguro que consentirá con todo, pero siempre estará al acecho esperando cualquier descuido que tengamos para hincarnos los dientes, por lo que no debemos fiarnos de él nunca y no quiero decir con esto, que no confiemos en lo que diga en ese momento, sino que no debemos confiar nunca en él, por más tiempo que pase y vosotras debéis advertir a todas las demás de esa norma, para que ninguna se la vaya a saltar y peque de confiada, pues en ello le irá la vida.
Yo quiero proponerle, que tenga el honor de erigirse en nuestro protector constante y nosotros les pagaremos un tributo continuado para que no pase tanta hambre, le de prestigio ante los demás zorros -pues pasaremos a ser sus protegidos- y lo más importante: permaneceremos siempre en este sitio, para que él se pueda sentir importante como nuestro amo y señor.
En este momento cacareó la más vieja de las gallinas: al decir tu que le pagaremos un tributo para que no vuelva a pasar tanta hambre: ¿a qué te refieres con ello?.
Pues querida amiga -le contestó el gallo-: si no le pagamos un tributo, seguro que no admitirá nuestra estancia y nos perseguirá hasta acabar con todos nosotros. Es ley de vida, siempre el más fuerte y malo, procura aprovecharse del más débil y ninguno de nosotros tenemos, ni fuerzas, ni dientes, como para enfrentarnos al zorro; por lo que somos la parte débil y si queremos conseguir sobrevivir, habremos de someternos al zorro, consiguiendo su protección con inteligencia, que es lo que nosotros tenemos más que él.
Para que eso no ocurra, he pensado ofrecerle mi apetitoso cuerpo, cuando el hambre le sea insoportable o en el mejor de los casos mostrarle la madriguera de algún conejo, al que podamos observar con mucha meticulosidad, para que él pueda cazarlo fácilmente y con ello poder saciar su hambre canina.
De esa forma, cada diez o quince días seguro que vendrá muy hambriento, tratando de cobrar su tributo y ya os digo, que seré yo el primero en ofrecerme en sacrificio, para librar a las demás.
No es una medida que me agrade mucho, pero si somos inteligentes, podremos afianzar nuestra colonia por algún tiempo, seguro que por más tiempo, que si hubiésemos permanecido en el corralón de la dueña, pues en pocos días nos habría matado a todas, pues su clientela, seguro que iba en aumento cada día y nos estaba matando de hambre; la vida de nuestra colonia seguro que se podrá alargar mucho más de lo que pensais, quizás más del que podamos sospechar, pues si las ponedoras consiguen una buena nidada y alguna de ustedes entrar en el estado clueca, es posible que podamos sacar rápidamente una nidada, que aumentará sensiblemente el número de miembros de los que actualmente somos y como no nos faltará comida, ni buen agua, seguro que avanzaremos y prosperaremos rápidamente.
Y que pasará con los pollitos venideros; esos no podrán subirse a la encina para evitar los dientes del zorro -dijo una de las interlocutoras-.
A lo que contestó el gallo, efectivamente es un gran riesgo que hay que correr, pero bien podemos tenerlos escondidos en algún lugar apartado con alguna de vosotras de vigilante; o tal vez, se podamos exponer al zorro, como condición de que no se coma a ninguno, pues además de tener pocas carnes, es la garantía que tendrá de futuro, para que su despensa nunca mengue, sino todo lo contrario, que se vaya incrementando cada día más con los pollitos nuevos.
¿Y qué pasará, si acepta y te come a ti primero; cómo proliferará nuestra comunidad, si tu desapareces y no puedes fecundar más huevos...
¿Y cual será la siguiente en sacrificarse, cuando el zorro vuelva a tener hambre?
Ese será el problema que tendréis que resolver vosotras, pues ya no estaré yo para daros consejos; pero creo que deberíais echarlo a suerte; pero el tributo a pagar, nunca debe ser violado, pues debéis saber todas, que el zorro, no respetará lo acordado si lo incumplís y rápidamente acabará con todas, si no en breve tiempo, si sé que lo hará rápidamente; no dando lugar a que se críen los nuevo pollitos y pollitas que salgan nuevos.
También es muy importante que todas os pongáis a poner huevos y tratar de conseguir varias nidadas diferentes, de las que estén fecundadas, para que cuando yo falte, podáis sacar varias nidadas, pues cuantos más pollitos salgan mejor aguantará el zorro el hambre hasta que crezca.
