La Editorial Poiesis se siente muy orgullosa, en las personas de Lucía Alfaro y este servidor, de contar ahora entre nuestros autores con la cantautora, poeta y educadora Natalia Esquivel Benítez, y que el intenso y bello poemario Andamios de lluvia sea uno más de la Colección de poesía Eunice Odio, que con los tres que están en prensa llegaríamos al número 34. Además nos complace que esta bella edición esté engalanada con las hermosas ilustraciones de la artista plástica Rebeca Alvarado Soto.
Este es el poemario de un desencuentro amargo, pero también de un encuentro feliz con la maternidad, la hija y la esperanza. Es el poemario de una mujer que ha dedicado su vida a la música, por eso las referencias musicales son abundantes, y los trazos autobiográficos de la autora se cuelan entre los versos de un yo lírico que le hablará a sus objetos líricos, a sus vocativos, a sí misma, a personajes de su vida que son enunciados o que de alguna manera interactúan con su voz.
Este es también el poemario de un viaje continuado y repetido en el espacio físico, entre el topo de la ciudad capital, entrevista por momentos, y el topo de la blanca ciudad, Liberia y el mar, pero también un viaje en la búsqueda del sí mismo, cuando se libera de una relación amorosa que se describe como tóxica y doliente. No sé si es expresamente el poemario en algunos pasajes con la carretera desbordándose a los costados del vehículo de esta viajera o si es la peripecia que la protagonista me ha contado o un poco de ambas situaciones, la literaria y la factual, la que se conjugaron al hacer la nueva lectura para estas palabras, lo que me hace decir, además, que son estos viajes, largos y cansados, los que van delineándose también como un viaje interior, una búsqueda que se concreta así: “Hija, escucha, / la vida ahora canta inacabable”.
En la primera parte Coda del desamor, se enuncia a la hija en tercera persona, salvo en una oportunidad que se usa como vocativo, mientras se le habla al amado, que está dejando de serlo, por la fuerza de una distancia interpuesta, física y espiritual; esto no es igual que hablarle al apóstrofe tú que representa a la hija, el cambio es una traslación del sentimiento hacia la representación de futuro y esperanza que va posicionándose en el poemario más adelante: Veamos: “Conmigo viajan / esos ojos negros tan cercanos / que me absuelven de la locura”. (III) O estos otros versos: “Mis brazos son balanzas con una niña a un lado / y en el otro el corazón del llanto”(IV)-
Mientras el tú lírico aparece para representar al amado que se va convirtiendo en ausencia: “No te acompañaré en tu caída. // Es otro mi camino / con un resquicio de luz en los andamios” (IV). O se trata como parte del nosotros en el poema V: “Ya he empacado todo / lo que no pudimos ser”.
En esta primera parte, ya hay varios indicios de los viajes de ida y vuelta de la capital a su ciudad natal, donde le espera la hija: “Pertenezco a los troncos desprendidos / tras un largo regreso a la ciudad”. Esa pertenencia a lo desvencijado del camino va dándonos matices de los elementos patéticos que están en juego, por la decisión de abandono y la ruptura.
Veamos el contrapunto en dos vocativos diferentes, esbozados con cercanía en los versos: “Hija, escucha, el viento sopla a favor nuestro” (VII, PÁG. 32) en la parte final puesta entre paréntesis. En ese mismo poema aparece otro actante como vocativo, el poeta amigo. Y el amado en el poema VIII: “Haz de tu corazón una enredadera / y no me busques más” (PÁG. 33).
Los procedimientos poéticos utilizados por la voz lírica son la metaforización pura y el basamento en una simbología que opone luz a oscuridad, alas a los abismos, los grises de la ciudad capital, versus el blanco, el sol para la ciudad natal, y el mar tan cerca.
También destacamos en esta primera parte que por momentos aparece una tercera persona como un él que se opone al tú del que se pretende alejarse, y que representa la barbarie, el dolor infringido, la tiranía, el error, en contraposición con un él que a cambio representa la solidaridad y la luz para el camino: “Huí del desprecio, / de la tiranía de las palabras, / de golpes que tatuaron el cuerpo y la mirada. / Y una mano extendida / me enseñó caminos /de sed por las estrellas”.
