PALABRA Y MÚSICA CONSUSTANCIADAS EN NUESTRO TRÁNSITO HACIA LA LUZ, un comentario sobre el poemario Sinfonía del ayer, de Carlos Enrique Rivera Chacón.
La primera parte, Allegro con Spirito, son poemas de metalenguaje, que reivindican una actitud positiva del poeta y del poema ante la vida, son un ars poética que pregonan más el encanto que el desenfado o la angustia. Y aún, cuando el poeta se pregunta, en forma retórica por la existencia de epístolas que den luz y verdad, como en el segundo poema, la sensación que queda es la del aedo que quiere pregonar la esperanza y que despeja las incógnitas para aceptar la muerte como parte de la vida, según se desprende del poema Incógnita. Todo lo evidencia a través de la inscripción vivencial de un yo lírico despierto, que ve maravilla en el tiempo y que proclama la libertad de su recurrencia metafórica. El ente poético por excelencia representado por el sujeto positivo, que ve disfrute de la sonrisa y del llanto, que se sabe parte de una creación donde se requieren valores como la paciencia para regresar al Edén, a la casa del Padre, según el mito del héroe, del hijo pródigo. En el poema Creación el mundo en el pasado era azul, lo que indica la pérdida del paraíso. Son concepciones ancestrales, de religiosidad en cuanto a ligamen con una filosofía amorosa y plena.
En la poesía de Carlos Rivera no hay temor a usar los conceptos desde la percepción racional del individuo, él no se deja llevar fácilmente por el subconsciente, es un poeta de propuestas conceptuales diáfanas, acepta ciertos paradigmas como vitales para su existencia y su comunicación con el lector: “Las cosas son la realidad del mundo, universos impresos en la memoria humana”. Ambos preceptos en estos tres versos parecen proclamar una contradicción interna, pero en el poeta, ambas visiones son válidas. El ser humano se percibe pequeño, el tiempo nos hace ver nuestras debilidades, nuestra íngrima soledad viajando al olvido, nuestra pequeñez colectiva: “La lluvia nos alcanza a todos”. El acto poético puede acercarse al lenguaje filosófico, como lo entiende María Zambrano en su disertación sobre la poesía que tiende puentes hacia el conocimiento. Aun así, en Carlos, luego de la proclamación de tonos racionales, deviene la poesía altamente emotiva, leáse en Ecuación: Un noche agredida, /un niño huérfano, /una luz apagada / y un teorema sin resolver”. Es decir la enumeración se resuelve con un último elemento de carácter científico.
SEGUNDA PARTE: Acordes para el alma. El poeta plantea esta sección como el adagio, el movimiento lento, un paseo por los acordes de la música para que el oyente descanse después de lo fuerte del primer movimiento.
En el primer poema el yo lírico se hace extensivo a la primera persona del plural: caminamos, somos, y a pesar de las incertezas al final deviene el pensamiento: pensantes, divinos, simplemente barro, donde encontramos la paradoja de un ser material contrapuesto a lo espiritual. Quizá para dejar la idea de complementariedad que al menos en este poema aún no está presente, a menos de que lo divino se decante por lo panteístico. En este acápite el poeta utiliza la reflexión para mirar el mundo y vislumbrar algunos antivalores como la vanidad en el segundo poema y la mentira, creadora de la angustia del poema Negación. Estos poemas entonces responden a un afán ético del poeta que se interroga sobre valores y antivalores. Y que lleva a preconizar un camino del hombre hacia la búsqueda de ser uno con lo que él llama la Esencia, así en mayúscula. Los hombres de alguna manera están siendo separados por el abismo de sus acciones, la fertilidad o la esterilidad, en ese tránsito hacia su liberación. Así que este descanso ha servido para meditar con el tiempo en el futuro de la humanidad, donde también azarosa es la sombra de la angustia en este trajinar.