Siempre debéis estar alertas y vigilante con el zorro, para que no llegue a rastrear y conseguir dar con las nidadas; al mismo tiempo, que nunca en su presencia os bajéis de la encina, pues si lo hacéis, aunque no tenga hambre, matará a aquella que se descuide o incumpla esta norma, pues es un criminal, aunque no tenga necesidad de comer y lo peor es propiciar o incitarle a matar.
A regañadientes ambas gallinas más viejas aceptaron, que se ofreciese el gallo en sacrificio, pero no les quedaba otro remedio, si querían seguir vivas, como él les había argumentado.
Aquella noche todas las gallinas la pasaron bastante tranquila, aunque ni las dos gallinas más viejas, ni el gallo pudieron pegar ojo, pensando en lo que se les avecinaba al próximo día, cuando apareciese el zorro y mucho más si venía hambriento, pues los tres deseaban que hubiese tenido buena caza y trajese el estómago lleno, con lo que se podría aplazar el primer sacrificio.
Con tanta intranquilidad y ante la premura que se le podría presentar por su inminente muerte, el gallo no quiso perder, ni un sólo momento y empezó por pisar a las dos gallinas más viejas, que seguían cerca de él; después prosiguió subiendo por el ramaje de la encina y también fue pisando a las gallinas más cercanas -las que estaban posadas sobre las ramas más resistentes- al resto les dió un aviso, de no admir reproches, para que se fuesen preparando a ser pisadas al amanecer del día siguiente, antes de que pudiese aparecer el zorro.
Debido al esfuerzo realizado, el gallo volvió a sus entrecruzadas ramas y no tardó en dar varias cabezadas hasta que entró en un profundo sueño; pero al despuntar el día -con un potente canto- despertó a toda la colonia y las que no fueron pisadas la noche anterior, fueron bajando de los ramajes y sin rechistar fueron siendo pisadas y seguidamente por orden iban volviendo a sus encaramados sitios, para estar muy alertas de advertir de la presencia del zorro, cuando este empezara a bajar la suave cuesta, que llevaba a la fuente de la Chamiza.
Otra vez apareció el zorro por el viso de la cuesta y esta vez, si fue divisado por la gallina, que estaba en la copa más alta de la encina, quien lo advirtió a las demás con premura; el gallo, que ya estaba a la espera, desde que lanzó el primer canto matutino, les tranquilizó mostrando gran valor, al tiempo que les recordaba -una vez más- todo lo que debían cumplir en adelante, fuese cual fuese el resultado de la negociación y sobre todo, les recomendó, que no fuesen a bajarse del robusto árbol, mientras el zorro estuviese a la vista o merodeando por los alrededores.
El zorro es muy astuto y si no permanecéis encaramadas en las ramas os matará a todas sin consideración, aunque no pueda comeros después a todas, pues es su instinto, lo que le guía a ello.
Cuando llegó el zorro a la altura de la fuente y después de beber copiosamente, se acercó al tronco de la encina y con voz suave se dirigió al gallo de esta forma: -hermano gallo, estoy dispuesto para oírle en su proposición, como habíamos quedado en el día de ayer-; a lo que contestó el gallo: es un asunto de tanta importancia para usted y para nuestro grupo, que bien merece, que lo hablásemos más confidencialmente entre ambos y si me promete reprimir su acometida contra mi, yo estoy dispuesto a bajar de estas ramas, como prueba de confianza a su lealtad, para que podamos hablar tranquilamente, frente a frente, para cerrar un pacto, que a todas las partes va a beneficiar.
¡Hagámonos así pues!; yo le prometo que mientras dure nuestra conversación, no atentaré contra su integridad, aunque no lleguemos a ningún acuerdo de futuro, como usted piensa.
Fue entonces, cuando el gallo -de dos zancadas y manteniendo el equilibrio con las alas extendidas, se plantó al pié de la encina, junto al zorro.
Ambos dieron algunos pasos hasta dirigirse al pié de la fuente para estar más alejados del árbol gallinero, para evitar el cuchicheo de las gallinas y sobre todo para que ellas no pudiesen escuchar nada del diálogo entre ambos.
Póngase cómodo, le sugirió el gallo al zorro, quien rápidamente se tumbó en la verde hierba colindante y fuera del alcance de las salpicaduras del chorro de la fuente.
