EL ÚLTIMO JUEGO
“¡Señor, que la fe se muere!
¡Señor, mira mi dolor!
Miserere! Miserere!...
dame la mano, Señor...”
Rubén Darío
(1867-1916)
Quería salvarse, no había llegado hasta el hospital para morirse, así que se empeñaba en alejar cualquier nube oscura de su mente, pero era difícil. Procuraba pensar en el olor de la hierba del campo de juego, en la sensación de patear un balón, en la emoción de lograr un triunfo, sin embargo, la voz del médico lo devolvió a la camilla.
- Imagínate, nadie daba un centavo por aquel equipo. Todos los críticos dudaban del entrenador, de los jugadores, de la cohesión, incluso criticaban su reciente ingreso en las ligas mayores. Es increíble, nadie creía que aquel equipo disputaría una final y, a pesar de todo, allí estuvieron, esperando la tarde del sábado para disputar la copa nacional. Me figuro que la noche anterior fue muy incómoda, sobre ti caía un gran peso, eras delantero y capitán del equipo.
No habrá sido fácil, recuerdo los titulares de los diarios. Fuiste escalando, ganando notoriedad a punta de buenas jugadas, “virtuosismo innato” decían todos. Sólo verte jugar justificaba irse al estadio. ¿Cómo dormir, si tu entrenador, tu equipo, la fanaticada y quizás tu barrio entero ponía en ti sus esperanzas? Lo bueno es que te cuidabas, no tomabas licor, no fumabas, no trasnochabas. Pero, cálmate, ¡cálmate!, todo va a salir bien, déjanos atender esas heridas.
- No todo era tan bueno. Dijo el muchacho con fatiga, ni se imagina las que pasé y sigo pasando. Sólo puedo entrenar los fines de semana, tengo un trabajo horrible y sólo me ayuda a cubrir parte de las necesidades de mi familia. Para colmo, recuerdo que la noche anterior al juego cayó una lluvia tremenda, el techo de mi casa parecía una regadera de baño. Tuve que envolver los tacos y el uniforme en un cartucho plástico para tenerlos presentables. El promotor del equipo sólo paga los uniformes, el salario del entrenador y la comida antes del juego. Ni hablar de apoyo financiero ni nada parecido. No me quedaba sino rezarle a la virgencita para que me viera algún buscatalentos. Quiero estar en algún equipo famoso y salir de la desgracia.
Permaneció callado, sentía que se quedaba sin fuerzas.
- Tu historia no me sorprende, leí un reportaje que alguien te hizo: ¡Qué barbaridad, un campeón como tú sin apoyo para subir la loma!
Mientras conversaban, el doctor, trataba afanosamente de parar la hemorragia. Las tres puñaladas se las había propinado alguien que sabía darlas.
Para mantenerlo alerta le seguía hablando: - Vi el juego en televisión, fue increíble, jugaste como los grandes. Meter dos goles en cada tiempo es una hazaña. Te habrás sentido orgulloso, lo celebraron más de siete mil personas, fuiste el rey de la tarde.
Mientras lo operaba, miró a la enfermera y movió la cabeza con gesto angustioso, no lograba parar el flujo de sangre. El cuarto de urgencia se había abarrotado de compañeros de juego, fanáticos, periodistas, familiares, amigos... Ya no cabía nadie en la sala de espera.
Fue un asalto, era evidente, no traía nada en los bolsillos, su equipo de juego también se lo habían llevado, incluso, llegó sin la camisa y los zapatos. Estaba en mal estado.
- ¿Sabes quién te hizo ésto? - le preguntó el médico
- No, todo fue muy rápido. La barriada en que vivo es peligrosa. El bus me deja a unos quince minutos de casa. El camino está lleno de árboles y mucho monte. Entre mi casa y las vecinas hay un tramo largo, muy largo. Allí fue que me asaltaron, no pude hacer nada. Eran varios, creerían que llevaba dinero, idiotas. Siento mucho frío, quiero hablar con mi mujer…
El doctor sólo atinó a decirle: - No te agites, no gastes energías, déjame ayudarte.
Escuchó aquellas palabras, muy, pero muy lejos, casi como un susurro. El cuarto se le fue poniendo oscuro, comenzó a escuchar miles de voces coreando su nombre y el griterío de la barra aquella heroica tarde.
El cuarto de operaciones se hizo noche fría y cayó sobre él como un sudario.
Mientras, el médico se quitaba los guantes, le dijo a la enfermera que tenían que llenar el protocolo de cirugía y el certificado de defunción. La enfermera miró hacia otra parte, no era usual que el facultativo llorara por algún paciente.
Comentario
M U Y T R I S T E R E L A T O
Pero es la realidad de nuestros pueblos... uno sabe cuando sale, pero nunca tiene ni idea de cuándo ni cómo llegará a su casa...
F E L I C I T A C I O N E S
Bendiciones incesantes
Se nos hace triste reconocer que hemos llegado al final. El lo sabía, o mejor dicho, lo presentía. Leí tu narrativa esperanzada en que el final fuera feliz... mas creo que SI fue feliz. Quedó su vida enredada en tus letras, Alberto y así se hizo eterno.
Sigo el sendero de tus letras!
Mi abrazo,
Tere
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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