La tercera parte el autor la denomina Descanso y respiro, Scherzo, es un momento de movimientos ágiles, dulces melodías repetidas y significativas que conducen al cambio después de la calma del adagio. Cómo se cumple esta percepción de su propia poesía en los poemas. Veamos. Inicia con la lluvia diseminada en gotas sobre el ser y el paisaje, en un bello poema. Luego el amanecer, con el viento y los árboles luego abrazados por el sol. El paisaje es el símbolo de un nuevo devenir en la percepción del yo lírico. La cosecha, la admiración ante los colores, los celajes, es el tiempo de la conciencia de una edad avanzada que se asume con alegría. El poeta se proclama vivo ante tantos que ni siquiera pueden disfrutar la lágrima o la belleza, es el poeta el símbolo del avatar, del que sí sabe el camino, la vieja metáfora poeta-profeta se instala, porque hay una percepción de estar vivo, de transitar hacia la verdad y la luz. Aún en medio de dudas o preguntas lacerantes: soy ángel o demonio? Ante la confusión, la angustia de saberse a mitad del camino entre la bestia y la divinidad se manifiesta también. Pero entonces los más bellos sentimientos afloran, como la silampa en el poema Marea en los ojos. Hay momentos de desesperanza, pero no es por la situación del yo lírico, sino por el mundo, el poeta no puede cargar ese mundo a las espaldas, como lo preconizara Jorge Debravo, y debe abandonarlo, sin estrellas, a la orilla de la tarde. Esta pequeña fábula nos habla de esa necesidad de sentirse atavar y de la imposibilidad de sentirse pequeño como los demás humanos. Así que al final se decanta por el deseo intenso de “Ser espiga renovada, / esencia pura/ volar en mi propia claridad”.
La cuarta parte, Fin del embeleso, Allegro fortíssimo. El poeta la percibe como una percepción triunfante de la obra. Dice que se trata de doce poemas de amor para que a través de este sentimiento que lo llena todo, la vivencia del transitar del hombre tenga un propósito y el oyente o lector salga plenamente satisfecho.
Lógico que la sección se dedica a Julieta Dobles, la poeta y compañera de estos últimos tramos tan intensos en la vida del poeta. La pulsión de Eros, el deseo, deviene en el afán de la creatividad compartida. El encuentro del tú lírico ha creado el nosotros que da sentido al tiempo y al disfrute de la naturaleza. “Somos aves/ construyendo nido propio/ en las ramas de la vejez”. La pasión y la paz van juntas: “Seamos delfines desbocados”. El símbolo de la fauna utilizado crea un oximorón para este adjetivo. La paz viene después en la distancia inconclusa en el rumbo de la vida. Es el encuentro de dos seres, de dos poetas, para iniciar una nueva siembra.
En estos poemas se reafirma el afán lírico de eternidad a través de la palabra que nos hace inmortales. Lo mítico de la Scherazada es para plantar las mil y una noches que nunca se acaban.
Al final, el regreso a la tierra prometida, a la casa del padre, solo se logra gracias al amor, al encuentro con la otredad, a la fusión del yo y el tú, en un nosotros inagotable: “El amor es así, / un azul que transforma”. Regresar al símbolo del azul, lo poético y lo edénico entrelazado en el abrazo. El último poema es Sinfonía y resume la metáfora de conjunto de todo el poemario: la sinfonía Bethoveniana y estos poemas, en un homenaje a lo maravilloso que la música nos da, como poemas del sonido que sin necesidad de conceptos nos regalan la gran verdad, la luz inmanente de la vida.
Concluyo diciendo que más que una sinfonía del ayer, Rivera Chacón ha concertado una Sinfonía del mañana, de la esperanza.
Ronald Bonilla
PREMIO NACIONAL DE CULTURA 2015
PREMIO NAL. DE POESÍA 2001
Comentario
Gracias, Edith Elvira, abrazos
Muy bien Felicidades al autor
Gracias, Elías Antonio, abrazos.
Gracias, Críspulo, un fuerte abrazo.
Gracias por compartirlo
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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