El gallo, también se relajó, recostándose cerca de él y seguidamente comenzó un diálogo en estos términos: como usted sabe -señor zorro- todos nosotros sentimos un gran afecto y respeto por usted y en prueba de ello, nos hemos escapado del gallinero del corralón donde estábamos y nos hemos venido ayer a buscarle a esta fuente, donde sabíamos que usted venía cada mañana a beber y que no es frecuentada por los humanos, al estar muy distante y a trasmano de la raza humana.
Bien podíamos habernos ido a cualquier otro lugar o esparcirnos por los campos para correr otro tipo de suerte; pero creemos que gozando de su amistad y confianza, estaremos mucho mejor protegidos.
Amigo gallo, me parecen muy bien sus palabras -le contestó el zorro- pero debe saber una cosa fundamental: que toda protección -en esta vida- tiene un precio, pues los estómagos no se llenan de buenas palabras; ya que si así fuese: con sumo gusto, yo me encontraría predicando las buenas obras por estos campos, consiguiendo buenos amigos y agradecidos vecinos.
Tiene usted toda la razón -señor zorro-; por ello, deseamos pactar con usted lo siguiente: si usted se brinda a darnos protección permanente a todos los miembros de mi grupo gallináceo en el futuro -tanto a los miembros actuales como venideros-; nosotros estamos dispuestos sacrificar periódicamente alguna de nuestras vidas, para que usted pueda mitigar su hambre y no tenga que hacer tan desagradables y cansinas correrías; con lo que ganaría mucho más prestigio, tendría mejor atendida a tu familia y hasta se haría respetar por todos los animales de estos campos, dejando de tener como enemigo perpetuo a los hombres, que siempre le están persiguiendo.
Me parece una sorprendente idea hermano gallo -le aseguró el zorro-; pero son ustedes un reducido número y no llegarían ustedes a cubrir mis necesidades, ni tan sólo el primer año.
Todo depende de sus exigencias, señor zorro -le conminó el gallo-; ya que dependerá de la cuota de sacrificios, que tengamos que pagarle a usted por su protección; por ello debemos acordar y calcular con bastante exactitud, la periodicidad de sus exigencias.
Además, si nuestro futuro acuerdo funciona con total lealtad, le aseguro que muchos otros grupos de animales, tanto gallináceos, como conejos domésticos, pájaros y otros muchos de los que viven en el campo, se agruparan bajo se protección y se llenará tanto su despensa, que no tendrá con qué ir la mermando.
Amigo gallo, no entiendo muy bien lo que acaba de decirme; eso de periodicidad, no lo he entendido bien -dijo el zorro-, puedes repetírmelo.
Entonces le aclaró el gallo; quiero decirle, que todo depende de la frecuencia con que quiera comernos uno a uno; pues si nos va dando tiempo para poder reproducirnos; seguro que -al no tener quien nos vaya quitando los huevos, que mis gallinas ponen cada día; nuestra comunidad puede criar rápidamente, crecer y engordar en estos parajes; claro -siempre y cuando- usted nos proteja para poder hacerlo; de esta forma, creo es muy rentable para usted -señor zorro- al tener la despensa siempre llena y a nosotros nos permitiría vivir en libertad a su amparo, aunque tengamos que sacrificarnos algunos de nosotros para que vivan los que vayan viniendo detrás.
No sólo tendrá usted la despensa llena, sino que sus hijos, también irán participando de este acuerdo; pero tenemos que comprometernos firmemente a cumplir las normas, que ahora establezcamos y procurar el beneficio de ambas partes; evitando cualquier intromisión de otros animales salvajes, que pudieran mermar nuestras vidas; ya que, también estarían atentando contra la suya propia, al robarle su despensa.
Tienes razón hermano gallo -aseguró el zorro- y ¿cómo has pensado en el número y frecuencia con que habríamos de sellar este acuerdo?.
Yo había pensado -señor zorro-, que cada dos lunas llenas -al salir la luna por el horizonte- usted se cobrase uno de nosotros; empezando por mi el primero y siguiendo por los individuos más viejos de nuestro grupo, eso es muy importante, pues los animalitos más jóvenes son los que darán más vida a nuestro acuerdo en el tiempo y seguro que llegado su momento, le serán mucho más sustanciosos.