Estos versos resignifican el recuerdo de un ser protector o la nueva presencia del amigo, que la impulsa hacia el encuentro de un sí misma, que sea capaz de superar el trance de una relación, basada en una mala conducción de la masculinidad: “diriges tu mano a mi cuello / y ahogas la esperanza de mi boca, / estrellas tu puño contra cuadros y puertas / empeñas mi guitarra y los tibios gemidos / de mis canciones”. Estas acciones del tú lírico (objeto) aún permiten que el sujeto poético actante se visualice metafóricamente: gemidos igual canciones, con la sencillez del desplazamiento del dolor al mundo de su música.
Hay una clara identificación de una violencia, que puede ser física y/o psicológica, pero que está revestida de la factualidad, una línea autobiográfica que marca el afán de la autora de acercarse y pintar su realidad.
Respecto al examante, también lo pronominal aparece en primera persona del plural: “nuestra lucha ya no se reconoce”, está dejando de existir ese posible nosotros, sin embargo, la ambivalencia del sentimiento aún agrega: “Una parte viva de ti está conmigo”. Aunque luego denota la locura de ese amante del que se intenta el alejamiento; es así como se visualiza este actante-objeto, como un ser perdido: “Perdido en tu propia piel, / en las calles sin salida de tu mente”.
Pero la única consideración que reviste el yo lírico, es que aún en medio de esa victimización que siente, es capaz del perdón, se constituye en la fuerza de la maternidad: “Sólo sé que te amé / y de ese amor nació un destello / hacia la vida, a la vereda infinita de lo incierto”.
Esta coda del desamor, sin embargo, tiene la compensación precisamente en el amor maternal, ante la distancia del ser amado: “Te fuiste entre barcas y barcarolas / y una niña ahora frente al mar /me toma la mano y me mira desde el fondo del universo / y no me suelta. // No estoy sola”.
La segunda parte del poemario se denomina: LAS PAREDES DEL DÍA, son breves poemas titulados, no como los anteriores, apenas numerados. En el poema Coplas antiguas el yo lírico anuncia su deseo de “salir campante por la ciudad / que no me es de toda extraña”. Y anuncia con ánimo victorioso: “Le arrancaré las raíces al miedo / para salir a caminar, renovada”. Este es el camino nuevo emprendido, a pesar del dolor. En el poema Lucidez el yo lírico habla de sí misma, la infancia en su tierra de volcanes y pampas como la llamará después, allí convoca al resplandor intermitente, pero en el poema Partida, regresa al tema de la ausencia, el abandono del amado, que es su propia decisión, en medio, suele estar la lluvia, siempre la lluvia y sus andamios, como elemento simbólico y entorno: “La lluvia ha calado su transparencia / ha removido el fango de mis pupilas / y hora puedo imaginar / una piel de horizontes y cosechas”. Eureka, parece decir después de declarar: “Ya no sabré nada de ti”. Por eso canta que ha de “surgir como flor de inmensidades, abierta a los olores nocturnos / y al vaivén de la aurora” y entonces el dolor se le torna pequeño ante “las ganas inmensurables de nacer”.
En el poema Trilogía de danzas, vuelve a percibir al tú lírico “al margen del precipicio”. La lluvia vuelve a emparejarse con la tristeza y el yo lírico, en su percepción dramática, se compara con ese tú doliente que percibe en la distancia:
Mi corazón como el tuyo
acumula llagas,
transita el alba,
esboza la espera.
Mi corazón como el tuyo,
deambula en la esperanza,
sucumbe ante el olvido,
se entrega al abandono”
Y es en el poema Decisiones, donde con mayor claridad el yo lírico es capaz incluso del agradecimiento: “He decidido agradecerte / por el retoño que cultivaste / en mi soledad / y tu sabia partida sin retorno”. Y aún es capaz de esbozar esta dedicatoria: “No lo mereces, /pero te dedico estos versos / y la órbita de estos mundos opacos / a la deriva”.
