Nos pasamos la vida en continuo desafío a la naturaleza; buscando un bienestar o el estado social que enmascare el verdadero camino para el que fuimos creados: el amor… ¡Quizás por vergüenza o timidez ante los demás!... Nosotros somos como las terminaciones nerviosas que invaden nuestra piel –todo nuestro organismo está controlado por ellas… Formamos parte de un ente total –el Universo- que engendra a cada instante leyes o normas para mantener un orden que asegure el destino de cada ser y la estabilidad con la entidad que lo componen; también parte de un Todo, -o más bien-: somos los transmisores de unas órdenes o deseos, por los cuales, todo el Sistema se mantiene en sincronía; alcanzando un perfecto funcionamiento –increíble a la docta comprensión de nuestras mentes-: pero que componen el aspecto sobrenatural de todo lo que existe. Si el desempeño de nuestras actividades o funciones: es llevado adecuadamente, en armonía y bondad: los resultados entrarán de lleno a formar la parte positiva, en la realización de nuestra tarea; más, –si por negligencias, envidias u otras nefastas actitudes- nuestros fines se desvían del comino recto y de la verdad: estaremos atentando gravemente contra nuestra propia existencia, sin poder prever lo que nos puede deparar nuestro destino final, ni en sus consecuencias negativas para los demás. Uno de esos factores negativos –que en todo momento- acechan la diversidad de nuestras actitudes de relación en el mundo donde nos desenvolvemos es: el desamor, hacia los demás seres de nuestro alrededor. Sin lugar a ninguna duda, la semilla del desamor: también está enraizada en nuestros corazones y desde muy temprana edad, pero antes de que ésta tuviese ocasión de germinar, estuvo subyugada a esa otra –que traemos todos innata y gravada en nuestro ser, desde que fuimos creados o concebidos-, cual es: la del amor. Ese sentimiento llega a alcanzar en nuestros comienzos y en términos generales: las más altas cotas e intensidad, que manifestamos casi siempre hacia nuestros seres más allegados y cercanos… ¡Lástima que, con el paso del tiempo y las influencias de las miserias humanas, vayamos desangelando ese amor; dando paso a la desidia, las envidias, y al desamor; muchas veces por falta de voluntad, por envidias hacia otros o simplemente porque hemos llegado a un estado agnóstico sobre los valores esenciales del ser humano; olvidando el mayor tesoro de los que fuimos investidos al nacer: la capacidad de amar a nuestros semejantes en sus diversidades de formas, conceptos e incondicionalmente, sin programación, ni cotas sociales. No tardaremos mucho en darnos cuenta –cuando esto ocurra- que, el camino del bien hacer, el condescender con agrado hacia los demás, el mostrar nuestro apoyo a los más débiles –sin olvidar a los fuertes-: es el camino que más satisfacciones no proporciona; aunque tendremos que tener siempre muy claro: que, las valoraciones interiores del alma son más valiosas que las materiales del cuerpo o cualquier riqueza temporal. Por lo que nunca debemos dejarnos llevar por los atractivos de la vida fácil y placentera –que siempre conducen a la holganza y a las perversiones de nuestros instintos-, alejándonos de los valores que fortalecen la personalidad y el espíritu del ser humano, cuyo hábito de sacrificio por hacer el bien –sin mirar a quién…-, nunca deben de ser arrinconados y la conciencia individual de cada uno: sabe bien dictar todas las normativas a seguir y discernir aquello que mejor nos conviene en cada momento. A veces los resultados de bienestar interior obtenidos, no son tan tangibles como otros que hayamos alcanzado materialmente; pero –nunca debemos equivocarnos al sopesarlos, porque la diferencia es abismal, como lo es: el valor de lo material a lo inmaterial; el del cuerpo al del alma: variando todo lo que representamos y somos como seres racionales. A lo largo de mis años vividos: en pocas ocasiones he tenido la oportunidad de pararme a reflexionar sobre estos temas -de cierta profundidad mental-, cuyos conceptos se me escapan tan hábilmente, como se escapan los momentos del presente para difuminarse en un pasado sin retorno y lleno de nostalgias; viviendo en un intenso deseo de poder corregir algunas de las ocasiones del pasado. Muchas veces actuamos de buena fe con los demás y sin embargo nuestros esfuerzos por conseguir los mejores destinos y posiblemente, en un sano afán por compartirlos, se nos van torciendo los proyectos ideados para desembocar en inconcebibles situaciones, ¡jamás sospechadas! Solamente con el paso de los años y analizando fríamente los momentos vividos, podemos darnos sentida cuenta de nuestros actos y, podremos actuar: con un firme deseo de enmendar todo aquello que no nos sea satisfactorio; es así, podremos ver el enfoque de nuestros actos y el rumbo que va tomando nuestra vida. Con el tiempo –palpable e interiormente-me he vuelto bastante agnóstico en muchas de las creencias que nos inculcaron a la más tierna edad: porque las vivencias y la observancia de hechos: en la vida diaria –sobre todo por las injusticias, que los medios de comunicación nos hacen llegar por los diversos medios- que manifiestan y nos hacen observar: unos cambios inconcebibles..., chocando directamente con la formación y la idea personal que uno almacenaba con gran esmero, de las distintas actividades sociales del mundo. A grandes rasgos estos conceptos también se van gravando en el fondo de nuestro ser, influyendo en la formación personal y, los conceptos generales que anteriormente teníamos como muy válidos y verdaderos se van modificando paulatinamente – quedando en el fondo de nuestro ser: un vacío y a veces, como resultado más grave la sensación de engaño en la que hemos estado viviendo- hasta esos momentos. ¿Quizás todo ello: sea producto de la evolución social por la que estamos pasando en cada momento?, pero todas estas nuevas enseñanzas e informaciones: nunca debe ser motivo para decantar o dejar de actuar en todo momento con claridad de mente, responsabilidad de conciencia y sobre todo sembrando el amor en cualquier momento de nuestra vida y ante las peores circunstancias por las que nos podamos encontrar en el transitar diariamente por este loca andadura. Algunos dirán, que es muy fácil predicar de palabra y, es cierto los que así se expresen, pero también – y tanto más cierto- es: que aquellos que teniendo la oportunidad de hacer el bien e ir sembrando el amor entre los demás y no lo hacen, son: doblemente responsables –cuando menos- de su participación proporcional en todos los males, que diariamente asolan a la humanidad, especialmente a los más débiles y menesterosos. ¡SEAMOS MÁS HERMANOS, AL MENOS UNA VEZ AL DÍA!
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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