De todos formas -señor zorro- ambos debemos meditarlo y hasta consultarlo con nuestras respectivas familias; como usted viene cada mañana a esta fuente, podemos emplear el tiempo que considere oportuno, para definir totalmente nuestro acuerdo; pero debe tener siempre presente, que a usted le interesa mucho este acuerdo; quizás mucho más que a nosotros, pues sabemos que nuestra libertad nos costará un gran sacrificio y sangre; aunque podríamos volver al gallinero del corralón, donde seguramente la dueña nos volvería a dar buen cobijo, pues sólo hace muy poco tiempo que nos escapamos de allí.
Está bien señor gallo -contestó el zorro-; estoy de acuerdo en que debemos pensarlo mejor y hasta consultarlo con la familia, ya que, su propuesta tiene buen síntoma de futuro.
Entonces quedamos para mañana a esta misma hora y así podremos fijar este pacto con más sabiduría y con el consentimiento de nuestras respectivas familias -le interpeló el gallo-.
Rápidamente se levantó el gallo, antes de que el zorro pudiese incorporarse y con paso firme, sin dar síntomas de aparente temor, pero sin dejar de ojear los movimientos del zorro, se dirigió al tronco de la encina, donde se incorporó de un salto ayudándose de sus alas.
El zorro volvió a beber nuevamente en las cristalinas aguas de la Fuente de la Chamiza y relamiéndose el hocico; algo altivo, emprendió la marcha cuesta arriba, hasta que hubo traspuesto por el viso del horizonte.
Todos los componentes de la encina estuvieron pendiente de todos los movimientos que hacía el zorro cuando se marchaba y hasta que lo vieron trasponer, nadie cacareó, ni dió síntomas de hacer el más mínimo movimiento.
Hasta pasada más de una hora, nadie bajó del árbol, mientras tanto todas las gallinas estuvieron pendiente de la conversación y explicaciones, que el gallo daba a las dos gallinas más viejas sobre lo acontecido con el zorro, mientras estuvieron dialogando junto a la fuente.
¡Este gallo se ha vuelto loco!, se le oyó a la gallina más vieja, en un subido tono de voz, que fue oído por toda la comunidad; ¿cómo va a sacrificarse él primero?; si fuese así: todas quedaríamos desamparadas y a merced del zorro; ¿y quien, fecundaría nuestros futuros huevos, si no tenemos otro gallo en la comunidad?.
Todas quedaron perplejas y se ocuparon por un buen rato cuchicheando la situación que se podría producir; pues el conjunto no tendría perspectivas de futuro; sería el fin para todas, al no tener posibilidades de incubar huevos fecundados y saldrían todos los huevos hueros cuando fuesen empollados.
¡Silencio!, ordenó la gallina más vieja; no es posible que nuestro gallo se sacrifique el primero, pues tiene una gran labor que cumplir entre nosotras -protegernos y pisarnos-, al menos hasta que surja de nuestras nidadas un nuevo gallo, que pueda suplantarnos y seguidamente, con el mismo tono de voz, se dirigió a la comunidad, recomendando les una votación, para democrática mente obtener un resultado.
Las que estén de acuerdo con el sacrificio del gallo, que levanten un ala y las que no lo estén, que levanten las dos.
Todas las gallinas levantaron las dos alas.
La votación se había llevado a cabo, por lo que el gallo no podría sacrificarse, hasta que no hubiese entre ellas un nuevo gallo, que pudiera sustituirle, en la tan necesaria función de la fecundación.
Puesto que el gallo, no puede sacrificar su vida -continuó diciendo la gallina más vieja-; será la mía -por ser la más vieja y haber cumplido casi todo mi destino- la que irá en primer lugar, para pagar el tributo al zorro, en el caso de que éste acepte el acuerdo.
Entristecida, todas las gallinas aceptaron la propuesta, ya que, no había otra forma de salvaguardar
con futuro a la comunidad que formaban.
Por consideración y cariño: muchas de ellas le dieron muestras de afecto, conminándola a que desistiese de esa consideración; pero todas sabían que no habría otro mejor remedio, si querían seguir en la libertad, que todas deseaban.