Luego deviene un poema que incluye una nueva modalidad formal; la larga enumeración de elementos y acciones en el poema Boceto, así hace con el título enunciación del formato o género artístico, donde se anuncia la liberación o reconstrucción del ser: “me invento de nuevo”. Este cometido pervive en el poema Al filo de la noche: “alcanzo mi estatura”, dice, y en su pulsión dolorosa concluye: “La muerte acaricia las esquinas de esta ciudad / y no queda más /que deshojar las heridas / tras las ventanas traslucidas”.
Si la lluvia es el elemento que rodea la soledad y la tristeza, la guitarra y el canto es la extensión del ser, cuando dedica al escultor su estrategia de “navegar con el viento / y recorrer la ternura / tras el molde de lo indecible”. Se sugiere entonces la aparición de un nuevo personaje.
El poema Solsticio de verano se construye con base en preguntas retóricas, que como procedimiento siempre señala un camino de emotividad, que toca de lleno al lector en su convivencia con el mensaje lírico: “¿Qué haré con el vestido rasgado y los sollozos / y el abrazo sombrío / y tu espectro doliéndome en la pupila?”
Luego de estos versos dolientes donde de nuevo aparece el vocativo que representa al amado in ausentia, el poema se levanta con la esperanza, la gesta triunfante, el símbolo de la cigarra como la cantora “revienta al compás de mi pecho”.
La tercera parte del poemario se anuncia así, se denomina Cantos de cigarra y está dedicado “a Mía, mi hija, quien deambula de puntillas en la vigilia de mis sueños”. Son seis hermosos poemas que intensifican la fuerza de la maternidad y su amor a la hija, en la desolación respecto al vocativo del amante, y donde se regresa al tema de los extensos caminos recorridos una y otra vez y se canta a la hija como al verdadero amor que hace la ilusión de los regresos, siempre:
“Aspiro tu olor, hija;
Ya no se acumulan las horas
para volver a tu abrazo,
a la pura pronunciación de tu dicha.
Recorro cada luz que musita
en el desasosiego de la lejanía.”
Y es entonces como el viaje va del sí misma al encuentro con esa otredad que es consustancial al yo lírico, su propia hija, y se proclama la ciudad de Liberia como el espacio para el encuentro, como ese topo que es la otra ciudad, el topo de la libertad, la infancia, la arcadia para vencer tanto andamio que la lluvia desfigura en la lejanía
“Viajo desde mí misma para alcanzar
tu frente con mi voz raspada por la angustia”
“Y sé que estás segura
entre la blanca ciudad
que nos libera
cabalgando en los sueños,
donde vencen las largas carreteras”.
Para proclamar al fin:
“y sabrás
que nunca estuvimos lejos,
que siempre fuimos una sola hoja
ante el esplendor que nos abraza”.
Es magnífico el poema Dientes de león: aquí la niña corre con un diente de león entre sus dedos que se diluye:
“Un diente de león
que se diluirá en la transparencia
de tu niñez,
poco a poco,
en las calles de Liberia”.
El poemario concluye con la última parte, llamada CODETTA, para resignificar el arranque musical de la Coda del desamor, que aquí se trueca en Codetta de amor, con la enumeración de elementos sonoros y paisajísticos del poema Aguas eternas, firmado desde el Cerro Chirripó, donde de nuevo se posesiona el nosotros, el yo colectivo pues se ha ampliado a los lectores y a la humanidad. “Remolinos de sueños nos esperan siempre / a cada suma de eternidades”. “Arriba en la montaña, / escuchamos la voz del universo”.
El libro culmina con las Gotas del ángel, de la hija y del topo arcádico, para fundar su nueva música, la nueva música de Natalia Esquivel: “Vienes desde una tierra de volcanes / y pampas, / inaugurando una nueva música”.
Ronald Bonilla
Premio Nacional de Cultura Magón 2015
Comentario
Gracias, Elías por el destacado, abrazos
Gracias Críspulo, por tu bello mensaje, abrazos
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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