A partir de ese momento, el gallo, les ordenó a todas que bajasen de la encina -excepción echa a dos de las más jóvenes, que quedarían de vigía en lo alto de las ramas, pendientes de todo el radio de acción y que seguirían siendo relevadas, como lo hicieron anteriormente- , para que pudieran cumplimentar con todas sus necesidades, pero tendrían que volver a subir al árbol, cuando las sombras cubriesen totalmente la concavidad del Tajo de Hornillo (aproximadamente las cinco de la tarde).
Antes de que bajase la primera gallina, nuevamente el gallo les recomendó, que no se olvidasen de hacer las puestas reglamentarias y en los lugares, que no sean fácilmente asequible a las alimañas y os recomiendo -les aseguró-, que un lugar bastante inaccesible es el centro de las retamas, que tanto abundan por estos parajes, pero procurad que no esté muy lejos de la encina y que sean visibles desde las ramas, para poder estar siempre pendientes de ellos, aunque estemos recogidos entre sus ramajes.
Cuando volvieron las gallinas a encaramarse en el recio árbol, el gallo les fue pidiendo explicaciones e información sobre todos lugares que había visitado en el día, con objeto de recabar toda la información posible del entorno y de las actividades a las que se estaban dedicando.
Puesto que no había sido consentido su sacrificio en primer lugar, él tendría que ocuparse con gran autoridad en la organización completa de la comunidad, para que: esta fuese lo más eficaz posible, llegado su momento de entregar la vida al zorro; por tal motivo -del buen cumplimiento de su mandato- dependería -en gran medida- la perduración de la comunidad.
En estas explicaciones estaba dialogando con las tres gallinas más mayores del grupo, cuando una de las más jóvenes advirtió con su cacareo pausado, de que el zorro había sido visto por ella, bajando un tramo de la cuesta y se había recostado hacia la mitad del recorrido entre la fuente y el viso por el que lo vio aparecer; desde donde estaba muy atento a todo lo que acontecía.
Todos los animalitos buscaron con la vista en el trayecto descrito y llegaron a fijar sus miradas en el zorro, al verlo; permaneciendo en total silencio y sin hacer, ni el más mínimo movimiento.
Tan grande fue la concentración y quietud que tenían, que el propio zorro, pensó que todas estaban dormidas, aunque vio al gallo bajar e ir a la fuente a beber y merodear un poco por los aledaños; pero el zorro no se inmutó y le hizo pensar, que el gallo era un tipo serio y formal, que no le tenía miedo, como consecuencia de la confianza que ambos tenían en llevar a cabo su futuro acuerdo.
Fue entonces, cuando el zorro se levantó y encaminó sus pasos hasta trasponer por el viso, sin hacer otras paradas, ni gestos de volverlos a observar.
A sabiendas de que el zorro, no volvería más esa tarde; el gallo en un tono triunfante cacareó a las gallinas, que podían bajar, si aún tenía alguna necesidad que cumplir, pero siempre dejando la vigilancia establecida en las copas más altas, pues dicha vigilancia, nunca debía faltar en fechas sucesivas, para no sufrir las sorpresas imprevisibles del zorro o de cualquier otra alimaña.
Ya ninguna gallina quiso bajar de su rama, por lo que el gallo se encaramó de nuevo al sitio que ocupaba desde que llegaron a aquél lugar.
Hasta que empezó a anochecer algunas de las gallinas más viejas y el gallo, estuvieron ideando una serie de normas, que consideraban muy importantes, para que fuesen cumplidas por todos los miembros en el futuro, encaminadas al bien común y especialmente para la seguridad de todos sus miembros.
Una de las normas más importantes, que deberían cumplir todos en el nuevo gallinero de la encina, sería: no bajar del árbol, hasta pasada media hora de haberse ido el zorro de la fuente, que como cada mañana vendría a beber para proseguir con sus correrías y si se le veía merodeando por la zona a cualquier otra hora, volver rápidamente hasta conseguir encaramarse en el gallinero; en el supuesto de que alguna estuviese más alejada y no le diese tiempo de coger el árbol, debe permanecer alejada o agazapada entre el ramaje de cualquiera de las retamas, como si estuviesen anidando.
Para volver por la tarde, siempre tienen que tener en cuenta la sombra completa del Tajo del Hornillo, cuando suelen ser las cinco de la tarde en cualquier época del año; pero si ven que no pueden llegar a tiempo, tendrán que permanecer fuera toda la noche y hasta la tarde siguiente y deben estar, como se ha indicado antes dentro de cualquier nidada, en el interior de cualquier retama totalmente quietas y en completo silencio; recomendándose les que procuren ser puntuales en las recogidas para no tener que pasar grandes riesgos durante la noche, cuando la mayoría de los animales salen para buscar su sustento.
Otra de las observaciones, que deben tener muy en cuenta, será: la de no cacarear cuando estén a campo abierto y mucho menos a las que se vayan quedando cluecas; pues esos sonidos, siempre advierten de nuestra presencia a los demás y serían localizadas muy rápidamente por cualquier depredador, especialmente cuando salga los nuevos pollitos, que son alimento muy apetitosos de las aves rapaces.
Por otra parte, se debe evitar cualquier posibilidad de que nos avisten los humanos; pues de ocurrir ocasión en la que se puedan percatar de nuestra presencia, trataron de atraparnos y llevarnos al gallinero doméstico, para seguir privadas de libertad, tanto o peor, que como estabamos antes.
Todas debéis estar alertas de los acontecimientos que se dan por estos campos y comunicarlo al gallo lo antes posible, pues de nuestra buena observancia sobre el medio que nos rodea, va a depender mucho nuestro futuro, para que estemos tranquilos y podamos perdurar en el tiempo.
Si durante el día o la noche alguna se sintiese indispuesta, no debe cacarear, sino que se dirigirá directamente a la encina y reclamará la presencia de cualquier compañera solicitando ayuda.
Cualquier otra observancia, que consideréis lógica para conseguir nuestra seguridad y progreso, deben ser comunicadas al gallo a cualquiera de las gallinas más viejas, que estén en cada momento.
Todas debéis saber, que de la observancia eficaz de estas normas, va a depender el bienestar futuro y la conservación más eficaz de nuestras vidas.
Llegado a este punto, ya se había hecho algo tarde, por lo que todas decidieron plegar las alas y quedarse muy quietas en el lugar, que cada una había elegido para pasar la noche.
Al amanecer del día siguiente, el gallo cantó, como de costumbre lo hacía en cada amanecer y todas se despertaron y estuvieron muy vigilantes esperando la aparición del zorro.
No tardó mucho rato en aparecer el zorro por el viso, advirtiéndolo la gallina más joven que estaba encaramada en las ramas más alta; fue entonces, cuando el gallo saltó al pié de la encina, para esperar al zorro y lo hizo ante las protestas de las dos gallinas más viejas, que temían por la vida del gallo; pero éste las tranquilizó, argumentando les, que debía dar la sensación de confianza ante la palabra del zorro y para que se fuese acostumbrando a la convivencia con las gallinas, a las que debía proteger y para demostrarle, que el temor había que ir lo anulando por las partes para el mejor cumplimiento del acuerdo, que esperaba llevar a cabo aquella misma mañana.
Debemos siempre ser muy precavidos, pero aunque estemos temblando por dentro, nunca debemos manifestar nuestro miedo o temor ante el zorro, pues así se sentirá más familiarizado y obligado a cumplimentarnos.
Llegó el zorro y se sorprendió de que el gallo estuviese esperándole al pié de la fuente, saludándole de esta forma: hola hermano gallo; a lo que respondió el gallo: bien venido señor zorro y agregó: ¿me imagino que usted tiene ya decidida la respuesta a nuestro futuro acuerdo?; ¡así es!, pero considero muy largo el plazo de cada dos lunas llenas, para poder cobrar la protección que me solicitáis; lo cual significa, que para comerme a uno de vosotros, tendrían que pasar por lo menos dieciséis semanas; pues cada ciclo está compuesto por ocho fases lunares.
Realmente tiene usted razón señor zorro, si cuenta las fases de la Luna en sus 8 momentos, con respecto al Sol; pero partiendo del novilunio o luna nueva después de una semana más tarde la Luna ha dado 1/4 de vuelta y presenta media cara iluminada, que su cuarto creciente; otra semana más y la Luna se alinea con el Sol y la Tierra, por lo que se le aprecia toda la cara iluminada, que es cuando se encuentra en plenilunio o luna llena;otra semana más tarde, empieza a perder luminosidad, con la que se encuentra en el cuarto menguante y a la cuarta semana vuelva a ser otra vez novilunio o luna nueva; con lo cual en los cuatro ciclos, sólo han pasado 4 semanas o lo que es igual a 28 días.
Creo señor zorro, que usted está confundido al contar doble las fases de la Luna, ya que los ha debido contar en octavas partes y no en cuartas partes, por eso le salen 16 semanas.
Mira hermano gallo, que yo estoy muy bien informado de todo lo que respecta a la luna, pues llevo andando muchos caminos en mis correrías alumbrando por la luna.
Pues está usted -querido amigo- en un error, pues en un año, la Luna realiza tan sólo trece giros alrededor de la Tierra, que equivalen a otras tantas lunaciones y todas son de 28 días.
Así pues lo que usted pensaba de 16 semanas, se le queda reducida a tan sólo 8 semanas y además debe tener en cuenta, que yo he calculado ese tiempo para que nos de tiempo a reproducirnos con nuevos pollitos, para que no faltemos al compromiso, por falta de animales.
Otra cosa que quiero decirle -amigo zorro- es que: como no tenemos otro gallo en el corral y hasta que de los pollitos que nazcan salga uno nuevo, que se pueda encargar de pisar a las gallinas; tendré que seguir yo vivo, para poder pisarlas y que los huevos no salgan hueros; pues si me sacrifico yo el primero, como habíamos quedado, su despensa no le duraría mucho tiempo; pero en mi lugar se ha ofrecido la gallina más hermosa y la de mayor corpulencia, pues me gana en peso, algo más de un kilo, ya que yo aparento mucho cuerpo, pero casi todo son plumas vistosas, para agradar a mis hembras.
El gallo, procuraba que el zorro, no tuviese oportunidad de entrar en la conversación, aunque para ello siempre tenía que ir por delante en los pensamientos del astuto zorro.
Entonces amigo zorro, estamos de acuerdo en que me sustituirá la gallina más rolliza, para no desbancar su futura despensa y así seguir yo pisando a las otras hasta que surja un buen gallo para que me suplante -entonces me podrá hincar el diente a mi, que yo calculo en no más de un año- y con sumo gusto me ofreceré a usted.
Los días pasan rápidamente y mucho más las 8 semanas para cobrar su recompensa, que usted nos cobrará a partir de hoy; mientras tanto estaremos siempre alertas para poder indicarle alguna de las madrigueras o nidadas de perdices u otros pájaros a los que pueda hincarle el diente.
¿Qué le parece- señor zorro-, usted es el que saldrá siempre ganando y ganando prestigio ante todos los animales de la zona?.
Bueno -contestó el zorro- seguramente habré de pasar otra temporada de hambre, pero -hermano gallo- no me vayas a fallar nunca en el cumplimiento de este acuerdo, porque entonces quedará roto para siempre lo que ahora pactamos.
Así lo cumpliremos -señor zorro- pero usted debe mirar en todo momento por nuestras vidas, que desde hoy les pertenecen.
Nuestro primer pago se hará dentro de 4 semanas o lo que es lo mismo en 28 días y todos nosotros nos pondremos con urgencia a realizar todas las faenas necesarias, para que podamos ir incrementando nuestro número y así tendrá usted garantizado su futuro.
Bien -hermano gallo- desde hoy queda cerrado nuestro acuerdo y no debéis tener ningún temor por vuestras vidas; yo me encargo de difundir a todo el mundo, que soy vuestro protector a partir de hoy.
Precisamente esta noche la Luna está en novilunio o luna nueva; así que cuando vuelva a estar como esta noche, me tienes que entregar a la gallina gorda, esa que tu tan bien me has pintado.
¡No me falles -hermano gallo-!; tampoco usted, deje de protegernos y cuidarnos -señor zorro-.
Ambos se despidieron, el zorro se acercó a la fuente y estuvo bebiendo copiosamente y se fue lamiéndose el hocico; mientras el gallo ordenaba a las gallinas, que podían ir bajando de la encina.

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MIEMBRO DE HONOR
Comentario de Cástor Agustín Olivier Olivier el agosto 23, 2014 a las 7:51pm

EXCELENTE NARRATIVA.

SALUDO AMIGO ESCRITOR, GRACIAS POR TU ESFUERZO Y DEDICACIÓN PARA DELEITARNOS CON TU 

EXTRAORDINARIO CUENTO.


ESCRITORA DISTINGUIDA
Comentario de Norma Cecilia Acosta Manzanares el julio 13, 2014 a las 2:11pm

RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO

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Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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